Grupos de estudiantes de escuelas musulmanas se embarcaron en Indonesia en una cruzada contra la presunta "decadencia moral" y siembran el terror entre aquellos empresarios que consideran delincuentes.
Surya Sunjaya, quien dirige un restaurante desde hace 23 años y es sospechoso de tráfico de drogas, no teme a la policía porque siempre logra "hacer un trato" con los agentes.
Pero hay otra fuerza a la cual sí teme: los grupos de estudiantes, llamados "santri", que son responsables de acciones, a veces violentas, contra la presunta decadencia moral.
"Tratar con la policía es fácil. Uno se encuentra con ellos, les da dinero y negocio concluido", dijo Surya refiriéndose a las corruptas fuerzas del orden.
Pero los santris no aceptan dinero, como Surya comprobó en carne propia.
Hace una semana su restaurante fue apedreado e incendiado por 250 santris que se autodenominan "Hisbullah" (Fuerza de Alá). Los daños fueron calculados en 215.000 dólares.
El ataque fue perpetrado debido a la convicción de los habitantes de la zona de que el restaurante de Surya se transforma todos los sábados por la noche en una discoteca donde se comercian drogas ilícitas.
La policía concurrió al lugar después del atentado, pero no hizo nada. "Agradecemos a los santris por su preocupación por este tipo de delitos (de narcotráfico). Pero toman la ley en sus manos y eso nos preocupa', se limitó a declarar el jefe de la policía local, teniente coronel Bambag Sudarisman.
La acción de los santris es fomentada por el rápido aumento del narcotráfico en Indonesia, así como otros delitos y males sociales, una tendencia que alarma a líderes comunitarios y religiosos.
Zainal Abidin, profesor del Instituto Islámico Estatal o IAIN, con sede en Bandung, dijo que la historia demuestra que los santris emergen, por lo general, "cuando la sociedad está amenazada de decadencia moral, maldad y otras formas de pecados y debilidades".
En efecto, muchos santris creen que actúan según el Islam, porque el Corán (el libro sagrado de los musulmanes) dice que "si ves el mal, entonces haz algo" al respecto, apuntó un experto.
Durante los últimos tres meses, los santri organizaron grandes manifestaciones en la mayoría de las grandes ciudades, seguidas casi siempre por violentos "operativos" antidroga.
La cantidad de operativos realizados por los santri es difícil de calcular, pero los ataques contra discotecas y lugares nocturnos reciben grandes titulares en los diarios.
Según estadísticas extraoficiales, hay más de 13 millones de consumidores de drogas en este país de 200 millones de habitantes, pero las autoridades creen que la cifra aumenta en torno al cuatro por ciento cada año.
Muchos creen que la policía no intenta frenar seriamente el auge de la delincuencia. Para peor, se multiplicaron las denuncias sobre complicidad policial y militar en el tráfico de drogas.
Hasta el presidente Abdurrahman Wahid admitió que hay funcionarios policiales corruptos y prometió severos castigos.
El problema es de tal magnitud que el jefe de policía de Java oriental, M. Dayat, reconoció que en la academia policial de Porong numerosos cadetes resultaron sospechosos de consumir drogas, y los análisis de sangre de otros 64 encontraron trazas de sustancias ilícitas.
Esto no mejora la imagen de la policía, la cual se cree que protege incluso las redes de prostitución, también objeto de la ira de los santris.
En Tangerang, cientos de santris atacaron y quemaron 25 cabañas que, según dijeron, servían como centros de prostitución en la aldea de Selembarán Jati.
En ese incidente, la policía trató de bloquear el paso de la turba y evitar el ataque, pero uno de los agresores burló la barrera policial, arrojó una botella de gasolina y prendió fuego a una de las cabañas.
Hay millones de "pesantren" (escuelas internado musulmanes) en el país, y muchos de sus alumnos tienen conocimiento de las artes marciales.
Pero la aparición de grupos que toman la ley en sus manos provoca temores sobre el estado de derecho en este país. Los comerciantes en general tienen miedo de abrir sus negocios cuando los santris están en acción.
También existe la preocupación que estos grupos puedan cometer abusos e intimidación en forma indiscriminada.
"Si la gente cree que puede apelar a la violencia para resolver sus problemas se enfrentará con cosas mucho peores", pronosticó Hosma Sitompoel, un conocido abogado penalista.
"Se destruye la propiedad pública, se ignoran los semáforos y la ética no existe porque la violencia lo supera todo. ¿Entonces para qué vamos a la escuela? ¿Por qué concurrimos a las mezquitas o las iglesias?", demandó.
Hosma manifestó su desacuerdo respecto a la opinión de que hay que recurrir a la violencia cuando la ley no funciona. "Si piensan que la ley no sirve, hagan algo para que resulte eficaz", exhortó. (FIN/IPS/tra-en/ky/js/ego/aq/ip/99