El movimiento mundial de consumidores enfrenta desafíos y tareas diversas en los países industrializados y en las regiones en desarrollo, pero en uno y otro caso sus activistas se quejan de la falta de conciencia de los gobiernos sobre el papel de la sociedad civil.
Shella McKechnie, directora de Consumers' Association, de Gran Bretaña, dijo en Santiago de Chile que existe una crisis de liderazgo en los países de la Unión Europea (UE) y criticó también la baja calidad de la función política en ese continente.
McKechnie se reunió con dirigentes de organizaciones sociales, académicos, ecologistas y expertos gubernamentales en temas de ambiente y salud en un encuentro organizado por la oficina latinoamericana de Consumers Internacional (CI).
Con más de 40 años de existencia, tres millones de adherentes, un equipo ejecutivo y administrativo de 500 personas y un presupuesto anual de 80 millones de dólares, Consumers' Association es una de las principales entidades de su tipo en el mundo.
CI, una organización no gubernamental (ONG) internacional, es a su vez la mayor federación de grupos de consumidores en el planeta, con presencia a través de asociaciones locales en más de 150 países.
El chileno José Vargas, director de la oficina de CI para América Latina, apuntó que en esta región los gobiernos también discriminan a las organizaciones representativas de la sociedad civil en la planificación de políticas y la toma de decisiones.
"En Latinoamérica no existe comprensión del aporte que pueden hacer los consumidores para mejorar el mercado. Los gobiernos hablan de participación ciudadana pero no la hacen posible", señaló Vargas.
En Chile, el parlamento rechazó la propuesta de incorporar a la Ley de Defensa del Consumidor un artículo para que el estado subsidiara a las organizaciones de consumidores que, al contrario de las de países ricos, no pueden generar recursos propios.
Pese a las diferencias entre naciones industrializadas y en desarrollo, el proceso de globalización genera preocupaciones comunes para los consumidores de una y otra parte, de acuerdo con lo que expuso McKechnie ante los activistas chilenos.
Uno de los rasgos generalizados es la incomprensión de los gobiernos del hito que la sociedad civil marcó en noviembre, con sus protestas en Seattle durante la tercera conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
"Seattle representó un cambio en muchos aspectos. Mostró las fallas de los gobiernos ante el movimiento social, así como la repulsa de las ONG a una globalización basada exclusivamente en criterios económicos", dijo la dirigenta británica.
La reunión en Montreal de fines de enero acerca del Protocolo de Bioseguridad fue, a juicio de McKechnie, la demostración de que los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Argentina, Chile y otros países continúan menospreciando a los movimientos sociales.
Esos países, reunidos en el llamado Grupo de Miami, impidieron que se adoptara en Montreal el protocolo acerca de los alimentos transgénicos, producidos mediante la manipulación genética de semillas.
La directora de Consumers' Associaton afirmó que la transnacional Monsanto, principal productora de transgénicos, tiene también el virtual apoyo de las autoridades británicas, que califican de "grupos de histéricos" a las organizaciones de consumidores que rechazan la soja manipulada genéticamente.
Descalificaciones similares se hicieron hace 10 años, cuando esas mismas organizaciones comenzaron a denunciar los peligros de la alimentación con transgénicos del ganado, que se materializaron más tarde en la enfermedad de las "vacas locas".
Pese a la incomprensión de los gobiernos, los consumidores tienen hoy más medios para hacer valer sus posiciones a través de campañas de información, cuyo alcance se multiplicó con la creación de Internet, destacó la activista británica.
Las acciones coordinadas contra determinados productos o las demandas simultáneas de exigencias de calidad muestran una lucha que, en las actuales condiciones, debe darse necesariamente en el interior del mercado.
McKechnie advirtió que esto representa desafíos para la democracia. "Si el poder político de los consumidores entra en el mercado, ¿qué pasa con los pobres que no pueden entrar al mercado, con los que no pueden acceder a la revolución informática?", se preguntó.
La ciencia no va a solucionar problemas que son fundamentalmente políticos. El movimiento de consumidores puede contribuir a democratizar los gobiernos y sobre todo a organismos multilaterales como la OMC, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, dijo McKechnie.
Sergio Zorrilla, un académico chileno especializado en bioética, apuntó que en las condiciones de impotencia de los liderazgos y baja calidad de la política, señaladas por la propia dirigente británica, los planteamientos de democratizar la OMC o el FMI "parecen un gran chiste".
Zorrilla comparó la lucha contra los alimentos transgénicos con las movilizaciones llevadas a cabo desde los años 50 ante la amenaza de la bomba atómica y abogó por un efectivo ejercicio democrático internacional. (FIN/IPS/ggr/ff/dv/00