EEUU: Gobierno resiste presión para reanudar relaciones con Libia

El gobierno de Estados Unidos resiste la presión de poderosas compañías petroleras que tienen grandes intereses comerciales en Libia y sigue sin normalizar las relaciones con el régimen de Muamar Gadafi.

No obstante, Washington está conforme con los últimos pasos dados por Gadafi, quien entregó a Holanda a dos sospechosos acusados de planificar el atentado con bomba que derribó en 1988 al vuelo 103 de Pan American sobre Lockerbie, Escocia, causando 270 muertos.

Washington también reconoce el decreciente apoyo de Trípoli al terrorismo internacional, demostrado por la expulsión de Libia de la organización extremista árabe de Abu Nidal y el apoyo dado a la Autoridad Nacional Palestina presidida por Yasser Arafat.

Esos pasos son "positivos" y "significativos", declaró el subasistente secretario de Estado de Asuntos del Medio Oriente y Norte de Africa, Ronald Neumann.

"Pero la imagen de las acciones actuales de Libia se están enfocando con lentitud, y nuestra comprensión de las intenciones de Libia o de cómo el gobierno libio se ve en el mundo sigue siendo poco clara", dijo en el Instituto del Medio Oriente, de Washington.

Hasta que Trípoli dé más pasos será prematuro considerar el levantamiento de las sanciones estadounidenses contra ese país, pero "Libia no es Iraq", agregó.

"No pretendemos mantener las sanciones allí hasta que cambie el régimen", como sí se pretende con Iraq, explicó.

El discurso de Neumann, realizado ante un público de diplomáticos y grupos de presión cuyos clientes son compañías ansiosas de ganar dinero con Libia, pareció descartar la posibilidad de mitigar las sanciones a corto plazo.

Por tanto, decepcionó a muchos de los presentes preocupados porque Estados Unidos pierde oportunidades comerciales frente a firmas extranjeras que tienen relaciones normales con Libia desde que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) suspendió las sanciones contra Trípoli en abril.

"Nuestros competidores van con gusto" a Libia, dijo Michael Stinson, ejecutivo de Conoco, una compañía petrolera con sede en Texas y una de varias firmas de este país cuyos intereses en territorio libio están congelados desde hace más de 10 años.

Ahora que los precios del petróleo subieron este año más que en toda la última década, Libia también procura modernizar su infraestructura que se deterioró en los últimos siete años debido a las sanciones.

"Las firmas estadounidenses tendrían vital interés en ese mercado", señaló Stinson.

Estados Unidos es la única potencia occidental que aplica sanciones contra Libia desde que Gran Bretaña decidió normalizar las relaciones con Trípoli el mes pasado.

La relación de Estados Unidos con Libia ha sido de gran antagonismo desde que Gadafi tomó el poder en 1969. En 1979, Washington calificó a Trípoli de estado promotor del terrorismo.

En enero de 1986, el gobierno estadounidense le impuso sanciones económicas luego de acusar a Libia de organizar atentados terroristas en Roma y Viena.

Tres meses después, Estados Unidos bombardeó objetivos libios sobre la costa del Mediterráneo, incluso la propia residencia de Gadafi, tras acusar al líder libio de estar detrás del atentado con bomba contra una discoteca de Berlín occidental frecuentada por soldados estadounidenses.

En 1992, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña lograron que el Consejo de Seguridad impusiera sanciones multilaterales contra Trípoli porque esta se negó a entregar a los dos sospechosos del atentado contra el vuelo de Pan American en 1988 y de derribar a un avión comercial francés en Africa occidental en 1989.

La ONU prohibió los vuelos internacionales desde y hacia Libia, así como la venta de armas, aviones y repuestos a ese país. Trípoli también debió reducir el número de sus diplomáticos en el exterior y limitar sus movimientos.

Pero no fue hasta abril, cuando Gadafi entregó a los dos sospechosos, que Washington y Londres accedieron a suspender las sanciones de la ONU.

Pero Estados Unidos es contrario a retirar las sanciones en forma permanente, y argumenta que Trípoli aún no cumplió con los requisitos de la resolución punitiva de la ONU.

Libia tenía dos grandes razones para entregar a los dos sospechosos, según Mary Ann Deeb, experta de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Por una parte, por primera vez desde principios de esta década, Gadafi logró controlar la situación interna de su país al reprimir con éxito a la insurgencia islámica y a varios levantamientos tribales.

"Entre 1992 y 1998 temía que la entrega de los dos hombres fuera vista como una señal de debilidad en el plano interno. Ahora tiene el control", dijo.

Por otra parte, la crisis económica, causada principalmente por la caída de los precios de petróleo a fines de 1998 y a principios de este año, amenazó con desestabilizar al régimen. Gadafi consideró que debía normalizar las relaciones con las potencias occidentales para recibir inversiones, según Deeb.

Esa estrategia tuvo éxito, según reconoció Neumann. "Podemos esperar que continúe la reintegración de Libia en la comunidad internacional, nos guste o no", declaró. Pero Washington no la apoyará, al menos por ahora, agregó.

"La historia pasada de terrorismo e intervención fuera de sus fronteras no se puede olvidar, y la confianza se debe basar en… el cambio de conducta y en acciones concretas", sostuvo.

Washington cree que Gadafi no tiene tanto interés en normalizar las relaciones con el gobierno como en recibir a las inversiones de Estados Unidos, sobre todo de las compañías petroleras.

Newmann destacó que Estados Unidos, que acusó a Trípoli de construir armas de destrucción masiva en el pasado, quiere que Libia firme la Convención contra las Armas Químicas y que permita inspecciones internacionales en su territorio.

Sin embargo, Herman Cohen, ex subsecretario de Estado para Africa que se reunió varias veces con Gadafi en Trípoli desde 1996, dijo que cree que el líder libio quiere normalizar los lazos con Washington.

"La palabra que más escucho es 'normalización'. Su actitud es 'tenemos que vivir con la potencia hegemónica, no nos gusta, pero queremos dialogar. Queremos normalizar las relaciones' ", aseguró Cohen. (FIN/IPS/tra-en/jl/aq/ip/99

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