Las lluvias torrenciales que inundan Africa austral son el caldo de cultivo de un visitante mortal, el mosquito portador de la malaria, una enfermedad que mata cada vez a más personas en todo el mundo.
Ante el recrudecimiento de la pandemia de malaria, las autoridades de salud de Sudáfrica recurrieron al mejor medio que conocen para controlarla: el pesticida DDT, cuya prohibición se promueve en los foros internacionales, tras ser una de las sustancias más usadas para controlar plagas de la agricultura.
Esa decisión volverá a plantear un áspero debate ecológico en el plano internacional sobre el uso del pesticida, que ha sido prohibido en 34 países y restringido severamente en otros 34.
El DDT (dicloro difenil tricloroetano) es un producto químico potente y eficaz, que fue creado en 1873, pero no comenzó a utilizarse hasta 1939.
La comunidad internacional procura ahora la prohibición universal de ese polvo grisáceo, inodoro y tóxico, mediante protocolos promovidos por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Dave McGlew, portavoz del departamento de Salud de Kwa Zulú- Natal, una de las nueve provincias de Sudáfrica, confirmó el uso en su región de DDT para combatir mosquitos resistentes a otros pesticidas.
McGlew explicó que las autoridades provinciales apelaron al DDT en respuesta a una epidemia expresada en el aumento de 100 por ciento de los casos de malaria en un año. La aplicación del DDT a la agricultura está prohibida en Sudáfrica desde 1974.
Entre 300 y 500 millones de personas contraen malaria y varios millones mueren por año, informó la Fundación Internacional de la Malaria (MFI). Cada hora, unos 300 menores de cinco años fallecen a causa de la enfermedad, agregó la fundación, que agrupa a 350 médicos.
El MFI, que no apoya la propuesta de prohibición total del DDT, afirma que las compañías farmacéuticas internacionales, anticipándose a la caída de sus utilidades por el desarrollo de medicamentos contra la malaria, han desviado sus actividades a otros sectores más rentables.
Los mayores partidarios de la eliminación global del DDT son grupos ambientales y de presión como el Fondo Mundial para la Naturaleza, Médicos por Responsabilidad Social, la Organización Internacional de Asociaciones de Consumidores y la Red de Acción Internacional contra Pesticidas, que influyen en la política exterior de países industrializados.
El caso del DDT demuestra "que la presión de las naciones ricas impone a los países en desarrollo normas que no son aceptables ni apropiadas", destacó Richard Tren, un economista ambiental que se desempeña en Sudáfrica.
Muchos países han abandonado el empleo del DDT en la agricultura o no admiten su uso, pero los expertos indican que por lo menos 23 naciones siguen apelando a ese producto para controlar la malaria, sobre todo China e India.
El aumento de la incidencia de la malaria determinó a la Organización Mundial de la Salud a embarcarse en una vasta campaña de prevención en 1998. No obstante, la agencia desestimó el uso del DDT.
A medida que la acción contra el DDT cobra intensidad, se transforma en un importante factor en las políticas de agencias de la Organización de las Naciones Unidas y de países donantes. El resultado es que varias naciones en desarrollo renuncian al empleo del DDT en el área de salud pública.
Bajo presión, ocho de los 11 países de América del Sur en que la presencia de la malaria es endémica redujeron, a partir de 1993, la utilización del pesticida para combatir al mosquito transmisor.
Guyana francesa, Surinam y Guyana informaron ese año que no lo habían usado, aunque presentan la mayor incidencia de la malaria en América del Sur, según la Organización Panamericana de la Salud.
En 1996, sólo Ecuador, Venezuela y Argentina informaron del uso continuado del DDT en la región. Existen fuertes argumentos en ambos lados del debate.
Tren señaló que el DDT tiene bajo costo, que no se ha demostrado el riesgo de su uso para la población y que su prohibición global provocaría la muerte de millones de personas en países pobres.
El experto calculó que la malaria tiene para un grupo de naciones de Africa austral un costo de 1.000 millones de dólares en tratamintos médicos y por pérdida de mano de obra.
"El método más barato para conjurar la malaria es controlar a los mosquitos rociando las paredes en que se posan con DDT, una sustancia que es tóxica para esos insectos, pero no para los humanos", dijo Tren.
En septiembre, una conferencia organizada por el PNUMA en Ginebra comenzó a negociar un tratado global vinculante sobre contaminantes orgánicos persistentes, incluido el DDT. La segunda de la serie de cinco rondas de debate se realizará el mes próximo en Bonn y la tercera en Sudáfrica, en noviembre.
Los otros contaminantes en discusión son siete pesticidas, dos sustancias químicas industriales y dos familias de derivados de su >>n de clorina.
Los productos discutidos tienen cuatro características comunes. Son tóxicos y resistentes a los procesos normales que depuran el organismo humano y el ambiente de sustancias contaminantes, no son excretables, porque se fijan en los tejidos adiposos, pueden evaporarse y alcanzan grandes distancias por el aire.
"El DDT es una sustancia química tan potente que mientras sea usado en algún país nadie estará a salvo", advirtió Clifton Curtis, director de la Iniciativa Tóxica Global del Fondo Mundial para la Naturaleza. La campaña en curso exige la prohibición mundial de la producción y uso del DDT a más tardar en 2007.
"Debido a sus propiedades, los contaminantes orgánicos persistentes impiden a todo país remediar el problema por sí solo", señaló el Fondo en un comunicado.
Tanzania ha almacenado 1.000 toneladas de productos tóxicos, entre ellos el DDT, de acuerdo con informes internacionales. Los recursos necesarios para destruir las sustancias contaminantes en ese país, calculados en seis millones de dólares, son difíciles de conseguir.
El DDT está prohibido en Estados Unidos desde 1972, excepto en casos de emergencia de salud pública. Las autoridades sanitarias estadounidenses consideran que ese pesticida tiene efecto cancerígeno.
Pequeñas concentraciones de DDT fueron halladas en áreas rurales de Estados Unidos 17 años después de que se impuso su prohibición. El producto puede fijarse en los cultivos y afectar a quienes ingieran alimentos contaminado por él, aunque sea en escasa cantidad, aseguraron funcionarios estadounidenses.
"El DDT no es una panacea y hay consideraciones ambientales y sanitarias que deben ser tenidas en cuenta", admitió Tren en el estudio "Costo Económico de la Malaria en Sudáfrica", publicado por el Instituto de Asuntos Económicos, de Londres.
Pero la prohibición "no sólo impondrá costos económicos significativos a países en desarrollo, sino que muchas de las consideraciones ambientales y sanitarias sobre las cuales se basa no son apropiadas para esas naciones", puntualizó.
Tren arguyó en su estudio que los casos de malaria disminuyeron 60 por ciento en Ecuador cuando ese país aumentó el uso de DDT. En cambio, la incidencia de la enfermedad se incrementó 90 por ciento en Bolivia, Paraguay y Perú, al abandonarse el empleo del pesticida.
Quienes comparten el criterio de Tren pretenden mantener la utilización del DDT en el Sur en desarrollo para rociar las viviendas con pequeñas cantidades, y ya no para fumigar con grandes volúmenes las plantaciones agrícolas, como era habitual en el pasado. (FIN/IPS/tra-eng/gm/ks/ego/ff/he en/00)