VOLODIA TEITELBOIM: Los cien años de soledad de América Latina

Tal vez pocos personajes reflejen con tanto rigor la dualidad entre política y literatura como Volodia Teitelboim. A los 83 años, este chileno de origen judío-ruso ha guardado una trayectoria política que lo llevó al Senado, el exilio y la secretaría general del Partido Comunista.

Mantuvo durante décadas la literatura como un amor postergado, hasta que en los últimos años se reinstaló en gloria y majestad en las letras latinoamericanas con sus ensayos sobre Jorge Luis Borges y los tres grandes de la poesía chilena: Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Pablo Neruda.

IPS: Comencemos hablando de literatura. En una votación se estableció que "Ulises", del irlandés James Joyce, es la gran novela de este siglo. ¿Cuál es, a su juicio, la gran novela escrita en este siglo en América Latina?

TEITELBOIM: Me inclino por "Cien Años de Soledad" (del colombiano Gabriel García Márquez), porque es una creación inaudita, que reproduce la realidad trágica y, a la vez, la magia de América Latina, derribando el muro que separa la realidad de la fantasía.

(El escritor chileno) José Donoso alguna vez me dijo que aquel libro era un milagro. Yo creo en los milagros, y no son sobrenaturales, sino que derivan de trasfondos que no aparecen siempre a la vista del público, porque las tendencias literarias suelen imponer cierto modo de mirar al hombre, la naturaleza y el mundo.

García Márquez quebrantó estas líneas de contemplación para revelar algo que parecía arcaico y a la vez muy moderno, y que a mi juicio deriva de raíces muy antiguas de la literatura, porque "Cien Años de Soledad" es un libro de milagros como la Biblia.

Rememora la literatura preclásica española, y seguramente europea, donde los prodigios, las derogaciones de la naturaleza, de las leyes físicas, eran el alimento espiritual del lector de aquel tiempo, donde los hechos extraordinarios formaban parte de su concepción del mundo y de las cosas.

Se podía creer en brujerías, en lo oculto, en mundos inverosímiles, y esto subyace en la mentalidad de la humanidad.

IPS: ¿Podríamos decir también, entonces, que el realismo mágico ha sido un aporte latinoamericano en este siglo?

TEITELBOIN: Sí, pero tiene padres, abuelos y antepasados, y los antepasados están en las literaturas de oriente y occidente muchas veces desconocidas. "Las Mil y Una Noches" puede ser un tío bisabuelo de "Cien Años de Soledad".

También las novelas de caballería, todos esos libros que enumera Cervantes en las primeras páginas del Quijote como leídas por el personaje y que lo llevaron a la locura y que se leían también en la América española, aunque la Corona pronto impidió la importación de libros porque inducían a malos pensamientos.

Porque también derogaban las normas establecidas de la llamada cordura o sensatez.

En ese dominio en que la fantasía se nutre de realidad para convertirla también en fantástica, el realismo mágico es una expresión afortunada que no hay que tomar tan al pie de la letra.

Porque otros escritores latinoamericanos importantes de este siglo, como Alejo Carpentier, hablan de lo real maravilloso, y de pronto apareció un escritor que, refiriéndose a América Latina, dijo que habría que hablar de 'lo real espantoso'. Todas son expresiones adecuadas para la realidad de América Latina.

La tierra de El Dorado, de las zonas encantadas, el paraíso que visualizaron muchos teóricos europeos en el siglo XVI cuando se descubrió este continente para convertirlo en una especie de gran égloga y en la Arcadia feliz, donde se cumplía aquel sueño expresado por Cervantes en el discurso de los cabreros, en el Quijote.

Esa edad feliz, esa edad de oro del pasado en que no había ni tuyo ni mío y todo era propiedad común. Todo eso se atribuyó a América en un momento determinado, cuando el capitalismo todavía no había sido introducido y eso desaparece. Y este continente vive también todos los dramas del mundo contemporáneo.

Además, no se debe idealizar la historia precolombina como una historia no exenta de contradicciones, cuando estaban las Guerras Floridas, un nombre poético para hablar de los sacrificios humanos, de las luchas entre las etnias, entre las tribus, y también de las crueldades como simbología religiosa y como deber impuesto por los dioses.

Por lo tanto, no podemos decir que América fue el paraíso terrenal de verdad, pero muchos aseguran, y posiblemente tengan razón, que este continente fue menos desdichado entonces que ahora.

Así lo sostienen las etnias, los pueblos originarios que quieren volver a sus raíces directas, vinculadas de manera entrañable con la naturaleza, con los ciclos de las estaciones, y con una sabiduría ancestral milenaria. El problema es si todo esto contribuye a la felicidad del hombre o a hacer su vida menos dura.

IPS: Es que en este universo literario del realismo mágico también está el otro componente, una América tal vez modernizada a la fuerza, que tiene violencia, explotación.

TEITELBOIN: Exactamente. "Cien Años de Soledad" no lo oculta. Habla de su país, de Colombia, son cien años de soledad pero también cien años de guerra, de violencia, que sin duda explican y acrecientan el sentimiento de soledad, de desconsuelo de la gente.

Todo eso aparece mezclado también con el afán de sobrevivencia, que deriva en la sensualidad, en la fornicación, en los milagros, en las mujeres que levitan. Es decir, en la maravilla, que la necesita también el hombre, incluso en medio de las mayores desdichas.

IPS: ¿Sigue existiendo esa maravilla al final del siglo?

TEITELBOIN: Yo creo que lo que está pasando, la aldea global, conspira contra esa fuente inagotable de fantasía que nace del subsuelo anónimo de los pueblos.

Porque si se trata de uniformarlos a todos, desde el punto de vista de mentalidad, mediante el mensaje cotidiano que transmiten los medios de comunicación a todos los puntos del mundo, incluso a los lugares más miserables, se trata también de destruir el sentimiento autóctono y la manera de mirar el mundo de otra manera.

Hay un combate por la mentalidad de la gente, para que abandone sus propias raíces, en el fondo lo que se llama su identidad, para ser consumida, atraída y envuelta por esta sociedad consumista con valores del mercado, incluso para aquella gente que no puede consumir en el mercado y lo mira desde fuera.

Para quien 'tener' algo es mucho más importante que 'ser' algo, todo esto es un gran conflicto. (SIGUE/2-M

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