Este mes hubo en Sao Paulo seis matanzas con 18 asesinados, inundaciones mataron a por lo menos 48 personas en ciudades de la región más desarrollada de Brasil, y 43 turistas argentinos murieron en dos accidentes con autobuses en el sur.
La devaluación de la vida no se debe sólo a esos hechos espectaculares que repercutieron en la prensa en los comienzos del año, sino que viene acelerándose en forma cotidiana en las grandes ciudades brasileñas, y en especial en Sao Paulo.
Sao Paulo, la ciudad más rica y poblada del país, con diez millones de habitantes, registró 5.705 homicidios el año pasado, manteniendo el crecimiento de nueve por ciento que se había producido en 1998 en relación con 1997, según datos del Programa de Mejora de las Informaciones sobre Mortalidad de la alcaldía.
Del total de homicidios, 302 casos se debieron a 88 "chacinas", como se llama en Brasil a las matanzas colectivas, causadas en su mayor parte por disputas entre narcotraficantes o llevadas a cabo por escuadrones de la muerte. Casi todas las víctimas fueron jóvenes.
El índice de asesinatos en la ciudad llegó a 57,5 por cada 100.000 habitantes, y Sao Paulo superó en la materia a Rio de Janeiro, donde las autoridades gubernamentales afirman que ese indicador de la violencia está didminuyendo.
Los homicidios en Rio de Janeiro bajaron a 51,1 por cada 100.000 habitantes entre octubre de 1998 y septiembre de 1999, y habían sido 55,5 por cada 100.000 habitantes en los doce meses anteriores, según la Secretaría Municipal de Salud.
Esos datos son cuestionados por los opositores, porque presentan discrepancias con los de otras fuentes. La Policía Civil asegura que el índice es de 40 por 100.000, pero sus estadísticas señalan 778 homicidios entre junio y septiembre de 1999, un aumento de 21,7 por ciento en relación con los mismos cuatro meses de 1998.
Lo importante es la tendencia de largo plazo al descenso, según dirigentes del Instituto de Estudios de Religión (ISER), una organización no gubernamental que investiga la violencia desde hace mucho tiempo y brinda asesoramiento a los gobiernos.
Esa tendencia es general en las ciudades latinoamericanas más violentas desde mediados de los años 90, según estadísticas obtenidas por el ISER.
Rio de Janeiro registró un máximo de 78,1 homicidios por cada 100.000 habitantes en 1994, con una reducción a 56 cada 100.000 en 1995 que continuó en forma menos pronunciada durante los años siguientes, mientras en Medellín, Colombia, el índice cayó con mayor regularidad de 266 por 100.000 en 1994 a 152 por 100.000 en 1998.
Ese índice sigue siendo, sin embargo, un indicador del escaso valor que tiene la vida en la mayoría de las grandes ciudades de América Latina, especialmente en comparación con las de Europa y Japón, donde ocurren cada año unos pocos homicidios por cada 100.000 mil habitantes.
En Sao Paulo, además, el cuadro viene agravándose, tal como en la más violenta región metropolitana de Brasil, la de Victoria, capital del estado de Espíritu Santo, en la región centrooriental del país, donde estadísticas poco confiables señalan que hay más de 60 asesinatos anuales por cada 100.000 habitantes.
La policía es uno de los responsables de esa mortandad. En el estado de Sao Paulo, las fuerzas policiales mataron a 593 personas entre enero y noviembre de 1999, 13 por ciento más que en todo el año 1998.
El actual gobernador estadual de Sao Paulo, el socialdemócrata Mario Covas, puso en marcha en 1995, cuando asumió el cargo, un programa para contener la violencia policial, que había alcanzado su clímax en 1992, causando 1.428 muertes.
Las cifras se redujeron, pero volvieron a aumentar en 1999.
El gran problema es la Policía Militar, que "entre 1990 y septiembre de 1999 fue responsable de la muerte de 6.169 personas", afirmó Benedito Domingos Mariano, oidor de la Policía de Sao Paulo.
El cargo de oidor fue creado para combatir las arbitrariedades y crímenes de integrantes de las fuerzas de seguridad pública.
La resolución de conflictos mediante el asesinato es un fenómeno relativamente habitual en la superpoblada ciudad de Sao Paulo, concluyó un estudio del Foro Siglo 21 de la Asamblea Legislativa, el parlamento estadual.
En el interior del estado, el índice de homicidios es 50 por ciento menor que en la ciudad de Sao Paulo, pero el de agresiones que causan lesiones es el doble.
Las peleas tienen consecuencias letales con mayor frecuencia en la capital, donde la tasa de homicidios creció 114 por ciento entre 1983 y 1998, mientras la de agresiones físicas bajó 21 por ciento en el mismo período, según el estudio.
En un intento de frenar la violencia, el presidente Fernando Henrique Cardoso y varios gobernadores estaduales tratan de aprobar leyes para prohibir la venta y el porte de armas de fuego en el país, contra la oposición de empresarios y grupos de opinión. (FIN/IPS/mo/mp/ip/00