AUSTRALIA: Encuestas predicen triunfo de la monarquía el sábado

Australia decidirá este sábado en un referéndum si pone fin a dos siglos de lazos coloniales con la monarquía británica, establece una república y remplaza la jefatura de Estado de la reina Isabel II por un presidente.

Según los analistas, la imagen de Australia en Asia y el Pacífico podría dañarse si, como indican las últimas encuestas de opinión, el país vota por mantener los lazos con Gran Bretaña.

El sábado, seis años después de que el entonces primer ministro Paul Keating iniciara el debate republicano, 12 millones de australianos tendrán la oportunidad de votar sobre el tema.

"De hecho, Australia siempre corre el riesgo de que nuestras expectativas de tratamiento igualitario o de aceptación de los demás países de la región se frustren por la manera en que… interpretan nuestra relación con la monarquía británica", dijo Rawdon Dalrymple, ex embajador australiano en Indonesia.

La monarquía "nos expone a la identificación… como un clon y sustituto europeo y británico en el sudeste de Asia", agregó Dalrymple.

Actualmente, la Constitución australiana otorga poderes a la reina y a su representante, el gobernador general, pero establece que serán ejercidos por este último.

La mayoría de las normas que regulan la actuación del gobernador general no están escritas y obedecen a convenciones. Incluyen el poder de destituir a un primer ministro que haya perdido la confianza de la Cámara de Representantes y de disolver el parlamento luego de la destitución.

No hay nada escrito en la Constitución actual que, por ejemplo, impida que la reina designe al príncipe Carlos como gobernador general y que luego él realice un golpe de Estado como comandante en jefe de las fuerzas armadas.

En el modelo de república propuesto en el referéndum del sábado, la Constitución daría los poderes de la reina y el gobernador general al presidente.

El presidente podría ser destituido por el primer ministro mediante notificación por escrito, pero este último debería buscar la aprobación de la Cámara de Representantes en un período de 30 días.

Pero a pesar de que la causa republicana tiene el apoyo de cuatro ex primeros ministros, laboristas y conservadores, las encuestas de esta semana indican que la medida para reemplazar a la reina Isabel II como jefe de Estado no tendrá éxito.

Una encuesta reveló el martes que 56 por ciento de los encuestados rechazarían el cambio en el referéndum, en comparación con 46 por ciento un mes antes. El apoyo para la república cayó de 49 por ciento a 41 por ciento.

El primer ministro, John Howard, conocido por su firme posición monarquista, realizó una activa compaña para derrotar la propuesta republicana. "Sabemos que el sistema actual funciona. Es muy seguro", dijo en una entrevista radial esta semana.

El surgimiento imprevisto de un republicanismo a favor de elecciones directas complica aún más las cosas y plantea un desafío a los republicanos convencionales.

Según el modelo republicano propuesto por el referéndum, el presidente sería designado por una mayoría absoluta de dos tercios del parlamento.

Pero los republicanos a favor de elecciones directas quieren que el presidente sea elegido mediante el voto popular y afirman que los políticos no saben qué es mejor para el país.

Los monarquistas capitalizaron esta división entre los republicanos y afirmaron que el voto afirmativo para la república descartará la posibilidad de un presidente elegido directamente.

Los republicanos respondieron diciendo que el voto negativo significará que el tema de la república estará fuera discusión durante años.

"Si Australia se convirtiera en una república, la mayoría de sus habitantes no aceptarían no participar directamente en la selección de la persona que simbolizará la nación y la representará ante el mundo y ante sí misma", escribió Robert Manne, profesor adjunto de la Universidad La Trobe, en el periódico The Age.

"Para la gente común, especialmente en una época apolítica como la nuestra, la sencilla pero profunda idea de soberanía popular todavía importa mucho", dijo Manne.

Dalrymple advirtió sobre las consecuencias regionales de un voto negativo contra la república el sábado.

"¿Quién nos creerá si no ponemos fin a la monarquía y luego decimos que eso no afecta la posición de Australia como país completamente independiente?", preguntó.

"Ningún australiano estará conforme con el hecho de que se nos vea como un país de segunda clase bajo la reina británica, una especie de satélite de una potencia imperial marchita".

"Esto daría crédito a la clase de críticas que el Sr. Mahathir (Mohamad, primer ministro de Malasia) y otros en el este de Asia nos hacen al decir que sólo somos europeos de segunda clase trasplantados y que no encajamos en el vecindario", agregó.

El ex jefe del Departamento de Relaciones Exteriores y Comercio, Richard Woolcott, que regresó de un viaje a Gran Bretaña, concordó con las opiniones expresadas por Dalrymple.

"Observé que a los conservadores británicos les sorprende la posibilidad de que se pierda el referéndum (por la república)", dijo a la emisora Australian Broadcasting Corporation (ABC).

Woolcott señaló a la ABC que esa opinión también le había sido manifestada por el ex secretario de estado de Estados Unidos, Henry Kissinger.

"Dijo que entrar en el siglo XXI como una monarquía sería bastante incoherente con el papel internacional que Australia quiere desempeñar y señaló que incluso en Gran Bretaña la monarquía está perdiendo cada vez más importancia", comentó.

Myint Zan, conferencista de derecho internacional en la Universidad de Deakin, dijo que un voto a favor de la república sería un buen augurio para Australia.

"Si la poco probable posibilidad de una república australiana se concretara, los australianos habrían hecho uno de los cambios constitucionales más importantes de este siglo", dijo.

"También reivindicarían el lugar que por derecho tienen en la región de Asia y el Pacífico, donde está una parte significativa del futuro de Australia", agregó Zan. (FIN/IPS/tra-en/si/js/at/aq/ip/99

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