Desde el rectorado de la Universidad Austral de Valdivia, 830 kilómetros al sur de Santiago de Chile, el economista Manfred Max-Neef echa una mirada crítica al siglo que finaliza y no oculta cierto pesimismo frente al próximo.
Creador de los principios de la Economía Descalza y de la Teoría del Desarrollo a Escala Humana, Max-Neef recibió en 1983 el premio Nobel Alternativo del Parlamento de Suecia. En 1993 fue candidato independiente a la presidencia en Chile, apoyado por una coalición de grupos ecologistas y organizaciones sociales y juveniles.
Max-Neef, autor de ocho libros y con más de un centenar de ensayos y artículos traducidos a varios idiomas, es miembro del Consejo Ejecutivo del Club de Roma y de otras entidades científicas y ambientalistas europeas y de Japón, además de profesor internacional en universidades de Europa y de Estados Unidos.
IPS: ¿Cuáles son a su juicio los lastres fundamentales con que la humanidad entra al nuevo siglo?
MAX-NEEF: Yo diría, en primer lugar, la codicia, la destrucción del sentido de comunidad y, paradójicamente, la incomunicación humana en una era llena de aparatos destinados a provocar una aparente o eventual comunicación.
A todo eso yo agregaría que acabamos este siglo consagrándonos como seres absolutamente fragmentados. Lo urgente, precisamente, es que todos vuelvab a ser seres integrados, capaces de comprender su relación con los demás y su relación con el entorno.
IPS: Civilización o barbarie, ¿cuál de estos dos elementos predominará en el mundo y particularmente en los países en desarrollo?
MAX-NEEF: No me gustan mucho esas dicotomías tan absolutas. Pienso que practicamente no hay otra alternativa que reaccionar frente a las paradojas que hemos acumulado. Vale decir, el siglo XXI es un siglo solidario y ecológico o no hay siglo XXI.
Ya hemos rebasado límites fundamentales para nuestra sustentación como especie. Pero todavía tendremos que enfrentar algún colpaso bastante espectacular para reaccionar y modificar la dirección de nuestro camino y ser, más allá de barbarie o civilización, una sociedad que recupera su sentido común.
IPS: ¿Cuál es ese sentido común?
MAX-NEEF: Recuperar la humildad y reconocer que nosotros no somos los dueños ni los amos del mundo sino una parte de la naturaleza. Y que incluso, si nosotros (la especie humana) desapareciéramos, a la naturaleza no le pasaría nada. En cambio, sin la naturaleza, nosotros desaparecemos también.
Creo que también debemos recuperar la humildad en nuestra relación con el resto de los seres humanos, y eso sólo es posible si uno regresa a lo que yo llamo la escala humana. Hoy en día estamos dominados dramáticamente por gigantismos que no tienen precedentes en la historia de la humanidad.
Se presume que mientras más grandes las cosas, mejores van a ser. Y lo que ocurre es que cuando más grandes son las cosas, las organizaciones y las instituciones, mucho más grandes son los problemas y los desastres.
Ya tuvimos el problema de las vacas locas en Inglaterra y este año observamos en Europa los problemas de la dioxina y de la Coca- Cola.
El retorno a la escala humana es la única posibilidad de que la persona vuelva a tener sentido, vuelva a tener presencia, vuelva a tener nombre y no sea simplemente un ente abstracto o una mera información estadística.
IPS: Como economista, ¿usted cree que el sistema económico imperante podrá terminar en América Latina con problemas sociales tales como la pobreza?
MAX-NEEF: No, de ninguna manera, pero absolutamente no. Las evidencias de que este modelo provoca exactamente lo contrario son muy contundentes.
Este es un modelo concentrador. La fusión de gigantescas empresas es parte de la concentración. Hoy día el quintil (20 por ciento) superior del mundo se apropia de más de 80 por ciento del producto y el quintil más bajo apenas de 1,4 por ciento.
En 1960, la diferencia entre el 20 por ciento superior y el 20 por ciento inferior era de uno a 30, en 1990 era de uno a 61. Según el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en 1998 fue de uno a 68. De manera que la brecha crece de una manera espectacular, la riqueza se concentra y la pobreza, a niveles globales, aumenta de una manera escandalosa.
IPS: ¿Eso querría decir que si nos unimos a acuerdos comerciales como el ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) o la APEC (foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico), vamos a seguir por el mismo camino?
MAX-NEEF: Es que éstos no son acuerdos de unión entre personas. Son acuerdos de unión que benefician solamente a gigantes.
Hay que tener presente que hoy día no menos de 80 por ciento del comercio internacional en realidad no es comercio entre países, sino entre grandes oligopolios o empresas transnacionales, que son las que efectivamente lo controlan, aún cuando nosotros sigamos llevando la contabilidad como si fuera comercio entre países. Pero eso en realidad es una ficción.
Si se sigue adelante en esto es porque se presume, a mi juicio falsamente dadas las enormes evidencias acumuladas, que el crecimiento eventualmente chorrea o que el mercado es la mejor manera de distribuir los recursos. Pero sucede que el mercado tiene dos caracteríticas que no hay que olvidar: primero, que es corto de vista y, segundo, que no tiene ningún sentido de justicia social.
Si uno quiere orientar el mundo a largo plazo guiándose por las señales del mercado, va por mal camino. Si bien es cierto que el mercado es bueno y eficiente para ciertas cosas -porque efectivamente ciertas cosas las hace muy bien- no sirve para (combatir) las grandes lacras de la humanidad.
IPS: ¿Cuál sería a su juicio entonces la solución a este problema?
MAX-NEEF: Volver a estimular las economías regionales, las economías locales. Disminuir la tremenda dependencia. Porque en Chile nos ilusionamos en nuestra apertura al mundo exterior con un crecimiento de siete por ciento como promedio anual, pero con una dependencia total y absoluta. No tenemos ni voz ni voto en lo que ocurre en ese mercado internacional.
De tal manera que cuando hay una crisis, como ahora, ya nadie es responsable. De todo se le echa la culpa de la crisis asiática, lo cual como pretexto es sensacional, pero de hecho demuestra que no tenemos ninguna capacidad para defendernos. Teóricamente, usted lo puede estar haciendo muy bien, pero porque otro lo hizo mal usted revienta.
Eso no tiene lógica, no tiene sentido común. Hay que tener por lo menos un colchón blandito sobre el cual caerse cuando ocurre una crisis de esta manera, y no lo tenemos. (SIGUE/2-E