La globalización cambió la fisonomía campesina que América Central presentaba hace 30 años, dando paso a ciudades más modernas, con grandes bancos, centros comerciales, vehículos de doble tracción, una vergonzosa pobreza y una creciente informalización.
Dentro de toda esa etapa de cambio, cinco países de América Central (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica) lograron incrementar significativamente sus exportaciones, con un crecimiento promedio de 10 por ciento entre 1990 y 1996, y la captación de inversión externa.
El producto interno bruto regional creció alrededor de 3,9 por ciento anual entre 1990 y 1997, y se controló la inflación.
Así mismo, América Central ha dejado de exportar solo productos de postre, como café y banano, para vender también confecciones, bienes no tradicionales y alta tecnología.
Pero tanto organizaciones sindicales como empresariales de la región hacen una valoración negativa de este proceso, al cual los gobiernos contribuyeron con la reducción del aparato del Estado, la venta de activos públicos, tratados de libre comercio y sensibles rebajas de la protección arancelaria.
Marco Vinicio Ruiz, presidente de la Federación de Cámaras de Industrias de Centroamérica (Fecaica), considera que la globalización ha propiciado el surgimiento de empresas orientadas a la exportación, como las agroindustriales o las de alta tecnología, en primer lugar la transnacional de microchips Intel.
El caso de Intel en Costa Rica es un buen ejemplo de que el libre mercado no siempre produce un efecto de "lluvia que moja a todos". Las ventas al exterior de la empresa, con solo dos años de instalada, superan el 30 por ciento de las exportaciones totales del país, pero aún no se vincula con la industria local.
Esto significa, según Ruiz, que las empresas instaladas en el país generan hasta ahora oferta de empleo, pero no se abastecen de materia prima o servicios locales y, por lo tanto, el efecto de su presencia no se deja sentir.
La globalización generó también el nacimiento de empresas que operan a escala centroamericana, que han desplazado capitales de un país a otro con el fin de disputar el mercado regional, de 35 millones de habitantes, y ubicarse antes de que lo hicieran otras de fuera de la región.
Finalmente, quedan las transnacionales, que han comprado en la región empresas muy rentables.
No obstante, el grueso del sector productivo centroamericano está conformado por micro, pequeñas y medianas empresas, de menos de cien empleados. En Costa Rica, por ejemplo, constituyen 94 por ciento del total.
En Nicaragua, las microempresas constituyen 95 por ciento del total y en El Salvador el 32,3 por ciento. Honduras es el país en el cual el sector de las grandes empresas es más fuerte, con 27,7 por ciento, según datos de Fecaica.
"A pesar de las nuevas formaciones, la base del sistema productivo centroamericano siguen siendo la mediana y pequeña empresa, que son las que más sufren con la globalización y, por tanto, la que más apoyo necesitan de los gobiernos", dijo Ruiz.
El empresario costarricense indicó que con apoyo estatal, la pequeña industria es la más fácil de reconvertir, haciéndola más eficiente con nueva maquinaria y tecnología de producción, pero en los países centroamericanos no está sucediendo así.
"Lo que estamos viendo es un aumento de la informalidad en las actividades empresariales debido a la dificultad de competir con cargas sociales elevadas", afirmó.
Carlos Molina, representante para América Central de la Confederación Latinoamericana de Trabajadores (CLAT), considera que esa es, precisamente, una de las peores consecuencias del proceso de apertura: la informalización del trabajo y, por consiguiente, la pérdida de garantías laborales.
"La globalización ha ocasionado en el istmo una pérdida y precarización del empleo", dijo Molina, quien recordó en América Latina el 80 por ciento de los puestos de trabajo se han trasladado a la economía informal, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Un estudio preliminar de la OIT sobre los precios y salarios en América Central, Panamá y República Dominicana, indica que entre 1990 y 1996 la ocupación en sectores modernos aumentó 5,82 por ciento anual, pero en promedio, 40 de cada cien nuevos empleos se crearon en el sector informal de la economía.
Molina atribuyó la precarización del empleo al establecimiento de las zonas francas industriales, que sustituyen la producción nacional, aprovechan el bajo precio de la mano de obra y mantienen al trabajador sólo por periodos de algunos meses.
El representante de CLAT aseguró que la globalización también ha modificado los mercados de trabajo y ha logrado flexibilizar la legislación laboral.
Como ejemplo, mencionó los casos de Honduras y Nicaragua, donde se busca anular la contratación colectiva mediante convenciones para sustituirla por la relación individual.
Y recordó que en Costa Rica se puso en duda la constitucionalidad de las convenciones colectivas y ahora se espera el dictamen de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.
La globalización "está diseñada para beneficiar a las grandes potencias y los países centroamericanos están en gran desventaja", concluyó Molina.
Ruiz expresó una opinión coincidente. "La pequeña y mediana empresa tienen más dificultades que antes, porque el arancel promedio para el ingreso de mercancías de terceros mercados está ya en 15 por ciento, uno de los más bajos del continente", dijo.
El empresario reclamó a los gobiernos que definan un plan de apoyo tecnológico y crediticio para este sector tan importante, ya que "la gran tragedia de la globalización es que, sin intervención estatal, unos pocos se hacen muy ricos y muchos terminan muy pobres".
El 80 por ciento de la población centroamericana ha vivido en condiciones de pobreza y extrema pobreza durante décadas por la inequidad, la falta de educación, las guerras y ahora la precarización del empleo.
El estudio de la OIT, que compara salarios mínimos industriales y acceso a la canasta básica alimentaria, señala que en Honduras un trabajador puede comprar sólo un tercio de los alimentos necesarios para su subsistencia.
Y en Nicaragua, el informe indica que en ese país se necesitan 14 horas de trabajo para comprar un kilogramo de carne de segunda.
Edelberto Torres Rivas, un historiador guatemalteco "formado intelectual y emocionalmente bajo los dictados de la guerra fría", resumió para el informe Estado de la Región 1999, la visión de un centroamericano que vivió las luchas del istmo de hace 25 años y ve las de dos décadas después.
"Centroamérica experimenta un ramillete de desafíos contradictorios: fortalecer al Estado como garantía del orden democrático (…) fortalecer al mercado sin olvidar que la mitad de la gente sobrevive por debajo de la línea de pobreza", dijo.
"Está planteado el ejercicio de la participación política de sectores tradicionalmente apartados, cuyas demandas no deben afectar la productividad económica y la competitividad internacional, meta superior en cuyo provecho se sacrifica todo", añadió. (FIN/IPS/mso/ag/dv/99