La tasa de lectura de Chile aumentó 10 por ciento en la pasada década, pero también se incrementaron los circuitos ilegales de impresión y venta de libros, mientras el acceso a la literatura por Internet representa aún un porcentaje muy marginal.
Esas son algunas de las conclusiones de la Encuesta Nacional de Consumo y Lectura de Libros realizada en 1999, el estudio más completo y sólido realizado sobre esta materia en América Latina, al punto que su metodología será exportada a otros países de la región.
El presidente de la Cámara Chilena del Libro, Eduardo Castillo, quien presentó el día 28 el estudio, recordó que la anterior encuesta, de 1993, indicó que poco más de 60 por ciento de los chilenos leía habitualmente diarios, revistas o libros.
En esta última consulta se estableció que la tasa de lectores aumentó a 70,4 por ciento, lo cual fue calificado por Castillo como una muy buena noticia, considerando sobre todo que el mayor crecimiento está entre los jóvenes.
La encuesta, realizada en abril de 1999 a 17.458 personas en 6.792 hogares de las regiones Metropolitana (Santiago), Quinta (Valparaíso) y Octava (Concepción), fue encargada por la cámara al Instituto Nacional de Estadísticas para garantizar su rigurosidad científica.
El mayor número de lectores corresponde a los diarios, con 52 por ciento, mientras las revistas atraen a 33 por ciento del público y los libros a 31,4 por ciento.
¿Cuáles son las motivaciones para leer libros? 42,68 por ciento respondió que lo hace por entretenimiento y 33,8 por razones de estudio, mientras en porcentajes menores se señala que lo hacen para desarrollo personal, informarse y por obligaciones laborales.
La mayor cantidad relativa de lectores está entre hombres y mujeres que tienen de 15 a 17 años de estudios, es decir con instrucción básica, media y superior. En promedio, los chilenos dedican un tercio de su tiempo libre a la lectura.
La lectura aumenta con el nivel de ingresos de los hogares, no obstante lo cual, la encuesta registró hogares pertenecientes a los estratos socioeconómicos alto y muy alto, entre 23,4 por ciento de familias chilenas que declaran no tener ningún libro. En el otro extremo, en 5,6 por ciento de los hogares hay más de 100 libros.
El incremento de 10 por ciento en la tasa de lectura entre 1993 y 1999 responde al crecimiento económico de Chile y a las políticas orientadas a la difusión del libro que se adoptaron en la década, señaló Castillo.
El actual presidente Ricardo Lagos promovió la creación del Consejo Nacional del Libro y la Lectura cuando era ministro de Educación del gobierno de Patricio Aylwin (1990-1994), como instrumento para estimular la creación y multiplicar las bibliotecas públicas.
En los últimos años aumentó el apoyo estatal a las exposiciones y ferias de libros en Santiago y otras ciudades, así como el respaldo oficial a la participación de autores y editores chilenos en encuentros y muestras literarias internacionales.
En Chile, los libros continúan pagando impuesto al valor agregado (IVA) de 18 por ciento, lo cual obviamente encarece su precio de venta, mientras que en España el IVA a los libros es de sólo cuatro por ciento.
Este alto tributo, sumado al creciente interés de los chilenos por leer, constituyen incentivos para que se multiplique la piratería editorial, cuyas ventas ascienden en el año a unos 10 millones de dólares, estima la Cámara Chilena del Libro.
Castillo indicó que las ediciones ilegales que circulan en Chile incluyen a unos 500 títulos, desde los éxitos de venta de Isabel Allende o Paulo Coelho hasta las obras de autoayuda o los libros que instruyen "cómo adelgazar en 10 días".
La encuesta renovó en este sentido las inquietudes de los editores chilenos, al establecer que 22,6 por ciento de las compras de libros se hacen en las calles, donde se expone la oferta pirata. En 1993 las compras en la vía pública eran ocho por ciento menores.
Las compras en librerías corresponden a 63,1 por ciento. En kioscos se comercializa al detalle 8,1 por ciento, las ventas a domicilio son de 0,29 por ciento, mientras otros canales alternativos, como supermercados o centros de arriendo de videos, son irrelevantes.
En tanto, el acceso a libros a través de Internet es casi inexistente, con 0,08 por ciento del total.
La edición virtual de libros, iniciada por Stephen King con la colocación de su última novela exclusivamente en Internet, es por ahora sólo "un susto inicial" para los editores chilenos, dijo Castillo.
Según el dirigente empresarial, el libro en su formato clásico de papel y tinta transmite sensaciones, olores y otros elementos que crean una relación de identidad y confianza con el lector que la virtualidad no está aún en condiciones de sustituir. (FIN/IPS/ggr/dm/ac/00