La alineación junto a Estados Unidos marcó en gran medida la diplomacia del presidente argentino Carlos Menem y se cree que el sucesor de éste, Fernando de la Rúa, sólo introducirá matices en ese cuadro.
El canciller Guido Di Tella acuñó un concepto para ilustrar el tipo de vínculo que Argentina quería tener con Washington. "Queremos relaciones carnales", dijo el ministro, dando pie a todo tipo de interpretaciones y humoradas.
Los principales lineamientos de la política internacional argentina no variarán sustancialmente con la gestión de De la Rúa, que este viernes reemplazará a Menem en la Presidencia, pero seguramente aparecerán matices en pequeñas dosis, como ya se ha comprobado.
En efecto, el vicepresidente electo Carlos Alvarez advirtió al secretario de Defensa estadounidense William Cohen, en entrevista personal, que toda participación argentina en conflictos internacionales sería decidida por el Congreso.
Otra señal, aún más fuerte, fue dada por la presencia de De la Rúa en el XX Congreso de la Internacional Socialista, que sesionó en París a principios de noviembre. Allí, De la Rúa se reunió como presidente electo con los principales líderes socialistas europeos, muchos de ellos en el gobierno.
Menem comenzó su administración, en 1989, con iniciativas de corte neoliberal inspiradas en políticas del gobierno de Ronald Reagan, en Estados Unidos, y de Margaret Thatcher, en Gran Bretaña.
Para otorgar plena coherencia a esa política, que buscaba atraer capitales y reducir la tasa de riesgo financiero del país, el presidente consideró necesario forjar una fuerte amistad con Washington.
Por su parte, el gobierno entrante, respaldado por la centroizquierdista Alianza, se propone dar parte al Congreso en la política exterior, una decisión que lo distingue de su predecesor.
Menem dispuso por decreto en 1991 la participación de buques argentinos en la llamada Guerra del Golfo, autorizada por la Organización de las Naciones Unidas para desalojar al ejército iraquí de Kuwait. Esa decisión fue duramente criticada por el parlamento, en especial por la oposición.
En el mismo año, Di Tella anunció el retiro de de este país del Movimiento de No Alineados, y en 1992, Argentina se unió a Estados Unidos en la condena de la situación de los derechos humanos en Cuba, tras mantenerse tradicionalmente neutral frente a las propuestas de Washington contra el régimen de Fidel Castro.
La asociación de Argentina con Estados Unidos durante los 10 años de gestión de Menem se mantuvo frente al gobierno del republicano George Bush y al sucesor de éste, el demócrata Bill Clinton.
Esta relación privilegiada, coronada cuando Estados Unidos identificó a Argentina como aliado estratégico, comenzó a ser en los últimos años objeto de análisis e interpretaciones teóricas.
Algunos observadores consideran que la determinación de Menem se encuadra en la filosofía del "pragmatismo", y para otros, se trata de "realismo periférico".
En todo caso, la amistad y la confianza se fue consolidando entre los dos países, y por si no bastaran las palabras, Menem ordenó en los primeros años de su administración el desmantelamiento del proyecto "Cóndor", un programa de desarrollo de misiles que inquietaba a Estados Unidos y a Israel.
Argentina también cultivó la relación con Gran Bretaña, un país con el que restableció las relaciones diplomáticas suspendidas en 1982, a causa de la guerra por las islas Malvinas.
La consecuencia fue el regreso de las inversiones británicas a Argentina y la firma de acuerdos bilaterales para la explotación comercial de la plataforma marítima cercana a las Malvinas. No obstante, Menem no pudo alcanzar su proclamado objetivo de recobrar esas islas, que Argentina perdió en 1833.
Siempre en busca de recuperar la confianza de los inversionistas, Menem encaró la solución definitiva de los últimos contenciosos limítrofes con Chile, un país con el que Argentina comparte una extensa frontera.
De la Rúa no ha previsto desandar el camino. Al igual que frente a otros capítulos resueltos por Menem, como la estabilidad económica, el presidente entrante se remite a los hechos consumados y se propone avanzar sin giros bruscos.
Dirigentes de la Alianza cercanos a De la Rúa señalan que en materia de política exterior, el nuevo gobierno podría tener un mejor diálogo con la Unión Europea (UE), aunque nadie cree que ese acercamiento sea suficiente para vencer la resistencia de los europeos a eliminar sus subsidios a la agricultura.
La cancillería argentina libró durante la gestión de Menem una batalla sin tregua contra las subvenciones y la protección arancelaria que la UE aplica a su sector agrícola.
La administración menemista abrió la economía al comercio y las inversiones y se va sin haber logrado reciprocidad de la UE, que mantuvo virtualmente cerrado su mercado al ingreso de productos agropecuarios.
Algunos grandes productores del campo se ilusionaron al ver a De la Rúa en un buen diálogo con los líderes socialistas europeos durante el congreso de París, pero los sueños tuvieron un abrupto final la semana última, en la fracasada conferencia ministerial de la Organización Mundial de Comercio en Seattle, Estados Unidos.
En Seattle quedó claro una vez más que gobierne quien gobierne en Argentina, el proteccionismo agrícola europeo seguirá siendo un factor de debate para los próximos años.
Brasil, Paraguay y Uruguay, los aliados más cercanos de Argentina, con quienes este país conforma el Mercado Común del Sur (Mercosur), esperan que los obstáculos al desarrollo del bloque cedan gradualmente tras la instalación del gobierno de De la Rúa.
La integración económica del Cono Sur de América no avanzó de manera sustancial en los últimos dos años debido a divergencias macroeconómicas entre los principales socios, Argentina y Brasil, acentuadas por el impacto en la región de las crisis de Asia y Rusia.
Antes del estallido de la crisis financiera internacional, el Mercosur había concretado alianzas comerciales con Bolivia y Chile, y luego se sumó a las negociaciones para la conformación del Area de Libre Comercio de las Américas.
Por último, para marzo se aguarda el comienzo de las conversaciones con la UE para la liberalización del intercambio de bienes y servicios.
De la Rúa deberá pronunciarse en cada episodio del proceso que enfrenta el ex dictador chileno Augusto Pinochet, debido a los estrechos lazos que Argentina tejió con Chile tras superar una histórica rivalidad. Pinochet está detenido en Gran Bretaña y es reclamado por España para ser juzgado por delitos contemplados en la Convención Internacional contra la Tortura.
Los cambios dispuestos por el gobierno de Menem en política exterior parecen haber sepultado en el pasado los tiempos en que Argentina cultivaba un relativo aislamiento, con la neutralidad como norte en el campo de la diplomacia y las fronteras cerradas en lo económico.
De la Rúa deberá señalar ahora los nuevos rumbos, y para comenzar, tomó una decisión que sugiere prioridades en materia de política exterior. El presidente electo eligió a un economista, Adalberto Rodriguez Giavarini, para conducir el Ministerio de Relaciones Exteriores. (FIN/IPS/mv/ff/ip if/99