Tres convenciones internacionales sobre ambiente nacieron de la Cumbre de la Tierra, organizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1992 en Río de Janeiro, pero una de esas hermanas ha quedado relegada.
Las convenciones sobre Biodiversidad y Cambio Climático, que se vinculan con intereses de los países ricos, reciben gran atención internacional, pero no ha ocurrido lo mismo con la Convención de Lucha contra la Desertificación (CLD), aprobada en 1994 y vigente desde fines de 1996.
La ClD tiene un grave defecto según los brasileños: no fijó metas, y por lo tanto no es posible medir el cumplimiento de los compromisos que contiene.
Por eso Brasil propuso durante la Tercera Conferencia de las Partes de la CLD, que concluye este viernes en la ciudad nororiental brasileña de Recife, que se establezca el compromiso de fijar objetivos concretos en la próxima conferencia, que se llevará a cabo en Bonn en el año 2000.
El ministro de Medio Ambiente brasileño, José Sarney Filho, sostuvo que deben fijarse metas a cumplir entre el 2001 y el 2010 en materia de recursos hídricos, bosques, energía, evaluación y rescate de conocimientos tradicionales sobre áreas secas y sistemas de alerta temprana sobre desastres climáticos.
Sarney planteó que también será necesario elaborar indicadores que permitan evaluar los avances en esos rubros.
Parlamentarios de 28 países, reunidos en un foro propio el lunes y el martes en Recife, criticaron a los países ricos por otorgarle menor importancia a la CLD que a las convenciones sobre Biodiversidad y Cambio Climático.
La desertificación "no puede quedar en segundo plano, queremos que su convención tenga un estatuto idéntico al de las demás", declaró el diputado senegalés Abdoulaye Bathily.
Las tres convenciones han sido "tratadas de modo distinto, con énfasis muy desiguales, porque la desertificación es un problema de los pobres", apuntó el brasileño Fernando Ferro, quien añadió que "los prejuicios y el menosprecio" también se manifiestan dentro de cada país, contra las áreas afectadas.
Parte de la responsabilidad corresponde, por lo menos en Brasil, a muchos políticos de las áreas afectadas o amenazadas por la desertificación, quienes explotan el problema con fines electorales pero no impulsan medidas efectivas para combatirlo, añadió.
Los parlamentarios criticaron a Estados Unidos por no ratificar la CLD, eximiéndose de los compromisos fijados en ella y de la obligación de aportar fondos a los países cuyas tierras se vuelven cada vez menos fértiles.
Los legisladores decidieron fundar un Foro de Miembros de Parlamentos, de carácter permanente, que se reunirá todos los años en forma paralela a las conferencias de partes de la CLD.
También se comprometieron a reclamar que se permita a los países afectados canjear su deuda externa por inversiones en el combate a la erosión y la desertificación, y que se realicen donaciones a los países pobres para que puedan enfrentar en forma más eficaz esos procesos.
El alivio de la deuda de los países más pobres en 70.000 millones de dólares anunciado por representantes de la Unión Europea sólo beneficiará la lucha contra la desertificación en forma indirecta, y por lo tanto parcial, indicaron.
Es difícil obtener más dinero de los donantes, porque la desertificación es "un viejo problema" y los países ricos arguyen que han aportado recursos para combatirlo desde hace mucho tiempo, apuntó Takao Shibata, presidente asistente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) de la ONU.
Las cuestiones relacionadas con la biodiversidad y el cambio climático son, en cambio, problemas nuevos en escala planetaria, y la comunidad internacional considera que se justifica destinarles nuevos rubros y recursos, explicó.
El FIDA ni siquiera ha logrado que se le asignen los tres millones de dólares anuales que considera indispensables para sus gastos administrativos como gestor del Mecanismo Global, un organismo de coordinación creado para movilizar y canalizar recursos destinados a la ejecución de proyectos en países pobres.
Shibata indicó que la agencia dispone solamente de un millón de dólares por año y dos funcionarios para llevar a cabo esa tarea, e informó que el FIDA se comprometió a destinar diez millones de sus fondos para la aplicación de la CLD.
El Mecanismo Global "no correspondió a nuestras expectativas", lamentó Hudson Gabaitse, ministro de Agricultura de Botswana, uno de los países africanos cuyo territorio incluye grandes desiertos.
Los delegados europeos a la conferencia enfatizaron que sus países realizan importantes contribuciones a la lucha contra la desertificación desde antes de que se aprobara la CLD.
Alemania lo hace "desde mediados de los años 80" y más de 60 por ciento de los proyectos bilaterales en este campo de los cuales participa, por un total de 575 millones de dólares, se destinan a Africa, informó el director general del Ministerio de Cooperación alemán, Hans-Dietrich Lehman.
Lehman destacó la ayuda de 3,4 millones de dólares otorgada a diversos países, en su mayoría africanos, para que prepararan planes nacionales contra la desrtificación presentados durante la conferencia.
La delegación de Gran Bretaña afirmó que ya existe "un sustancial apoyo implícito a esta convención" en sus acciones corrientes de cooperación, y señalaron la importancia de la ayuda que brindan a los países afectados.
Planteos similares fueron realizados por los representantes de Finlandia, Francia, Japón y otros países industrializados.
El cambio climático amenaza a los países ricos y la biodiversidad seduce por la riqueza que representa, pero las acciones en el marco de la CLD no resultan atractivas para los donantes internacionales, señaló Heitor Matallo Junior, quien coordina la elaboración del Plan de Acción brasileño contra la desertificación.
Sin embargo, hay un fuerte argumento ético y social a favor de la CLD, la cual "es la única convención que pone los pobres en el primer lugar de la agenda del desarrollo y el medio ambiente", recordó Edward Lowassa, ministro de Estado de Tanzania.
Sarney también subrayó el "carácter humanitario" de la CLD, e indicó que esa convención se vincula con un problema que "no necesita comprobación científica ni se sentirá solo dentro de 150 años", como el recalentamiento del planeta. (FIN/IPS/mo/mp/en ip/99