Apartados del ruido que generan los conflictos comerciales dentro del Mercosur, un grupo de técnicos de Argentina avanza en un plan de adecuación de la calidad de los alimentos a las normas internacionales, para convertir al bloque subregional en una potencia exportadora mundial.
Los expertos consideran que, por la abundancia y la calidad de sus alimentos, el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) debería prepararse para atender una demanda creciente de Asia, particularmente de China y de India.
El programa, financiado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), consiste en fortalecer la tarea de quienes en Argentina procuran conocer y difundir las normas internacionales que aseguran a los consumidores la inocuidad de los alimentos.
Y permiten, a su vez, remover las barreras artificiales que impiden o frenan el comercio.
Las normas fueron elaboradas por los países miembros de FAO y recogidas en el Codex Alimentarius, de jerarquía superior a los códigos nacionales existentes en los países que suelen tomarlo como patrón, incorporando permanentemente los nuevos aportes científicos y técnicos.
Cecilio Morón, oficial principal de Política Alimentaria y Nutrición de FAO, dijo a IPS que el Codex tuvo su primera versión en 1962, pero sus normas adquirieron trascendencia desde 1995, cuando se creó la Organización Mundial de Comercio (OMC), que lo adoptó como base para dirimir disputas comerciales.
El Codex "recomienda" a los países medidas de higiene para los alimentos y fija límites tolerables para los aditivos, restos de plaguicidas o contaminantes, de modo de defender el derecho del consumidor a un producto sano y nutritivo.
"Argentina es uno de los principales exportadores de alimentos del mundo, y por eso pidió ayuda técnica a FAO", como forma de transitar por un camino más seguro en el comercio mundial, señaló Morón.
A su vez, el Codex es cada ves más una suerte de sello de calidad al que están adhiriendo otros países al adaptar sus normas. Brasil fue el primero en América latina en pedir a FAO ayuda técnica para un programa de las mismas características, luego Chile y Argentina, y Uruguay lo está gestionando.
Paraguay tuvo un programa limitado al control de los alimentos. En América Central y en la región andina se estudia realizar programas similares, pero en forma regional.
El plan, que comenzó en Argentina en abril de 1998 y finaliza en octubre, "fue un éxito", según Morón. El punto de contacto local con el Codex, en la Secretaría de Agricultura, logró armar una red de contactos en 16 de las 24 provincias del país, mediante seminarios, conferencias y talleres de capacitación.
De esta forma, participaron organismos gubernamentales, organizaciones no gubernamentales, profesores universitarios, empresarios y asociaciones de consumidores. "El programa superó las expectativas, porque se hicieron más seminarios de los previstos", destacó Morón.
El objetivo de la normativa no apunta sólo a proteger al consumidor, sino que procura también una práctica más equitativa en el comercio regional e internacional que remueva las trabas no arancelarias que impiden a algunos países el acceso a los mercados.
El ingeniero argentino Adán Traverso, de la Dirección de Promoción de Calidad de los Alimentos en la Secretaria de Agricultura, puso un ejemplo de su funcionamiento.
Argentina se destaca como segundo productor mundial de maní después de Estados Unidos. El Codex admite la presencia de un hongo llamado aflatoxina en el maní, en una proporción de 20 partes en un billón.
En la última cosecha la producción argentina estaba por debajo de ese límite -sólo 12 partes estaban contaminadas- pero la Unión Europea (UE) estableció que sólo compraría maní con dos partes infectadas en un billón.
Argentina, a través de la Secretaría de Agricultura, intervino activamente en la remoción de esta barrera hasta conseguir que el límite aceptado por la UE aumentara a 15 partes por billón.
La disputa se zanjó en favor de la producción argentina, porque la OMC tomó como base el Codex Alimentarius.
Traverso subrayó las diferencias existentes entre el Codex y las Normas ISO. El primero garantiza que un alimento sea sano, nutritivo, genuino e inocuo desde el punton de vista científico, en cambio la inspección ISO la llevan adelante empresas privadas y es de tipo comercial.
Esto implica que puede haber empresas certificadas por el Codex y no por las normas ISO y viceversa.
Por ejemplo, Traverso relató el caso de una inspección realizada recientemente en cinco plantas procesadoras de pescado en Chile. Todas tenían certificación ISO pero solo dos operaban de acuerdo a las normas del Codex.
Argentina tiene su propio Código Alimentario desde 1993, que en muchos aspectos, como el del azúcar, es un calco del Codex, y en otros mejor, dijo Traverso. En el caso del límite tolerable de residuos de plaguicidas, el máximo local es menor al internacional, por las buenas prácticas agrícolas en el país.
Para Morón, el plan impulsado por FAO en Argentina no sólo permitió constituir una red nacional de contactos y una ley que creó un sólo código para todo el país federal, sino que también fue una plataforma para la mayor participación argentina en la elaboración de nuevas normas del Codex.
"Es extraordinario el salto que dio Argentina en la participación en los grupos de discusión, y esto tiene relación directa con el proyecto de FAO", aseguró el funcionario.
El Comité del Codex crea grupos técnicos de trabajo para la discusión de proyectos de normas. Argentina, que estaba al margen de este debate y se limitaba a recibir y aplicar normativa, interviene ahora en 12 grupos de trabajo y coordina uno -el de leches fermentadas- en el que intervienen 35 países.
El desafío, ahora que se acerca la finalización del programa, es el seguimiento de los objetivos logrados. Para eso, FAO propicia la creación de un Comité Nacional del Codex, que debe continuar la tarea iniciada por el proyecto de manera ya institucionalizada por la ley argentina. (FIN/IPS/mv/ag/dv/99