/BOLETIN-INTEGRACION/ ARGENTINA-CHILE: Parlamentos votan histórico acuerdo limítrofe

Una nueva era en las relaciones entre Argentina y Chile quedó inaugurada esta semana con la ratificación en ambos parlamentos de un tratado que pone fin al último diferendo limítrofe existente entre los dos países, que estuvieron al borde de la guerra en 1978.

La aprobación en la Cámara de Diputados chilena, el miércoles, y en el Senado argentino, el jueves, del Tratado de Hielos Continentales, una zona llamada en Chile Campo de Hielo Sur, es la formalización de un nuevo tiempo de cooperación entre ambas naciones.

La frontera dejó de ser un muro que separa para transformarse en un puente que une, dijo el canciller argentino Guido Di Tella.

El acuerdo fronterizo, firmado en diciembre por los presidentes Carlos Menem, de Argentina, y Eduardo Frei, de Chile, establece el límite en 70 por ciento de la zona de Hielos Continentales, a unos 2.500 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires en la cordillera de los Andes.

El 30 por ciento restante de la zona en disputa (unos 2.300 kilómetros cuadrados) será sometida a una comisión binacional de límites, que realizará mapas en escala e inspecciones técnicas antes de trazar la línea demarcatoria.

El trazado definitivo de la frontera en toda el área se concretará en unos cuatro años, debido a las dificultades de acceso a los glaciares, que alberga una de las mayores reservas de agua dulce de la zona austral.

El acuerdo que puso fin al último de los 24 conflictos de límites que enfrentaron a los dos países hasta 1991 reemplazó en diciembre a otro que había trazado una línea poligonal sobre la zona en disputa, que fracasó por falta de consenso parlamentario.

Ese Tratado de Amistad logró solucionar 22 de los 24 diferendos fronterizos, pero dejó pendiente el correspondiente a la zona de la Laguna del Desierto, el cual fue sometido luego a un laudo arbitral latinoamericano que fallo a favor de Argentina en 1993, y el ahora resuelto del área de Hielos Continentales.

En busca de un acuerdo que pudiera ser aceptado por los Congresos de ambos países, los gobiernos avanzaron con voluntad política en una serie de gestos que dieron sustento a este nuevo paso que, para algunos analistas, es la coronación y no el inicio de un proceso.

Buenos Aires y Santiago mantuvieron tradicionalmente una relación de competencia y desconfianza, agudizada en los años 70 tras los golpes de Estado encabezados por Jorge Videla, en Argentina, y Augusto Pinochet, en Chile.

En 1978, los dos países estuvieron al borde de la guerra por las islas Picton, Lenox y Nueva, situadas en el canal de Beagle en el extremo sur del continente, luego de que Gran Bretaña laudara a favor de Chile.

La mediación del representante del Vaticano, el cardenal Antonio Samoré, logró evitar el enfrentamiento con una propuesta que aprobó la ciudadanía argentina en 1984.

No obstante, las dictaduras imperantes en los dos países se embarcaron en una carrera armamentista, que persistió tras la recuperación de la democracia en Chile mientras Pinochet se mantuvo como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Las relaciones entre Buenos Aires y Santiago comenzaron a cambiar a comienzos de los años 90 empujadas por conveniencias de orden económico.

Chile se erigió en el segundo inversor extranjero en Argentina, detrás de Estados Unidos, con capitales en áreas estratégicas como la energía.

La inversiones chilenas en Argentina se volcaron a sectores como la producción y distribución de gas y electricidad, alimentos y bebidas, supermercados, papel, madera, industria textil, minería y construcciones.

El avance en la relación entre los dos países tuvo un momento culminante con la firma del acuerdo que creó una zona de libre comercio entre Chile y el Mercado Común del Sur (Mercosur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).

Chile aún se resiste a incorporarse como miembro pleno del Mercosur debido a diferencias arancelarias, pero tras la crisis financiera nacida en Asia, que afectó el flujo de exportaciones chilenas a esa región, la brecha para su incorporación al bloque pareció acortarse.

Paralelamente al crecimiento de los vínculos comerciales y al aumento de las inversiones (más de 1.500 millones de dólares), las Fuerzas Armadas de los dos países fueron dejando de lado el recelo y las rivalidades del pasado.

Los ejércitos realizaron en esta década por primera vez prácticas conjuntas con un enemigo externo común como hipótesis de conflicto. Esta semana, además, los gobiernos aceptaron una propuesta de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe para medir los gastos militares.

Una vez aprobado el Tratado de Hielos Continentales, los negociadores de ambas cancillerías terminarán de redactar un nuevo acuerdo relativo al libre tránsito de personas en la frontera común.

Antes de que termine el siglo, argentinos y chilenos podrán moverse libremente hacia uno y otro país, pasando por un único control aduanero, un gesto que no hubiera sido posible sin la voluntad política de integración que impera hoy. (FIN/IPS/mv/dm/ip/99

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