AMBIENTE: Gobiernos subestiman amenaza de la desertización

Las pérdidas que la desertización ocasiona cada año en el mundo ascienden a 42.000 millones de dólares y 10 millones de hectáreas, pero sigue siendo, de hecho, un problema subestimado.

Datos alarmantes fueron divulgados en la Tercera Conferencia de las Partes en la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación que se celebra en Recife, una gran ciudad del Nordeste brasileño, hasta el día 26.

Las pérdidas anuales incluyen 10 millones de hectáreas y 24.000 millones de toneladas de suelo, dijo el secretario ejecutivo de la Convención, Hama Arba Diallo. Se trata de un fenómeno que afecta a 30 por ciento de las tierras del planeta o 70 por ciento de las áreas secas.

La amenaza es directa para 1.000 millones de personas, un tercio de las cuales están en vías de verse obligadas a abandonar sus tierras en un "exilio ambiental".

Por una asimetría perversa, la casi totalidad de esas personas residen en países pobres o en desarrollo, lo que dificulta aun más una solución, pues exigiría ayuda internacional.

Las inversiones necesarias para contener ese fenómeno y recuperar áreas cultivables aún son poco precisas. Los cálculos varían de 10.000 a 22.000 millones de dólares anuales en las próximas dos décadas, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Pese a la gravedad de sus efectos, la desertización no ha merecido la atención requerida.

En Brasil, serían necesarios 2.000 millones de dólares anuales en dos décadas para atacar con eficacia la degradación de las tierras secas, pero el presupuesto del próximo año sólo asigna 60 millones, se lamentó el ministro de Medio Ambiente, José Sarney Filho, anfitrión de la Conferencia.

Brasil es uno de los países que más sufre el problema en América Latina, con un octavo de su territorio susceptible de desertización y 18 millones de habitantes amenazados en el Nordeste, zona mayoritariamente semiárida donde se concentra la pobreza.

El desastre es mayor en Africa, donde 65 por ciento de las tierras agrícolas sufren la degradación, dijo Klaus Toepfer, director ejecutivo del PNUMA.

Pero el problema está diseminado por el mundo, en grados distintos. Ochenta por ciento del territorio de Uzbekistán es desierto o semidesierto, con dunas móviles que ocupan un millón de hectáreas, informó Anatoly Ovchinnikov, jefe adjunto del Servicio Hidrometeorológico del país.

Las perspectivas de invertir la tendencia a la expansión son negativas.

La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación "lleva gran rezago en relación a sus hermanas", las referidas al cambio climático y la biodiversidad, dijo la jefa de la delegación de Guyana, Alison Drayton, en nombre del Grupo de los 77, que nuclea a países en desarrollo, y China.

La crítica tuvo como blanco los países industrializados, que no estarían cumpliendo los compromisos asumidos en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Rio de Janeiro en 1992.

Los países en desarrollo aportaron dos de cada cinco dólares aplicados en la ejecución de programas y convenciones en materia de ambiente, sacrificando "otras prioridades permanentes como salud y educación", destacó Drayton, quien reclamó "mayor reciprocidad" de las naciones industrializadas.

Los países industrializados, nucleados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), "firmaron la Convención pero nunca se comprometieron a financiar directamente su aplicación", añadieron las organizaciones no gubernamentales reunidas en un foro paralelo en Recife.

Estas organizaciones reclamaron a la Conferencia de las Partes "aportes adicionales y suficientes" de los países de la OCDE para la ejecución de los programas de acción contra la desertización ya adoptados o en elaboración en el Sur en desarrollo, especialmente en Africa.

Además, demandaron la cancelación de la deuda externa de los países más pobres y, para las restantes naciones en desarrollo, la conversión de la deuda en programas de desarrollo sustentable y de reducción de la pobreza.

El ministro brasileño de Medio Ambiente declaró esperar de la Conferencia de Recife la aprobación de un mandato para la "ejecución efectiva" de la Convención.

Brasil defiende la definición de metas para la próxima década, especialmente en relación a energía, recursos hídricos y forestales, conocimiento tradicional de sistemas de suelo y alerta temprana de desastres naturales, con indicadores para evaluar los avances. (FIN/IPS/mo/mj/en dv/99

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