ARGENTINA-URUGUAY: El voluntariado, la nueva militancia

Miles de ex integrantes de las organizaciones políticas de izquierda de Argentina y Uruguay han encontrado una nueva forma de militancia, trabajando como voluntarios en organizaciones de la sociedad civil.

El fenómeno no es exclusivo de ambos países sudamericanos, ya que se registra desde la década pasada en Europa, pero en las naciones rioplatenses alcanza niveles particularmente elevados para América Latina.

Así lo constatan sendos informes especializados publicados en los últimos meses en Argentina y Uruguay, según los cuales una buena parte de quienes hoy integran asociaciones "de bien público" fueron antes miembros de grupos izquierdistas.

Casi todos los voluntarios consultados en un informe publicado por la revista argentina Tercer Sector opinaron que los partidos "progresistas" han perdido su capacidad "transformadora" y se han ido alejando de las "necesidades cotidianas de la población".

En ese país, según una encuesta de la empresa Demoskopia difundido a mediados de mayo, las organizaciones no gubernamentales (ONG) atraen a unos 3,5 millones de personas.

Apenas 13 por ciento de los jóvenes argentinos consultados se sentían identificados con algún partido político, mientras 40 por ciento dijeron tener una "gran sensibilidad social" y estar dispuestos a realizar tareas voluntarias de servicio a la comunidad.

Existen actualmente en Argentina unas 40.000 ONG, en las que trabajan, además de los voluntarios, unos 300.000 funcionarios remunerados.

En el relativamente pequeño Uruguay, de sólo 3,1 millones de habitantes, son más de 200.000 los que participan en asociaciones filantrópicas de diverso signo.

"La militancia política era, allá por los años 70, casi sinónimo de querer cambiar el mundo. Hoy, sobre el fin del siglo, son muy pocos los que se plantean un proyecto tan ambicioso y menos aun los que creen posible llevarlo a la práctica desde un partido político", se afirmó en Tercer Sector.

A conclusiones similares llegaron las universitarias uruguayas Martha Aguñín y Graciela Sapriza, autoras de un trabajo sobre el "tercer sector" en su país, es decir todas aquellas instituciones, desde ONG hasta fundaciones vinculadas con empresas, que actúan desde fuera del Estado con "fines sociales".

El concepto de "tercer sector" fue popularizado por el investigador estadounidense Jeremy Rifkin en su libro "El fin del trabajo", y abarca asociaciones tan disímiles como ligas de amas de casa, grupos ecologistas o fundaciones paraempresariales de mecenazgo cultural.

Tanto el informe de la publicación argentina como la investigación de las universitarias uruguayas establecen una diferencia básica entre las organizaciones según tiendan a "la caridad" o a la "militancia social".

Es en el segundo grupo donde revista el mayor número de ex militantes de partidos de izquierda o de jóvenes que no fueron integrantes de organizaciones partidarias pero que se reconocen como "gente con sensibilidad progresista".

En los años 60 y 70 y en el período inmediatamente posterior a las salidas de las dictaduras militares, Argentina y Uruguay se caracterizaron por contar con una fuerte militancia política de izquierda, tanto a nivel partidario como en sindicatos de trabajadores y gremios estudiantiles.

Luego la decadencia de las organizaciones políticas de izquierda, vinculada con fenómenos nacionales e internacionales, llevó a muchos de esos militantes a volcarse hacia tareas voluntarias de distinto tipo, especialmente de apoyo a niños y adolescentes pobres, de derechos humanos o ecologistas.

En el informe de Tercer Sector, basado en la II Encuesta Nacional sobre Trabajo Voluntario y Donaciones, se indicó que en 1998 personas integrantes de casi la mitad de los hogares argentinos realizaron donaciones caritativas.

Según los datos de la encuesta, seis de cada diez ciudadanos del país afirmaron que confiaban en las organizaciones sin fines de lucro que buscan el bien público, y más de un tercio de ellos trabajaron en forma honoraria para organizaciones sociales durante 1998.

En Uruguay, en cambio, una encuesta de 1995 del Instituto de Comunicación y Desarrollo (ICD), para el que trabajan Aguñín y Sapriza, indicó que 56 por ciento de los consultados jamás habían realizado contribución alguna a actividades filantrópicas.

La diferencia entre ambos países puede explicarse por la mayor tradición "estatista" de Uruguay, donde casi 40 por ciento de los entrevistados en la investigación del ICD opinaron que las tareas asistenciales deben ser realizadas por los poderes públicos.

En Argentina, donde "los gobiernos que se han sucedido desde 1989 aplican políticas económicas del más neto corte neoliberal" según Marcelo Mateo, del Centro de Comunicación Popular y Asesoramiento Legal, el desmantelamiento del "Estado de Bienestar" comenzó antes y fue más profundo que en Uruguay.

Sin embargo, en Uruguay también "es evidente" que el voluntariado atrae a un número cada vez mayor de personas, aseguraron Aguñín y Sapriza.

Las investigadoras consideran que esto se debe tanto a la crisis de las formas partidarias de militancia como al aumento de la brecha entre pobres y ricos, estiman las universitarias.

Los ex militantes políticos piensan que las asociaciones a las que aportan trabajo voluntario tienen "un papel fiscalizador de los poderes estatales" y pueden "producir cambios concretos o verificables en el corto plazo, como por ejemplo que alguien que no esté comiendo pueda hacerlo", subrayaron.

El ecologista argentino Pablo Bergel opinó a su vez que la militancia social "es una forma de hacer política, si por ésta se entiende la articulación de voluntades para producir cambios".

"Porque quiero seguir haciendo política de esa manera es que abandoné la militancia en partidos, donde la política está cada día más asfixiada y acotada a gobernar lo existente, más que a cambiarlo", señaló.

"Mi militancia ecologista es también una opción política", afirmó Juan Carlos Villalonga, coordinador regional de la organización internacional Greenpeace.

"No elegí participar en un partido porque las juventudes partidarias no representan una opción política contemporánea transformadora", apuntó.

En similar sentido se pronunciaron dirigentes de las Madres de Plaza de Mayo argentinas, lideradas por Hebe de Bonafini y Juan Carr, presidente de la Red Solidaria.

"El que quiere hacer algo por los demás encuentra en el conjunto de organizaciones sociales un canal nuevo de participación frente al agotamiento de los canales tradicionales", dijo Carr.

Bonafini sostuvo que los "ideales de libertad y de justicia social por los que pelearon" los jóvenes que fueron asesinados o que desaparecieron en los años 70 "hoy no los encarna ningún partido, pero sí pueden hallarse en diversas asociaciones solidarias o grupos más bien informales".

La socióloga Inés González Bombal, del Centro de Estudios de Estado y Sociedad de Argentina, cree también que hay en los militantes sociales de hoy, "en esencia", una voluntad de "hacer política", en la medida en que pretenden cambiar las condiciones de existencia de determinados sectores.

Pero la investigadora apuntó que no hay por qué contraponer militancia política y militancia social.

"El ideal del tercer sector no es que se constituya en alternativa sino en un complemento de las estructuras partidarias y del mismo Estado", estimó. (FIN/IPS/dg/mp/dv/99

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