El invierno boreal se aproxima amenazante para los más de 30.000 refugiados indios que huyeron de los combates entre India y Pakistán por la localidad de Kargil, una de las zonas habitadas más frías del planeta, en el disputado estado de Cachemira.
Según cifras oficiales, 48 personas murieron y 72 más quedaron discapacitadas por los cohetes paquistaníes que bombardearon a Kargil durante las 10 semanas de guerra sin declarar que concluyeron en junio en la frontera entre ambos países.
Pero las estadísticas no mencionan el drama de las más de 30.000 personas que representan un tercio de la población mayormente musulmana chiíta de Kargil, que huyeron de sus hogares para buscar refugio, muchos de ellos sólo con lo que llevaban puesto.
El trabajador social Gulzar Hussain explicó a IPS que a cada familia de refugiados se les prometió un paquete mensual de siete kilos de arroz, dos de trigo y cinco litros de keroseno. Así mismo, cada persona recibiría cinco dólares mensuales.
Pero como la ayuda no se materializó, Hussain dirigió una delegación de refugiados a Nueva Delhi para exigir al primer ministro Atal Bihari Vajpayee el cumplimiento de la promesa.
Hussain asegura que no hay diálogo entre el ejército de Kargil y la población local, cuyas tierras productivas se convirtieron en emplazamientos para pesadas armas de guerra. «El costo de una de esas armas bastaría para atender nuestras necesidades básicas», sostuvo.
Las fuerzas indias en Kargil intentaron mantener abierta la estratégica carretera entre las localidades de Srinagar y Leh silenciando a la artillería paquistaní y a los «infiltrados» apoyados por Pakistán que invadieron el territorio indio. De todas maneras, el hielo y la nieve cerrarán esa vía entre mediados de este mes y febrero, un período del año difícil para los residentes.
El ministro de Obras del Estado, Q.A. Akhoon, nacido en Kargil, informó que algunos de los refugiados se atreven a volver a sus deshabitadas aldeas para recuperar sus pertenencias, pero que se marchan rápidamente para evitar los ocasionales cohetes paquistaníes.
A medida que se acerca el invierno, en los campamentos crece la sensación de pánico entre los refugiados que no tienen dinero para adquirir alimentos o conseguir una vivienda adecuada en la zona.
La situación no es mucho mejor para quienes perdieron sus casas por el intercambio de artillería fronteriza en otras partes del disputado estado de Cachemira a donde se extendió el conflicto de Kargil, como en Chhamb, Palanwala, Rajouri y Poonch.
Cuando se desencadenaron los combates, los refugiados de estas zonas fueron alojados en edificios escolares vacíos durante las vacaciones veraniegas. Pero ahora que las escuelas están funcionando y continúan los ocasionales ataques de artillería, no tienen a dónde ir.
Ali Zaman, de la aldea de Idkot en el distrito de Kupwara, trasladó a su familia y su ganado a los bosques después de que 19 cohetes atacaron el lugar en un solo día en mayo.
«Hubo una época en que la presencia del ejército indio nos daba seguridad. Ahora son atacados por el ejército paquistaní y por guerrilleros (apoyados por Pakistán) y nosotros estamos en el medio del fuego», comentó.
Los más perjudicados entre los desplazados son los nómadas gujjars, en el sector de Poonch, quienes tradicionalmente migran a las zonas altas de las fronteras montañosas para alimentar al ganado.
Este año, muchos perdieron sus animales debido a las balas y la falta de alimentos, pero las autoridades no los cuentan entre los desplazados por sus hábitos migratorios.
Veintidós aldeas de esta zona fueron blanco de fuertes ataques que obligaron a los habitantes a buscar lugares más seguros y, en algunos casos, a escalar picos de más de 4.000 metros de altura. «Más de 95 por ciento de la población sigue en el mismo lugar», informó el ministro Akhoon.
Las familias refugiadas no tienen escuelas ni clínicas médicas, indicó una ginecóloga integrante de la delegación ante Nueva Delhi.
Para la burocracia, los desplazados por la guerra de Kargil son sólo los últimos que huyeron de las matanzas en Cachemira, a la cual Pakistán e India se disputan por medios violentos desde hace más de 50 años.
Una década atrás, pandits (hindúes) cachimires, amenazados por fundamentalistas islámicos y guerrilleros que buscan la independencia de Cachemira, huyeron a las llanuras abandonando sus hogares y empleos ancestrales.
El gobierno alentó la partida de los pandits prometiéndoles que volverían una vez que la guerrilla se aplacara, pero eso nunca ocurrió y la mayoría permanece en campamentos para refugiados.
La no gubernamental Comisión Nacional de Derechos Humanos calculó este año que 49.000 familias hindúes y sij abandonaron el valle de Cachemira entre 1990 y 1997, frente a 1.468 familias musulmanas.
Los desplazados y los refugiados suelen ser las víctimas olvidadas de la guerra. En Cachemira son una proporción cada vez mayor de la población, con o sin guerra. (FIN/IPS/tra-en/pb-rdr/an/aq/pr/99