AMERICA LATINA: No todos los pobres son iguales

Los gobiernos de países en desarrollo como los de América Latina gastan grandes sumas de dinero en programas de alivio a la pobreza, a menudo infructuosos, mientras cada vez más expertos señalan el error de considerar que todos los pobres son iguales.

La representante en Perú del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Kim Bolduc, dio un claro ejemplo de esta diferenciación cuando presentó a la prensa el Informe Mundial sobre el Desarrollo Humano.

Entonces, Bolduc preguntó a los periodistas qué posibilidades le ofrece el mundo globalizado a una mujer mayor de 35 años que vive en el campo, es analfabeta, no tiene ingresos fijos y habla quechua, en contraposición a mujeres con los mismos ingresos pero más instruidas, que viven en ciudades y hablan español.

Aunque unas y otras sean consideradas pobres, de acuerdo con los indicadores, las segundas estám en mejores condiciones que las primeras.

"Es que al analizarse otras variables de la pobreza, como empleo, salud, vivienda y educación, se ingresa inevitablemente en un tema mucho más amplio que es la exclusión social", dijo el economista Carlos Figueroa, del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, institución privada peruana.

La Universidad del Pacífico es una de las entidades que auspicia un cambio en los mecanismos de medición de la pobreza. Con ese fin, congregó a más de un centenar de investigadores, académicos y expertos internacionales en un taller internacional para analizar la pobreza y la inequidad en América Latina.

Durante el debate, los participantes reconocieron la carencia de herramientas de medición de suficiente complejidad para identificar a los más pobres y sus necesidades, y la falta de consulta directa con las poblaciones pobres para conocer la efectividad de los programas de alivio a la pobreza.

Si no se cuenta con estadísticas confiables, métodos de consulta directa a la población ni sólidos instrumentos de información y evaluación, no será posible determinar el impacto real de los programas de alivio o si éstos llegan a la población que en realidad los necesita, concordaron los expertos.

Para Figueroa, un buen punto de partida al elaborar dichos programas es reconocer que no todos los pobres son igualmente pobres. Ello permite enfocar el problema desde otra dimensión, la de la propia perspectiva del pobre.

"Un poblador pobre sabe reconocer la diferencia que existe entre él y su vecino", aseveró.

"Con este método se trata de conocer lo que ellos piensan y lo que realmente necesitan. De ese modo, se encaminará mejor el gasto y disminuirá la brecha entre los que requieren determinados recursos y los que no, que en la actualidad son repartidos indiscriminadamente entre todos los pobres", señaló.

Según el Banco Mundial, otro auspiciante de la reunión, 45 por ciento de la población de América Latina padece diversos grados de pobreza, pues reciben el equivalente de un dólar diario o menos. Mientras, el cinco por ciento más rico recibe más de 50 por ciento de los ingresos totales de la región.

Otro asunto vinculado con la pobreza es la inequidad o injusta distribución de la riqueza, que, de acuerdo con el PNUD, se ha profundizado en vez de mejorar.

"En el último decenio hemos presenciado un aumento en la concentración del ingreso, los recursos y la riqueza entre gente, empresas y países", según el último Informe sobre Desarrollo Humano anual, elaborado por esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas.

El PNUD calculó la proporción entre el ingreso de la quinta parte de la población mundial que vive en los países más ricos y de la quinta parte que vive en los países más pobres en 74 a uno en 1997, mientras que siete años antes, en 1990, era de 60 a uno.

Sin embargo, los niveles de desigualdad que se observan en América Latina son mucho mayores que los observados en países con similares niveles de ingreso.

Brasil, Chile y México son los que ostentan los niveles más exagerados de desigualdad, a juicio de los expertos que participaron en la reunión de la Universidad del Pacífico.

Uno de los rasgos más notables de la inequidad latinoamericana es la enorme brecha que existe entre las familias que pertenecen al diez por ciento más rico y las demás.

"Entre los grupos de ingresos medios las brechas no son muy marcadas, pero entre el diez por ciento más rico y el diez por ciento siguiente hay un verdadero abismo", expresó Pierre Werbrouck, del Banco Mundial.

Los expertos analizaron también las diferencias sociales entre los grupos con mayor éxito económico y el resto. Los jefes de familia del diez por ciento más rico tienen al menos tres años más de educación que los del nivel siguiente. Pero con los del grupo más pobre, la diferencia es de más de siete años.

El dato ratifica los resultados de otros estudios de organismos internacionales que señalan que la pobreza en América Latina no es sólo un problema político o de enfrentamiento entre capital y trabajo, sino de patrones educativos y culturales, estructura familiar y deficientes oportunidades.

La Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) calculó que por cada año menos de educación existe un 30 por ciento menos de oportunidades de salir de la pobreza o lograr niveles de vida más altos.

La CEPAL también consideró que la maternidad precoz es sinónimo de pobreza porque resta oportunidades de educación a la mujer.

Otro dato significativo analizado durante la reunión fue el empleo femenino. En el nivel más rico, tres de cuatro mujeres trabajan fuera del hogar, mientras que en el nivel más pobre sólo 40 por ciento mujeres perciben algún ingreso.

Ellas están dedicadas mayoritariamente a tareas domésticas que no son valoradas económicamente. (FIN/IPS/zp/mj/dv/99

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