Los países pobres parecen condenados a seguir en la pobreza dentro de la arquitectura financiera internacional que emerge luego de la crisis asiática, caracterizada por una menor cooperación para el desarrollo.
La advertencia fue lanzada por José Antonio Ocampo, secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), quien reclama un mayor protagonismo de los organismos regionales en la agenda de la reforma financiera.
Las nuevas propuestas para reordenar las finanzas mundiales no toman en cuenta las necesidades de las economías de menores ingresos, señaló Ocampo en un extenso informe escrito en conjunto con Stephany Griffith-Jones y Jacques Cailloux.
"The Poorest Countries and the Emerging International Financial Architecture" se titula el estudio, disponible hasta ahora sólo en el inglés en el sitio de Cepal en Internet (www.eclac.cl o www.eclac.org).
Esta "emergente arquitectura financiera internacional" se comienza a armar una vez que se considera superada la crisis que comenzó a mediados de 1997 en Tailandia, para extenderse luego a todo el sudeste asiático, Japón, Rusia y finalmente al resto del mundo.
Ocampo, Griffith-Jones y Cailloux indican que la reforma del sistema financiero internacional es indispensable, ya que su actual estructura lleva a crisis recurrentes, con elevados costos sociales para el desarrollo.
Un aspecto determinante del actual escenario financiero es el predominio de los capitales privados, como la forma principal de transferencia de recursos, ya sea bajo la forma de inversión extranjera directa o de colocaciones de cartera.
Según cifras del Banco Mundial, en 1990 el flujo neto de recursos de largo plazo para los países en desarrollo ascendió a 100.800 millones de dólares, correspondiendo 56.900 millones a fuentes oficiales y 43.900 millones de dólares a privadas.
En 1997, año de inicio de la última crisis, la relación había cambiado diametralmente: sobre un flujo neto total de 338.100 millones de dólares, sólo 39.000 millones fueron de origen público y 299.000 millones de fuentes privadas.
Estos recursos se concentran sin embargo solo en unos pocos países en desarrollo, sobre todo en China y en los llamados de medianos ingresos, como Argentina, Brasil, México, Rusia, Indonesia y Corea del Sur, marginando a los más pobres.
Entre 1992 y 1997, China recibió 32,5 por ciento de la inversión extranjera directa en el mundo en desarrollo, 60,7 por ciento llegó a los países de medianos ingresos, mientras los de bajos ingresos recibieron apenas 6,8 por ciento del total.
De ese 6,8 por ciento, 1,6 por ciento fue a la India, quedando por tanto 5,2 por ciento de la inversión extranjera del período para distribuir entre los empobrecidos países de Africa subsahariana, Asia sudoriental y otras áreas de pobreza.
Los países de más bajos ingresos están perjudicados además por la actual "fatiga de la ayuda", como denominan los expertos de Cepal a la disminución progresiva de los préstamos del Banco Mundial y de otros medios de cooperación para el desarrollo.
Las naciones más pobres, que comprenden 41 por ciento de la población del mundo en desarrollo, recibieron entre 1992 y 1997 donaciones por 15.800 millones de dólares, en su mayor parte de origen bilateral.
Las operaciones de financiamiento bilateral directo en el período analizado favorecieron a esos países sólo con 800 millones de dólares y recibieron ayuda multilateral por otros 5.900 millones de dólares.
El estudio de Ocampo, Griffith-Jones y Cailloux advierte que pese a esta realidad, las nuevas propuestas para la arquitectura financiera mundial no toman en cuenta las necesidades de los países más pobres y sus problemas están marginados del debate.
Los autores señalan que el actual modelo de flujos de recursos, "que de alguna manera es perverso, debe ser revertido y hay que dedicar más atención a las necesidades urgentes de los países de ingresos bajos".
Una nueva arquitectura financiera, que sea efectiva en cuanto a reducir o moderar las crisis, debe considerar que la mayor transparencia e información sobre los países en desarrollo es un mecanismo de prevención de los desajustes financieros, indican.
Según Ocampo, en materia de finanzas internacionales se suele confundir la información con las opiniones o expectativas, lo cual tiende a perjudicar a países que bajo esos parámetros son mal evaluados por las consultoras de riesgo financiero.
La información confiable y transparente es la base para que el sistema financiero pueda aplicar mecanismos de prevención de las crisis con una mejor regulación nacional e internacional en que también intervengan los organismos regionales.
La globalización obliga a los países pobres a "vender" una imagen atractiva en un mundo que no cuenta con una macroeconomía global. Es por ello que no sólo se requiere de coordinación internacional, sino también de un margen de autonomía para las políticas nacionales y regionales.
Entre las medidas puestas en marcha a partir de 1998, los expertos consideran positiva la creación del Foro para la Estabilidad Financiera, así como las nuevas facilidades instituidas por el Fondo Monetario Internacional.
Advierten, sin embargo, que los esfuerzos de estabilidad deben ir acompañados de iniciativas que apunten a fortalecer los mecanismos de financiamiento para el desarrollo hacia los países más pobres, marginados por la actual estructura mundial. (FIN/IPS/ggr/dm/if/00