LIMA – Casi seis años después de la rendición de Abimael Guzmán, jefe del grupo guerrillero Sendero Luminoso, nadie sabe con precisión en Perú cuántos son ni dónde están los miles de huérfanos generados por la violencia política.
Un sector disidente de Sendero Luminoso ignoró la orden de rendición y aún prosigue la lucha armada, pero la guerra iniciada en 1980 terminó en 1994, un año después de la pública rendición de Guzmán, dejando un saldo de 28.000 personas muertas o desaparecidas, producto de operaciones del ejército o la guerrilla.
Además, el Ministerio de Justicia calcula que 1.000 niños fueron muertos por los guerrilleros o el ejército, 3.500 quedaron lisiados y 250 fueron declarados desaparecidos.
Por último, entre 40.000 y 50.000 menores perdieron a sus padres, de los cuales alrededor de 5.000 encontraron refugio en orfanatos y "aldeas infantiles" a cargo de entidades oficiales y privadas.
Grimaldo Ríos, del no gubernamental Centro de Promoción y Desarrollo Poblacional, señaló que la mayoría de los niños y adolescentes que perdieron a sus padres pertenecían a familias campesinas y que "el fuerte sentido de solidaridad comunal de la cultura andina permitió que fueran acogidos por sus parientes y vecinos".
"Pero generalmente no pudieron recibir ayuda adecuada ni suficiente de sus parientes y vecinos, porque ellos también eran víctimas de la violencia", añadió el experto, y muchos debieron escapar a las ciudades, convirtiéndose en desplazados.
Muchas niñas huérfanas fueron llevadas a ciudades por personas que las convirtieron ilegalmente en empleadas domésticas, en tanto que numerosos varones emigraron por su cuenta a las ciudades de la costa, en donde han engrosado las bandas de "niños de la calle", que sobreviven cometiendo hurtos menores. —-