India hará lo posible por aislar aun más al régimen de facto de Pakistán, luego de que la cumbre de la Commonwealth (Comunidad Británica de Naciones) censurara el golpe de Estado que llevó al poder al general Pervez Musharraf.
Los jefes de gobierno de las 54 ex colonias británicas que integran la Commonwealth, reunidos en Durban, Sudáfrica, censuraron el lunes el «derrocamiento inconstitucional» del gobierno de Nawaz Sharif y suspendieron a Pakistán de los consejos de la organización.
Pero la estrategia de India contra Pakistán podría ser contraproducente, especialmente si Nueva Delhi se pone a la defensiva sobre la zona de Cachemira, disputada por Islamabad.
Mientras India y Estados Unidos comienzan negociaciones ministeriales en Londres sobre seguridad, entre otras cosas, el primer ministro Atal Bihari Vajpayee dijo que Estados Unidos debería endurecer su posición contra los gobernantes militares y que «la consideración de la democracia no está en primer lugar» en la política del presidente Bill Clinton.
La cumbre de Durban, que finalizó el lunes, resolvió que «no se acordará legitimidad alguna para el régimen militar» paquistaní. También exigió «el restablecimiento sin demora del gobierno civil democrático» y que Sharif «sea liberado inmediatamente y se observe el imperio de la ley en Pakistán».
La resolución fue en parte consecuencia del sentimiento antimilitar en muchos gobiernos de la Commonwealth, algunos de los cuales sufrieron golpes de Estado últimamente.
Nigeria, por ejemplo, condenó los golpes militares en general y la brutalidad de la dictadura del general Sani Abacha que gobernó al país desde 1993 hasta su muerte en junio de 1998.
India no logró que Pakistán fuera suspendido completamente de la Commonwealth en Durban porque argumentó que Sharif era un primer ministro electo y estuvo cerca de juzgar la política interna de otro estado, algo que la Carta de la organización no permite.
Además, India corre el riesgo de sufrir interferencias en sus propios asuntos.
La declaración final de la cumbre de Durban establece que los países de la Commonwealth se comprometen a «ayudar a evitar o resolver conflictos por medios pacíficos».
Esa frase puede causar problemas para Nueva Delhi respecto de Cachemira y los estados del noreste como Nagaland, en los que hay movimiento separatistas, que el gobierno reprimió con la fuerza.
El gobierno de Vajpayee cree que su estrategia actual es la mejor manera de mejorar las relaciones con Washington después de los combates con Pakistán por la zona de Kargil, en Cachemira, que causaron más de 1.000 muertos este año.
Estados Unidos, de manera poco habitual, tomó partido por India y dijo que Pakistán violó el status quo entre los dos países de Asia meridional, ambos con capacidad nuclear. Hubo pruebas de que guerrilleros paquistaníes cruzaron la Línea de Control que separa al territorio de Cachemira.
Las relaciones entre Estados Unidos e India mejoraron desde entonces, ya que Washington manifestó su inquietud por el «terrorismo fronterizo» y por el financista saudita Osama bin Laden, al que acusa de terrorismo y exige su extradición de Afganistán, aliado de Pakistán.
Nueva Delhi cree que puede atrapar a Washington en su propia retórica de combatir el terrorismo y promover la democracia.
El fin de semana pasado el canciller Jaswant Singh llegó a decir que la «creación de un clima internacional de presión (contra Pakistán) es el primer paso» antes de reanudar el diálogo con Islamabad.
India se negó a reconocer el gobierno de Musharraf y condicionó el diálogo bilateral con Pakistán a que éste retire su apoyo al terrorismo.
Pakistán «debe dejar de llamar a la guerra santa desde todas partes, todos los días y por todas las organizaciones», exhortó el canciller indio.
La negativa de Nueva Delhi a hablar con Musharraf no responde a una aversión general hacia los gobernantes militares. India negoció sin problemas con regímenes autoritarios de Indonesia, Medio Oriente y América Latina, e incluso con el general Zia-ul- Haq, el último dictador de Pakistán.
El «terrorismo fronterizo» tampoco es nuevo. Pakistán ha apoyado, armado y entrenado durante mucho tiempo a los guerrilleros islámicos y otros que exigen la independencia de Cachemira.
La aversión hacia el general Musharraf tiene tres orígenes, dos de ellos en Pakistán y uno centrado en Estados Unidos.
Nueva Delhi piensa que Musharraf fue el verdadero arquitecto de la incursión en Kargil y que algunos miembros de su nuevo Consejo de Ministros, como el ex canciller Abdus Sattar, siguen una línea dura contra India.
Observadores de Pakistán negarían ese argumento y afirmarían que el gabinete de Musharraf es variado, incluso con representantes de grupos liberales de la sociedad civil, pero debido a las sospechas y rivalidad de India y Pakistán, los argumentos negativos prevalecen sobre los más equilibrados.
Sin embargo, lo más importante parece ser la esperanza de Nueva Delhi de sacar provecho de la situación de Pakistán para comenzar una relación o «sociedad» estratégica exclusiva con Washington.
Esto le permitiría reducir la tensión respecto de Cachemira y la delicada cuestión nuclear.
Este enfoque está muy lejos de la posición no alineada que India profesó durante muchos años hasta comienzos de los años 90, pero Nueva Delhi apuesta todo a esta difícil táctica.
Corre el riesgo de ganarse la antipatía de la opinión pública que favorece la conciliación y la paz, no sólo en Pakistán sino también en India.
También agrega una peligrosa hostilidad a las tensas relaciones con Islamabad Esto presenta consecuencias peligrosas, sobre todo debido al poder nuclear de ambos países.
Además, si el gobierno de Musharraf perdura y gana cierta legitimidad gracias a políticas «populistas», será sumamente difícil tratar con Islamabad.
Finalmente, India no tiene mucho que ganar a largo plazo con una relación demasiado cercana con Washington. Los interses de ambos países y sus habitantes difieren mucho y probablemente una «sociedad estratégica» entre ellos no sería justa ni igualitaria.
Aunque ésta podría satisfacer el deseo de la elite india de ser reconocida por una superpotencia y realizar acuerdos nucleares con ella, no promovería la seguridad humana en Asia meridional ni en el resto del mundo. (FIN/IPS/tra-en/pb/an/at/aq/ip/99