Mientras el choque militar indo- paquistaní en Kargil, India, entra en su cuarta semana, Nueva Delhi centra su atención en la cumbre del G-8, a la espera de una resolución que apoye su postura en el conflicto.
El gobierno indio pretende que la cumbre, en curso en Colonia, Alemania, exhorte a Pakistán a retirar a sus soldados y a los guerrilleros que respalda de la Línea de Control, como se conoce la frontera que divide la región de Cachemira entre ambos países.
Diplomáticos indios realizaron intensas gestiones ante funcionarios del G-8 (Grupo de los Ocho, integrado por los siete países más industrializados y Rusia), en especial Estados Unidos, Rusia y Francia.
Paradojalmente, el esfuerzo diplomático podría provocar lo que Nueva Delhi resistió durante décadas: la internacionalización de la disputa sobre el estado indio de Cachemira, el único de mayoría musulmana.
El proceso podría acarrear una presión en favor de la intervención de las Naciones Unidas o de un tercer país, de una u otra forma.
India sostiene que la "cuestión" de Cachemira -se niega a calificarla de "disputa" porque oficialmente el estado de Jammu y Cachemira forma "parte integral e inalienable de India"- puede discutirse estrictamente en un marco bilateral con Pakistán.
Así mismo, Nueva Delhi se encarga de recordar la derrota y desintegración de Pakistán en la guerra que dio origen a Bangladesh, lo cual a su entender compromete a ambos estados a una resolución pacífica y bilateral de sus disputas.
Pero por otra parte, India pide apoyo de gobiernos y foros multilaterales a su posición, según la cual Pakistán fomentó encubiertamente una insurgencia y lanzó una guerra "por poder" de baja intensidad en el estado indio de Cachemira, que reclama para sí.
Esta contradicción se volvió especialmente evidente con el enfrentamiento de Kargil, en el que India fue totalmente sorprendida por cientos de "intrusos" o "infiltrados" respaldados por Pakistán.
Se cree que los invasores cruzaron la Línea de Control antes de que la nieve se derritiera y ahora ocupan posiciones estratégicas. Algunos incluso se apoderaron de "bunkers" camuflados y fuertemente armados que habían sido construidos por el ejército indio.
Las fuerzas armadas de India tienen muchas dificultades para ubicar y desalojar a los intrusos. El ejército sufrió numerosas bajas y el jefe de la fuerza aérea reconoció que los ataques realizados por aire en Kargil "no fueron la forma más eficaz de utilizar el poder aéreo".
India realmente está en apuros. Podría desalojar a los invasores rodeándolos luego de cruzar la Línea de Control y cortar sus suministros, pero eso implicaría la pérdida de apoyo internacional a su posición, según la cual Pakistán es el responsable de la incursión, y el riesgo de un conflicto nuclear.
Se cree que tanto India como Pakistán poseen armas nucleares de primera generación y misiles de corto y mediano alcance, así como aviones rápidos capaces de transportar las armas con muy baja probabilidad de intercepción.
Los políticos indios más moderados se inclinan por ejercer presión diplomática sobre Pakistán para que retire a sus invasores y no por intensificar la operación militar, que ya se convirtió en la más grande desde la guerra de 1971.
Al mismo tiempo, opinan que Nueva Delhi debe continuar con su acción militar y no dar la impresión de que se dirige a la comunidad mundial desde una posición débil, aunque sea la parte agredida.
No está nada claro si este enfoque producirá resultados sostenibles. A largo plazo, la Línea de Control podría ser testigo de nuevos enfrentamientos militares.
En realidad, la frontera de Cachemira nunca estuvo libre de escaramuzas, bombardeos, incursiones e intercambio de hostilidades. Tropas regulares de los ejércitos de India y Pakistán nunca se apartaron demasiado de la Línea de Control.
Para lograr una paz duradera, India no tiene otra opción que entablar un diálogo franco con Pakistán sobre todas las cuestiones pendientes: demarcación de los límites marítimos, uso de las aguas del lago Wular sobre la frontera, cuestión del glaciar Siachen, y Cachemira.
Si ambos gobiernos no fueran capaces de iniciar tales conversaciones voluntaria y sinceramente, estarían invitando a una mediación o intervención externa, especialmente por el fundado temor de que las disputas entre ambos rivales, que ya pelearon tres guerras, desemboquen en un conflicto nuclear.
La internacionalización de la cuestión de Cachemira ya no es un tema tabú, y algunos analistas indios sostienen que de hecho ya empezó. India y Pakistán tienen mucho que ganar de este proceso. (FIN/IPS/tra-en/pb/an/mlm/ip/99