/Ciudades de América Latina/ ECUADOR: Campaña de comunicación previene los efectos del volcán

La erupción del volcán Guagua Pichincha, ubicado al oeste de la capital de Ecuador, generó una campaña de comunicación que ayudó a mitigar sus efectos sobre la ciudad y las zonas aledañas.

Para los habitantes de Quito, el volcán Guagua Pichincha era una montaña con la que convivían sin temor, ya que la última erupción, atribuida por la Iglesia Católica a la ira de Dios, se produjo en 1660.

Desde 1981, cuando el Instituto Geofísico comenzó su control, el Guagua Pichincha permanecía tranquilo. Sin embargo, el 29 de septiembre de 1998 los geólogos detectaron un aumento acelerado de los movimientos sísmicos en su zona de influencia.

Según los estudios, se trataba de una mayor presión provocada por el aumento de la actividad de los gases que se generan en el interior del volcán. Eso fue acompañado por un crecimiento en la frecuencia de las explosiones de vapor.

Esa realidad puso de manifiesto que el Guagua Pichincha entraba en labor de parto y que la posibilidad de una erupción ya no era producto de la imaginación.

Con el asesoramiento de geólogos del Instituto Geofísico, la alcaldía de Quito decidió declarar el "alerta amarilla" y tomar precauciones para prevenir los efectos de una posible erupción.

Se incrementaron los estudios y controles del volcán con la ayuda de técnicos extranjeros, y se instrumentó una labor informativa sobre las posibilidades reales de la erupción, cuáles serían sus efectos concretos, qué era necesario para prevenirse y qué haría la alcaldía al respecto.

La campaña de comunicación se transformó en una de los pilares fundamentales para la prevención y sirvió para contrarrestar algunas informaciones que causaban pánico, como la de que parte de la ciudad podría quedar sepultada, cuando eso estaba descartado por los técnicos.

"Desde el comienzo se puso énfasis en la necesidad de una campaña de este tipo para que la prevención pudiera ser realmente efectiva y la ciudad no fuera presa de pánico por informaciones carentes de veracidad", dijo a IPS el alcalde de Quito, Roque Sevilla.

En pocos días el departamento de comunicación del municipio quiteño inició un proyecto de información que logró desvirtuar las noticias "amarillistas" y educar a la gente sobre la forma de actuar ante una erupción inminente.

El primer paso fue instalar una serie de líneas telefónicas para que la población pudiera llamar e informarse sobre el proceso eruptivo del volcán y los elementos indispensables que se debían tener en las casas para soportar una posible erupción.

Enseguida se puso en marcha una cadena radial, que tendría carácter semanal mientras durara la alerta amarilla, y diaria cuando se pasara a la alerta naranja, en la que el alcalde informaba a la población.

También se imprimieron cientos de miles de hojas volantes explicando en forma didáctica qué hacer en caso de erupción, cómo actuaría el municipio y otras instituciones que apoyarían para acudir a los habitantes como la policía, la Cruz Roja, diversos organismos públicos y organizaciones no gubernamentales.

Además, comenzó una labor de constante información en diferentes medios de comunicación que brindaron su apoyo a la tarea municipal.

"El hecho de recurrir en forma permanente a la información de los técnicos del instituto geofísico y a las fuentes autorizadas, posibilitó que con el correr de los días se dejara de lado el amarillismo y se realizara un trabajo conjunto", aseguró Sevilla.

También se difundió ampliamente los posible peligros que, de acuerdo a los estudios de los expertos, corría cada barrio de la ciudad.

Según los técnicos del Instituto Geofísico, si la erupción fuera violenta podría afectar directamente un área de cinco kilómetros al oeste del volcán. La lava se dirigiría al poblado de Lloa, en la falda del Guagua Pichincha, cuyos 2.200 habitantes deberían ser evacuados.

Tras la erupción se formaría una nube pesada con alta cantidad de gases tóxicos (gas carbónico, dióxido de azufre, ácido sulfídrico, hidrógeno y flúor) que afectarían a Lloa y a otros dos poblados cercanos: Mindo y Nono.

"Quito no tendría ese problema porque entre el volcán y la ciudad hay varias montañas más altas que forman una pared que cubre la capital, pero sentirían los efectos de una segunda nube de ceniza que se forma tras la nube de gases", aseguró el director del Instituto Geofísico, Hugo Yépez.

Además, se informó que la nube de ceniza se levantaría y se desplazaría a sectores más alejados del volcán, por lo que, dependiendo del sentido del viento, podría cubrir la ciudad y oscurecerla durante uno o dos días.

Esto podría llegar a colapsar las alcantarillas y contaminar fuentes de agua potable, lo que causaría desabastecimiento por algunos días.

"También provocaría problemas respiratorios y en la piel de las personas y los animales, por lo que se recomienda que todas las casas estén totalmente cerradas", señaló el alcalde.

Además, se difundió la necesidad de que las personas usaran mascarillas para respirar en la eventualidad de tomar contacto con la ceniza, y las formas de contrarrestar los efectos sobre la piel, los ojos y las vías respiratorias.

Junto con la campaña informativa, se hicieron trabajos para mantener en buen estado el sistema de alcantarillado con el fin de prevenir el efecto del polvo volcánico y cubrir las fuentes de agua potable abiertas para evitar la contaminación.

"El trabajo de información permanente posibilitó que un año después cuando se inició la erupción y se pasó de la alerta amarilla a la alerta naranja, los pobladores ya supieran cómo reaccionar. Pero sobre todo, creó una actitud de ayuda mutua entre los habitantes", arguyó Sevilla.

Si bien no se llegó a una erupción violenta, en septiembre y octubre de 1999, las explosiones del volcán provocaron la caída de más de cinco toneladas de ceniza sobre la ciudad, cubriendo las calles y oscureciéndola momentáneamente.

La diferentes explosiones generaron nubes de vapor y ceniza en forma de hongo que alcanzaron más 10 kilómetros de altura, visible desde distintos barrios de Quito y poblados aledaños al volcán, y aunque causaron preocupación en ningún momento se llegó al pánico.

Terminada la lluvia, los habitantes salieron a las calles a barrer la ceniza volcánica para impedir que se taparan caños y alcantarillas.

"Esa actitud, en parte, fue consecuencia del pedido de colaboración difundido a través de la campaña de comunicación que logró concientizar a los quiteños sobre la necesidad de ayudarnos", señaló Sevilla.

Gracias a ese proyecto informativo, los habitantes de la capital ecuatoriana se convirtieron en "expertos vulcanólogos", conociendo los nombres de las distintas explosiones que ocurren en el Guagua Pichincha, manejando términos geológicos y los estados del volcán.

Según investigadores de la comunicación, el hecho demuestra que es necesario "lograr un complemento entre el aspecto comunicacional y la prevención de desastres propiamente dicha".

Rosa Rodríguez, experta en comunicación educativa de la Cooperación Internacional para el Desarrollo y consultora de la Organización Panamericana de la Salud en el tema, dijo que las campañas son un elemento fundamental en el mundo moderno.

"Estos proyectos son efectivos en prevención de desastres, campañas de salud, defensa del medio ambiente, rescate de culturas ancestrales, en los que la comunicación va estrechamente ligada a la educación", argumentó Rodríguez. (FIN/IPS/kl/ag/cr/00

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