Para miles de miembros de las etnias minoritarias de Perú, contar con servicios básicos como energía eléctrica y agua resulta un verdadero milagro. Pero esto ya es posible aplicando los avances tecnológicos en energías renovables, como los paneles solares.
Los pobladores de Soplín Vargas -una remota comarca de los secoya de la selva amazónica, a cuatro días de navegación del siguiente poblado-, cuentan desde hace un año con alumbrado eléctrico garantizado por 20 años, sin pagar por el servicio ni el mantenimiento de los equipos.
Como ellos, cientos de pobladores de remotos poblados, en su mayoría quechua-hablantes, aymarás y nativos amazónicos, han logrado iluminar sus casas y sus calles, e instalado refrigeradores solares.
En ellas guardan medicamentos y vacunas para hacer frente a enfermedades que antes causaban muchas muertes.
"Estamos llegando a las zonas más alejadas del país, donde nunca antes se había llegado", dice Willy Alarcón, asesor de Proyectos del Grupo de Apoyo al Sector Rural, dedicado a la investigación científica y tecnológica, difusión y promoción de las fuentes renovables de energía: agua, viento, sol y biomasa.
"El año nuevo lo recibí navegando por el (amazónico río) Putumayo, con un calor espantoso y una soledad infinita, pero una comunidad aguaruna estaba esperando los equipos", añade.
El Grupo depende del Departamento de Ingeniería de la Universidad Católica, que desde su creación en 1985 ha realizado una importante labor de promoción social entre pobladores rurales y ha construido una casa ecológica en el campus universitario de Lima, que recibe más de 10.000 visitantes al año.
Allí se muestran tecnologías empleadas para la satisfacción de necesidades en el sector rural, sin contaminar el ambiente, que incluyen una vivienda antisísmica de adobe, aerogeneradores, aerobombas, calentadores solares, paneles fotovoltaicos, riego tecnificado, cocina mejorada a leña, refrigeradora de leña, licuadora manual, reciclado casero de papel y biohuerto.
La casa cuenta con su propio vehículo ecológico , que utiliza energía solar y cuatro baterías, y alcanza una velocidad de 60 kilómetros por hora.
Más que mostrar lo que hace en las zonas más alejadas del país, la idea es "demostrar a los visitantes urbanos que es posible completar el ciclo ecológico haciendo que la tecnología se complemente con las necesidades, para obtener una casa autosostenida tanto en alimentación como en energía", afirma Miguel Hadzich, responsable del Grupo.
Conformado por un equipo mutidisplinario, el Grupo recibe constantes pedidos del interior e incluso de países vecinos, como Bolivia, para la utilización de los recursos naturales con fines energéticos.
"Para eso nos trasladamos al lugar y evaluamos las horas de sol, la dirección de los vientos, su intensidad, la cantidad de agua, la biomasa. Y en base a ello elaboramos un primer informe técnico, que debe ser revisado por los interesados para su aprobación", dice Alarcón.
"Si ésta se produce, elaboramos el proyecto de factibilidad final", añade.
Después viene la tarea más difícil: conseguir el financiamiento, porque al ser tecnologías nuevas y los lugares distantes, los costos, muchas veces, son altos. "Pero dado el caso, ayudamos a los futuros beneficiarios a conseguir el apoyo de organismos técnicos cooperantes", afirma Alarcón.
La labor del Grupo es tan reputada, que cuentan con el apoyo de Holanda, Alemania, agencias de cooperación técnica de Estados Unidos, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial y numerosas empresas locales, como Southern Perú, la primera empresa del país.
El Ministerio de Salud le encargó la construcción e instalación de 256 paneles solares para varios poblados de las zonas en extrema pobreza del país, que se suman a los 50 que instalaron el año pasado.
Se han destinado 150.000 dólares exclusivamente para paneles y refrigeradores solares para las áreas rurales, dando prioridád a las comunidades campesinas ubicadas a más de 3.000 metros de altura y las comunidades de la selva amazónica.
"Somos la esperanza de pueblos donde no es posible tender redes de electrificación ni contar con agua de regadío", dice Alarcón, mientras muestra aerobombas que extraen agua desde 20 metros de profundidad y elevarla hasta 10 metros, y aerogeneradores, que proporcionan hasta un kilovatio de potencia.
Los habitantes de Soplín Vargas pueden dar testimonio de esto. El transporte de combustible para los generadores termoeléctricos usados en los lugares alejados era imposible por su alto costo, ya que a esa comarca sólo se llega por río, y pocos comerciantes estaban dispuestos a enfrentar sus aguas turbulentas.
"Pero nosotros estamos dispuestos a aceptar ese y muchos otros retos", dice Alarcón, quien indica que para instalar los paneles en Soplín Vargas, los técnicos viajaron por avión de Lima a Iquitos, de allí por tierra más de 12 horas y después se embarcaron en una travesía por río que duró cuatro días.
Muchos de los equipos usados por el Grupo existen en el mercado, pero deben ser adaptados a las condiciones de cada lugar, utilizando al máximo materiales locales. "Aquí hay un equipo para cada necesidad y si no existe, lo creamos", asegura Alarcón. (FIN/IPS/zp/ag/dv/99