ARGENTINA: Tragedia aérea evidencia inseguridad de aeropuerto

La mayor tragedia aérea en la historia argentina, ocurrida este martes con un saldo de al menos 80 muertos, empujó a la superficie un caso sin respuesta desde hace muchos años: la inseguridad de un aeropuerto ubicado en la capital.

Una falla en la turbina izquierda impidió el martes de noche remontar vuelo al Boeing 737 de Líneas Aéreas Privadas Argentinas (LAPA) que corría por la pista del aeropuerto de cabotaje Jorge Newbery. Su destino era la provincia de Córdoba, 700 kilómetros al noroeste de Buenos Aires.

El avión continuó su carrera por tierra a 250 kilómetros por hora, rompiendo las rejas que limitan el aeródromo, atropelló dos automóviles que esperaban luz verde sobre la lindera Avenida Costanera y arrastró de todo a su paso hasta chocar contra un talud de un campo de golf junto al Río de la Plata.

La nave, que había recorrido más de 200 metros, se incendió, y unas 15 personas, entre pasajeros y tripulantes, lograron bajar por la manga de la puerta trasera, evitando que las llamas los fundieran con los hierros retorcidos del aparato.

El episodio causó honda conmoción en la opinión pública y entre dirigentes políticos, pero no tomó por sorpresa a dirigentes de asociaciones de pilotos y a expertos en materia de seguridad aérea, quienes reconocieron que esperaban un accidente.

El presidente Carlos Menem propuso hace tres años construir una aeroísla en el Río de la Plata, de manera de sacar el aeropuerto de la ciudad. Pero la oposición se resistió, por temor a que el proyecto diera lugar a maniobras de corrupción.

Los comandantes de aerolíneas aprovecharon el impacto del accidente para señalar que, más allá de dudas sobre la viabilidad financiera del proyecto de Menem, la tendencia mundial es a construir aeródromos sobre espejos de agua, para evitar futuras edificaciones en el entorno.

Un ex dirigente de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéras, Gonzalo Ortiz, comentó que el avión de LAPA se detuvo a sólo 10 metros de una gasolinera y de un conjunto de restaurantes que fueron levantados en los últimos años, limitando el espacio para las maniobras de despegue y acercamiento.

La ubicación del aeropuerto Jorge Newbery "es absolutamente inadecuada", señaló Ruiz, y advirtió que algún día, una aeronave tendrá que aterrizar sobre uno de los restaurantes o aparecerá de nariz por la ventana de uno de los clubes privados abiertos frente al río, a 200 metros de las pistas.

"Siempre esperamos esto", admitió otro comandante, Guillermo Alais, ex presidente de la asociación que nuclea a los pilotos civiles. Y no por fatalismo, aclaró, sino porque el aeropuerto dela capital está sobresaturado de aviones.

"Todas las ventajas de un aeropuerto a 10 minutos del centro se transforman en desventajas desde el punto de vista de la seguridad", dijo Alais, y cuestionó la cantidad de vuelos en un aeropuerto construido hace 40 años cuya capacidad no ha variado.

"El tráfico es muy intenso y hoy las aeronaves son muy grandes, lo que requiere una operación muy ajustada", señaló. En cuanto al proyecto de aeroísla, explicó que no basta con hacer un aeropuerto en un descampado, sino que también debe evitarse la radicación de edificios y pobladores en el lugar.

"En Miami, el Aeropuerto Internacional fue construido en medio de la nada y ya hay casi una ciudad alrededor, por eso la tendencia mundial es hacia la construcción de aeropuertos sobre el agua", agregó Alais.

El comodoro Juan José Guiraldes, que fue director del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en la periferia de Buenos Aires, señaló hace menos de tres meses que mantener el Jorge Newbery en su actual emplazamiento implicaba aceptar la posibilidad de accidentes en una zona densamente poblada.

El terreno circundante "no permite ninguna ampliación (de las pistas), lo que impide cumplir con normas internacionales de seguridad", observó Guiraldes, también ex presidente de la compañía Aerolíneas Argentinas, en una carta al diario La Nación.

La politización del debate sobre la aeroísla propuesta por Menem impidió la discusión sobre los riesgos de mantener el aeropuerto donde se encuentra. Algunos consideran que, en lugar de construir un nuevo aeropuerto, los vuelos de cabotaje podrían ser destinados a Ezeiza, fuera de la capital.

Los observadores señalan que los usuarios frecuentes se resisten a aceptar el traslado. Entre ellos hay muchos legisladores que viven en el interior del país, como ocurría en Washington, donde los miembros del Congreso se negaban a renunciar al aeropuerto National, ubicado dentro del perímetro de esa capital.

El accidente de este martes no es el primero en el aeropuerto Jorge Newbery. En 1946, un avión se estrelló contra el vecino muelle de pescadores, y en 1958, un aparato chocó contra los árboles de la avenida que corre junto al Río de la Plata.

En 1971, 1980 y 1995, tres aviones cayeron al río. Sólo en un caso el accidente se produjo dentro de los límites del aeropuerto, en 1961.

Los urbanistas también coinciden en señalar que el sitio no es el adecuado, aunque algunos de ellos observan que el problema reside especialmente en las construcciones que fueron autorizadas a su alrededor, después de inaugurado el aeropuerto.

La Organización de Aviación Civil Internacional sostiene que en un radio de cuatro kilómetros de los aeropuertos no puede haber construcciones de más de 45 metros de altura, pero hay edificios de más de 15 pisos en los barrios cercanos a la terminal de Buenos Aires.

La Fuerza Aérea advirtió este mismo año que el Newbery no permite operar de acuerdo con las normas de la Organización de Aviación Civil, que depende de las Naciones Unidas.

La Aeronáutica informó que, mientras las condiciones del aeropuerto permiten 116.000 vuelos al año, se realizan 134.000, con un movimiento de más de seis millones de pasajeros cada año.

La longitud de las pistas es, además, insuficiente para admitir aviones del porte de los Boeing 737. Por eso, los vuelos son desviados al aeropuerto de Ezeiza en caso de malas condiciones climáticas. (FIN/IPS/mv/ff/tr/99

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