Las autoridades deben prestar más atención a los efectos negativos que causa la contaminación de los océanos en la salud humana, exhortaron investigadores de Estados Unidos.
La concentración de algas tóxicas, conocidas como "mareas rojas", que los científicos creen podría estar relacionada con la creciente contaminación marina, prolifera en todo el mundo y representa un peligro para los humanos, dijo Lora Fleming, directora de educación del Centro de Ciencias Biomédicas de Agua Marina y Dulce de la Universidad de Miami.
En una declaración ante el Congreso en Washington, Fleming dijo a los legisladores que si bien las algas tóxicas han existido durante milenios, las concentraciones peligrosas aumentaron drásticamente en frecuencia y tamaño desde Tailandia a Chile.
Esto ocurre porque el volumen de contaminantes producidos por el hombre invade los ecosistemas marinos, apuntó. Mientras el problema se agudiza, los filtros naturales como los pantanos costeros de los manglares se destruyen en todo el mundo.
"Las zonas costeras resultan cada vez más contaminadas y degradadas, lo cual se manifiesta en el aumento de la mortandad de peces y en las enfermedades de mamíferos marinos", añadió.
En el estado meridional de Florida, cerca de 150 de los 1.200 manatíes existentes resultaron muertos por la marea roja desde 1996.
Las algas tóxicas llevadas por el viento en las superficies oceánicas pueden provocar afecciones respiratorias, como asma, en los seres humanos, apuntó.
"Si hay una marea roja activa y una persona está caminando en el radio de dos kilómetros de la playa, incluso sin mortandad de peces, hemos recibido denuncias sobre el impacto en la salud humana", dijo.
La gente que trabaja cerca del océano y sufre enfermedades pulmonares crónicas o asma podría ser especialmente vulnerable a la propagación de las algas tóxicas, dijo Fleming, quien exigió que se hagan más estudios de prevención.
Margaret Leinen, subdirectora de ciencias geológicas en la Fundación Nacional de Ciencias, agregó que desde Japón hasta Sudáfrica, peces y mariscos que ingirieron algas tóxicas son peligrosos y a veces fatales si son ingeridos por seres humanos.
"Se puede provocar envenenamiento paralizante por frutos de mar, o envenenamiento por mariscos tropicales contaminados", explicó Leinen, quien supervisa las concentraciones de algas tóxicas en la parte nororiental de Estados Unidos.
La existencia de mariscos venenosos también provoca efectos económicos adversos debido al cierre forzoso de pescaderías especializadas en frutos de mar.
"Teniendo en cuenta que 2.000 millones de personas de todo el mundo obtienen sus proteínas de alimentos a base de pescado, es esencial que sepamos cómo controlar esas mareas rojas", dijo Anthony Knap, director de la Estación de Investigación Biológica de Bermuda (BBSR).
Knap anunció la formación de un nuevo Centro Internacional de Salud Oceánica y Humana que trabaja con estudiosos del Centro de Investigaciones Ambientales de Plymouth, en Gran Bretaña, y con la facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard, entre otras instituciones.
Michael Depledge, director del centro de Plymouth, colabora estrechamente con otras instituciones para desarrollar métodos de comprobación del estado de salud de los océanos que se puedan administrar fácilmente y con poca preparación.
Esos estudios serán muy importantes para los países en desarrollo, donde se prevén aumentos demográficos, sobre todo a lo largo de las franjas costeras.
Empleando sus técnicas, Knap dijo que el BBSR examina cómo los residuos humanos y desagües de áreas industrializadas ricas en sustancias químicas contribuyen a la declinación de la salud marina.
Según Depledge, los desagües son una fuente tremenda de sustancias químicas que imitan a las hormonas y son conocidas como "interruptores endocrinos".
Esas sustancias quedan en el ambiente durante años tras haber sido liberadas, a menudo viajando a gran distancia por el aire, el viento y el agua, especialmente en los océanos.
Debido a su habilidad para imitar a las hormonas naturales, las sustancias fueron culpadas de provocar cáncer, malformaciones en recién nacidos, desórdenes inmunológicos y defectos neurológicos, anormalidades reproductivas y baja cantidad de esperma.
"Esas sustancias químicas afectan el desarrollo cerebral de los niños", dijo Theo Colborn, un científico del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF).
Los interrupotores endocrinos tambien se "bioacumulan" una vez consumidos, no se excretans y se depositan en los tejidos grasos. Por lo tanto, animales importantes en la cadena alimentaria, que comen grandes cantidades de otros animales, retienen altas dosis de sustancias químicas.
Esos contaminantes han sido detectados en la leche materna en sitios tan alejados como las comunidades árticas en el norte de Canadá, según Eric Dewailly, un docente de la Universidad Laval, en Quebec, que trabaja con BBSR. Las mujeres fueron expuestas a las toxinas por la ingestión de frutos de mar.
Los investigadores descubrieron el incremento de enfermedades infantiles, tales como infecciones respiratorias, en esa población ártica, agregó Fleming.
Esas consecuencias para la salud humana ilustran que existe un problema fundamental con el funcionamiento de los océanos en el mundo, expresó. (FIN/IPS/tra-en/dk/ks/ego/aq/en-he/00