YUGOSLAVIA: Unión Europea refuerza identidad política y militar

Alemania y Finlandia se convirtieron hoy en los promotores de la paz y la estabilidad en los Balcanes, tras un acuerdo de paz en Yugoslavia, presentado como resultado directo de la voluntad política de la Unión Europea (UE).

El acuerdo de paz logrado en Yugoslavia por los enviados de la UE y Rusia constituye "un ejemplo de cómo estas cosas deberían manejarse", dijo en Colonia, Alemania, el presidente finlandés, Martti Ahtissari, quien se confesó este jueves un crítico de la UE en las áreas de seguridad y política exterior.

Los gobernantes de los 15 países de la UE se encuentran reunidos en una cumbre de dos días en Colonia, en que el tema principal, junto al conflicto en Yugoslavia, es el lanzamiento de un bloque militar europeo autónomo dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, dominada por Estados Unidos.

La iniciativa ha sido siempre observada con escepticismo por Estados Unidos, y bloqueda por Gran Bretaña, el más estrecho aliado de Washington en la UE.

En una rueda de prensa al regreso de Belgrado, Ahtissari destacó el papel clave jugado por el gobierno de Alemania en la consecución de una propuesta diplomática que permitiese al gobierno yugoslavo ceder a la aplastante presión en su contra sin necesidad de una rendición humillante.

Sería injusto que la proyectada conferencia de estabilidad y desarrollo en los Balcanes, propuesta por Alemania como presidente de turno de la UE, fuese bautizada como "segundo plan Marshall", dijo Ahtissari, porque ignoraría el papel jugado por el canciller alemán (jefe de gobierno) Gerhard Schroeder.

El plan Marshall tuvo el objeto de reconstruir Europa occidental tras la segunda guerra mundial (1939-1945), para el cual Estados Unidos destinó grandes sumas de dinero estimadas en dos por ciento de su producto interno bruto.

Ahtissari y el enviado especial ruso para los Balcanes, Viktor Chernomyrdin, consiguieron la aprobación del gobierno yugoslavo y del parlamento serbio a un plan de paz que contiene la mayor parte de las demandas de la OTAN, pero garantiza también la integridad territorial y la soberanía yugoslava sobre Kosovo.

El plan prevé la retirada total de las tropas y fuerzas policiales serbias de Kosovo, y el regreso de los miles de refugiados y desplazados, bajo supervisión de una fuerza internacional de paz organizada por las Naciones Unidas.

La evacuación de las fuerzas serbias debe ser organizada de modo que no sufran ataques de la OTAN, dijo el presidente finlandés, quien se mostró confiado en que tal coordinación se podría lograr este fin de semana.

El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el primer ministro británico, Tony Blair, manifestaron más escepticismo que complacencia. Clinton dijo que las acciones militares seguirían hasta que se compruebe la retirada de las fuerzas serbias.

El canciller alemán, en cambio, se mostró entusiasta, y prometió que ahora la UE se aseguraría de que el resultado no se diluya.

La falta de identidad política europea quedó de manifiesto en diciembre del año pasado, cuando Estados Unidos y Gran Bretaña lanzaron una ofensiva aérea contra Iraq sin consultar a ninguno de sus aliados, ni a las Naciones Unidas.

La campaña militar de la OTAN contra Yugoslavia también mostró un marcado protagonismo angloestadounidense, cuyos líderes frecuentemente descartaron iniciativas y propuestas de países como Italia o Grecia, reticentes al uso de la fuerza militar, aun antes de que fuesen discutidas por la alianza.

Bajo fuerte presión política interna, el gobierno socialdemócrata-verde de Alemania se sumó al grupo de los reticentes y comenzó una iniciativa diplomática propia, involucrando a Rusia, cuyos resultados se manifestaron este jueves.

El documento aprobado en Belgrado fue presentado públicamente como un "paquete" no negociable, pero que fue en realidad intensamente debatido desde inicios de mayo por las partes involucradas, con Rusia como intermediario entre la UE y Yugoslavia.

Veterano negociador de los conflictos de Namibia y Bosnia- Herzegovina, el presidente finlandés sólo viajó a Belgrado cuando se sintió confiado de alcanzar un resultado satisfactorio, que, según insinuó este jueves, no consiste en obtener la humillación del adversario.

Temas como el procesamiento del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic en el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra en la ex Yugoslavia sencillamente "no fueron tratados" en las discusiones de Belgrado, como tampoco la estructura política de Yugoslavia, dijo el mandatario.

Ahtissari no ignora, como destacó el ex presidente portugués Mario Soares, que "nos guste o no," Milosevic es presidente de la Federación Yugoslava como resultado de un proceso electoral verificado por la Organización para la Seguridad y la Cooperqación en Europa, y no de un golpe de Estado.

En Yugoslavia, los partidos políticos de oposición ya anunciaron que desatarán una nueva ofensiva política contra Milosevic, pero todos ellos rechazaron de plano una intervención externa para conseguir su destitución.

El acuerdo de paz, sin duda, reanudará la guerra política en Yugoslavia, y el incalculable daño económico y de infraestructura producido por los ataques de la OTAN puede tener consecuencias políticas graves para Milosevic, para quien ni habrá planes Marshall.

Sin embargo, como bien lo saben los estrategas de la OTAN y lo disimulan sus portavoces, Yugoslavia soporta hace diez semanas y un día el ataque de una fuerza 150 veces superior en lo militar y 500 en lo económico, según estudios de sociólogos yugoslavos.

En el panorama político serbio, la suerte de la minoría albanesa en Kosovo no juega un papel decisivo. Pero observadores yugoslavos indicaron a IPS que el papel jugado por cada uno en esta guerra será, probablemente, un tema electoral. (FIN/IPS/ak/mj/ip/99

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