/Ciudades de América Latina/ PERU: La basura, un negocio limpio

El basurero independiente Martín Chamaya detuvo su triciclo en una calle de Los Olivos, en el norte de la capital de Perú, recogió las bolsas negras de plástico que aguardaban su paso y llamó a la puerta de sus clientes para cobrar el servicio.

Chamaya cobra unos 66 centavos de dólar por semana. Tiene unos 40 clientes en este humilde barrio limeño. Su servicio garantiza a los usuarios que no se amontonará basura frente a sus hogares a la espera del imprevisible paso del camión recolector del Municipio.

Chamaya solo contribuye a resolver una parte mínima del problema de la basura no recogida por los camiones municipales en Los Olivos y los restantes ocho distritos que constituyen el Cono Norte de Lima, donde viven 1,3 millones de los siete millones de habitantes de esta capital.

"Los montículos de basura son hoy parte del paisaje urbano del Cono Norte, porque los municipios carecen de recursos logísticos suficientes y planificación adecuada", dijo Oswaldo Cáceres, experto de la organización no gubernamental Alternativa, que estudia el problema de los desechos sólidos en Lima.

Alternativa elabora un plan maestro para el manejo de los residuos sólidos del Cono Norte de Lima, que pretende activar la participación de los distintos actores involucrados en la gestión ambiental, tanto autoridades como vecinos.

La mitad de los habitantes de Lima viven en zonas periféricas marginales como el Cono Norte, cuyos habitantes han resuelto los problemas básicos de vivienda, energía eléctrica, agua y alcantarillado. Pero la limpieza urbana es aún deficitaria.

El crecimiento de la demanda, que responde a la acelerada expansión urbana, restó posibilidades de atención adecuada a la limpieza pública, que hasta ahora se consideran de exclusiva responsabilidad municipal, comentó Cáceres.

La población del Cono Norte genera unas 900 toneladas diarias de basura, de las que solo 80 por ciento son recogidas por los camiones municipales. Las 180 toneladas restantes se acumulan frente a las viviendas, en avenidas troncales y en terrenos baldíos, creando problemas sanitarios y ambientales.

Ese es el escenario en el que trabajan Chamaya y un número impreciso de basureros informales "tricicleros" que cobran directamente a los usuarios, para realizar una función por la que los vecinos pagan en sus tributos municipales.

Antes, Chamaya transportaba las bolsas unos 800 metros y las arrojaba en el medio de una avenida convertida en basurero por los vecinos, pero fue descubierto por agentes municipales que le amenazaron con quitarle el triciclo si continuaba haciéndolo.

Por eso, ahora pedalea un poco más y lleva la basura hasta el corralón de un "recalador" (reciclador informal), que se la compra.

El recalador no le paga mucho, apenas el equivalente a medio dólar por "triciclada". "Tal vez si fuera basura de un barrio rico me pagarían mas", dice Chamaya, quien, sin embargo, está contento con la solución que le permite deshacerse de la incómoda carga de los dos o tres viajes que hace por día.

Ese corralón es la primera fase del reciclaje de los desechos sólidos urbanos, que se realiza en la actualidad de modo informal en Lima. El recalador carece de licencia municipal para su negocio pero asegura que paga impuestos por la venta de basura clasificada, comprada por "acopiadores" especializados.

Una treintena de tricicleros, e incluso algunos camioneros del servicio municipal, dejan basura en el corralón donde 17 mujeres y algunos niños y niñas trabajan para el recalador, dueño o inquilino del baldío convertido en depósito de desechos.

Las mujeres y los niños clasifican y separan a mano los desechos, que son agrupados en lotes de plásticos, vidrios, artículos metálicos, papeles y telas, que son revendidos para su reciclaje industrial.

Los residuos orgánicos (restos de comida) se acumulan en cilindros para los "chancheros" (criadores de cerdos), y algunos artefactos, vestimentas y calzado rescatables hallados en la basura son adquiridos por los denominados "cachineros", que los revenden para que sean usados por segunda o tercera vez.

Pero no hay mucho para los cachineros en las barriadas del Cono Norte, pues sus empobrecidos habitantes botan a la basura muy pocas cosas aprovechables.

Los recaladores venden, con factura, los desechos a los acopiadores especializados en hierro, cobre, plásticos, vidrios o papeles, que llegan en destartalados camiones, y los comercian, por peso, a los depósitos formales que trabajan para las fábricas que los utilizan como insumos trasformables.

"La industria requiere miles de toneladas de insumos cada mes, parte de las cuales son extraidos de la basura por los 'rescatadores' que operan en los vertederos municipales o en depósitos de recaladores informales", dijo Oscar Espinoza, del Instituto de Promoción de la Economía Social (IPES).

"Se calcula que las fábricas de cartón compran entre 1.500 y 2.500 toneladas de ese material por mes, pagando cerca de 75 dólares por cada una, en tanto que las acerías y fundiciones adquieren alrededor de 10.000 toneladas de hierro en chatarra", añadió.

Cáceres señaló que entre 50 y 60 por ciento de los residuos sólidos urbanos pueden ser reciclados. Con la basura llegan también desmonte, tierra, escombros y productos orgánicos que todavía no tienen utilidad industrial.

El plan maestro que elabora Alternativa se propone promover técnicas y condiciones de manejo mancomunado de residuos sólidos entre los nueve distritos del Cono Norte, mediante la implementación y operación de una planta de transferencia y con la participación de empresas privadas en la recolección.

Por otro lado, pretende también promover la gestión comunitaria a través de un programa de información y sensibilización ciudadana y servir de base para el diseño de un plan metropolitano de manejo de residuos sólidos.

Por su parte, el IPES promovió el año pasado una interesante experiencia de reciclaje doméstico de basura entre los niños de 50 colegios estatales, de los cuales 17 pertenecen al Cono Norte.

Los alumnos fueron adiestrados en las escuelas para identificar los objetos recuperables, separarlos y acopiarlos en la escuela, y crearon "cajas ecológicas" en sus casas con los residuos orgánicos, que utilizaron como abono en las áreas verdes de sus barrios.

Según Cáceres, en cada escuela los alumnos lograron recolectar residuos reciclables que fueron vendidos por sumas que oscilaron entre 300 y 1.000 dólares al año, según el número de participantes. (FIN/IPS/al/mj/en dv/99

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