IPS: Los expertos dicen que el patrimonio histórico debe ser sustentable y rentable, que no hay sociedad que soporte esa carga material que implica mantenerlo. ¿Bajo qué premisas es posible salvar el patrimonio cultural en Cuba y qué hacen otros países de América Latina?
LEAL: Hasta 1994, nosotros actuamos siempre con presupuesto del Estado para concretar planes de restauración. Pero a partir de entonces, la crisis económica se hizo sentir con mucha fuerza.
Un decreto ley de octubre de aquel año dio a la Oficina de Historiador, entre otras cosas, capacidad de crear un sistema de desarrollo económico en el Centro Histórico de La Habana Vieja.
Así surgió Habaguanex, que es nuestra compañía para el desarrollo turístico, que administra y dirige hoteles, mercados, restoranes y una red de tiendas, todo lo cual produce recursos para la tarea de la restauración.
Eso nos permitió crear dos compañias constructoras, un departamento de arquitectura para redactar proyectos y un Plan Maestro para dirigir, estudiar y analizar antes de tomar cualquier decisión.
Gracias a esto pasamos en los cinco años transcurridos desde octubre de 1994 a la fecha de una necesidad absoluta a una capacidad de autogestión que hoy estamos ejercitando plenamente.
IPS: ¿El capital de Habaguanex es íntegramente cubano?
LEAL: Es 100 por ciento cubano. Ahora hay inversiones, por ejemplo en hoteles, que se han realizado con participación de capital extranjero, pero siguiendo el esquema de que la proporción accionaria favorece a la Oficina del Historiador.
Partimos del principio, que hemos defendido mucho y que es preocupación del jefe de Estado (Fidel Castro), de que La Habana Vieja se restaure sin venderse, que bajo ningún concepto se venda o enajene el patrimonio del país, en este caso, el patrimonio histórico y artístico.
IPS: Pero el inversionista busca la ganancia al día siguiente, mientras la cultura va a las raíces. ¿Usted diría que esta contradicción está resuelta en Cuba?
LEAL: Hay una lucha diaria. Nosotros no hemos resuelto todos nuestros problemas económicos y estamos asediados por personas que nos ofrecen villas y castillos a cambio de que accedamos a demoler, por ejemplo, un conjunto de edificios en el Malecón (muro que bordea un buen trecho de la costa habanera) para levantar torres, lo cual sería más rentable.
Los terrenos valen más, nos dicen, que lo que está construido. Pero nosotros hemos defendido rabiosamente ese Malecón histórico, y ya comienzan a verse los resultados de la batalla que estamos librando allí con el apoyo de algunos organismos internacionales.
IPS: ¿Cuáles son sus recetas para proteger esta gran empresa que usted dirige de la corrupción en la administración pública?
LEAL: Pienso que lo primero es recordar continuamente que grandes obras como las que hemos emprendido requieren de una espiritualidad y una mística que no puede abandonarnos nunca.
El dinero y la riqueza no puede suplir de ninguna manera los valores éticos y morales. Esto es fundamental. A pesar de que pueda causar risa y parecer un pensamiento idealista o pequeño burgués, no cabe la menor duda de que los valores espirituales y morales de la gente no pueden ser cambiados por nada.
Mis colaboradores y yo tratamos de mantener en alto esa espiritualidad, de recordarnos que somos gente de la cultura, que en grandes aprietos tuvimos que buscar un sustento económico para nuestros sueños.
IPS: ¿Ha sentido en algún momento que debió hacer concesiones culturales que pudieran resultar graves?
LEAL: Todos los días los seres humanos tenemos que hacer concesiones. Hay momentos en que la concesión es no quedarme en la cama por la mañana, porque me siento agotado y quisiera una hora más de descanso, pero no puedo. Aun las grandes causas requieren concesiones, pero no de principios, decisivas.
Lo que hay que tener son controles. Debemos, ante el acecho de la corrupción, permanecer vigilantes. Uno no se puede descuidar, tiene que atacar las cosas cuando nacen y no cuando se desarrollan.
A partir de ahí, como ni yo ni muchos de mis colaboradores estamos dotados de una vocación empresarial, hemos tenido que aprender, con humildad, y, sobre todo, aceptar el yugo cotidiano de hablar y tratar temas que no eran habituales cuando estabamos bajo protección o subvencionados.
IPS: ¿Y cómo se siente metido en este doble traje de, por un lado, historiador y rescatador de cultura y, por otro, empresario?
LEAL: Me siento aprisionado por una gran responsabilidad y por el concepto de que no puedo defraudar la confianza que me ha dado la nación.
IPS: Rescatar el patrimonio junto con su comunidad, hacer que ésta viva y palpite dentro de este gran museo, ¿no resulta más costoso, teniendo en cuenta la cantidad enorme de problemas que hay que solucionar para hacer habitable el lugar?
LEAL: Si, Disneylandia sería más fácil, pero menos atractivo y no tiene para mí ningún sentido. Precisamente, como me tocó vivir en un proceso social definitorio, en una revolución social de gran alcance, no puedo ver ningún fenómeno desligado de la cuestión social y humana.
En este sentido, creo que el encanto de lo que llevamos a cabo hoy está precisamente en haber borrado esa frontera y haber establecido un proyecto participativo.
No se trata de restaurar para crear un centro turístico, sino para preservar la cultura y, al mismo tiempo, para que las familias que habitan aquí puedan mejorar sus condiciones de vida. (SIGUE/3-E