Cada vez más científicos de Africa comienzan a aceptar la idea de solucionar la crónica escasez de alimentos en el continente con alimentos genéticamente modificados.
"Queremos crear un ambiente propicio para que los africanos puedan participar del desarrollo de la biotecnología y beneficiarse con él, mediante una agricultura responsable y sustentable", declaró James Uchanda, de la Universidad de Nairobi.
Ochanda, quien dirige el Foro Nacional de Bioseguridad, con sede en Nairobi, sostuvo que la creciente preocupación en Europa acerca de la seguridad de las semillas modificadas genéticamente busca "que se propague el miedo, para impedir que nosotros tengamos acceso a los beneficios de la biotecnología".
"Muchas inquietudes no tienen que ver con la seguridad de los alimentos. En Australia, Canadá, Estados Unidos, México y otros países se consumen productos transgénicos a diario, y no hay informes sobre efectos nocivos", dijo Florence Wambugu, directora del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotécnicas de Nairobi.
Wambugu, quien desarrolló y patentó una nueva variedad de patatas dulces, afirmó en un artículo publicado por la revista Nature que Africa necesita la biotecnología para volverse autosuficiente en la producción de alimentos.
La biotecnología aplicada a la agricultura es la solución para las hambrunas, la degradación ambiental y la pobreza que asolan al continente, argumentó en ese artículo.
"Africa se perdió la revolución verde, que ayudó a Asia y América Latina a ser autosuficientes en la producción de alimentos", y por lo tanto, no puede dejar pasar la "revolución tecnológica", advirtió Wambugu.
El área mundial de tierras dedicadas a la producción de alimentos transgénicos aumentó de 1,7 millones de hectáreas en 1996 a 28 millones en 1998, indicó.
La cosecha de maíz promedio de Africa se mantiene en 1,7 toneladas por hectárea cultivada, mientras que en otras partes del mundo se obtienen cuatro toneladas en la misma superficie.
Los países del continente africano importan normalmente no menos de 25 por ciento de los cereales que consumen, y en los períodos de hambruna depende de la ayuda alimentaria que le brindan los países más ricos. Wambugu afirma que los mayores riesgos no residen en emplear la biotecnología sino en ignorarla.
Muchos grupos defensores de los derechos humanos de Europa y de Africa se oponen al uso de biotecnología en la producción agrícola, y afirman que el continente africano fue elegido como campo de experimentación por los fabricantes de semillas transgénicas que desean probar la seguridad de sus productos.
La biotecnología someterá a Africa a las manipulaciones de las compañías multinacionales más poderosas, mediante el implante del "gen exterminador", que esteriliza las plantas, sostienen los activistas.
Los agricultores se verán obligados a comprar semillas a las multinacionales cada vez que necesiten sembrar, advierten.
"El temor a las semillas genéticamente modificadas que existe en los países industralizados se basa en evidencias científicas", aseguró Jagjit Plahe, una investigadora de Econoticias de Africa, una organización no gubernamental de Nairobi.
Plahe señaló que una investigación patrocinada por el Estado en Gran Bretaña demostró que los vegetales genéticamente modificados fertilizan a a los que no han sido modificados, y afirmó que "las inquietudes y la controversia son totalmente legítimas".
La investigadora citó el caso de los agricultores del nordeste de Tailandia, que cultivaron durante años una variedad de arroz de alto rendimiento en las cosechas llamada "Jazmín", hasta que una firma estadounidense la patentó, y obligó a los cultivadores a comprarle semillas cada vez que quieren sembrar.
"Esa variedad de arroz fue desarrollado por los agricultores tailandeses, pero les robaron ese conocimiento", subrayó.
El conocimiento tradicional no está reconocido en el acuerdo sobre Aspectos Relacionados con el Comercio de los Derechos de Propiedad Intelectual, de la Organización Mundial del Comercio, contra el cual Plahe realiza una campaña.
"Creo que las semillas transgénicas no pueden solucionar muchos de los problemas de Africa. Quienes recomiendan esa refinada tecnología para el continente africano deben saber que los volverá dependientes del mundo industrializado", sostuvo Manfred Koehler, un ingeniero genético de Europa.
Pero Wambugu no está de acuerdo. "Los países africanos deben abandonar la 'mentalidad de víctimas' que se creó en Europa, para empezar a pensar y actuar como accionistas", indicó en su artículo.
Los grupos de presión contra los cultivos transgénicos tienen un doble discurso, ya que rechazan las modificaciones genéticas para la producción de alimentos, pero las aceptan para la fabricación de productos farmacéuticos, apuntó Wambugu.
"La opinión pública parece dispuesta a aceptar la aplicación de técnicas de modificación genética en productos farmacéuticos pero no en los alimentos. No entiendo por qué deben usarse criterios distintos, sobre todo en Africa, donde existe una necesidad crucial de alimentos", insistió.
"¿Por qué negarle a Africa o al mundo en desarrollo las tecnologías que ayudaron a incrementar los niveles de productividad del mundo industrializado?", preguntó Simon Ehui, del Instituto Internacional de Investigación Ganadera de Etiopía.
"Uno se cansa de ser ignorado y utilizado por los demás. Los africanos deben expresar su propia opinión en este asunto", manifestó Michael Wingfield, profesor de patología en la Universidad de Pretoria. (FIN/IPS/tra-en/ja/mn/ceb/mp/dv/99