Los libros de lectura de las escuelas primarias de Argentina registraron un cambio radical en esta década: el papel de la mujer en la sociedad se modificó de manera "gigantesca", luego de permanecer casi inmutable desde comienzos de este siglo.
Esa es una de las conclusiones más destacadas del libro "¿Mamá amasa la masa ?", escrito por las sociólogas Catalina Wainerman y Mariana Heredia, que se presentará en junio en Buenos Aires, en el marco de un debate sobre formas de educar.
Las autoras observan un cambio "gigantesco" en la imagen que se transmite de la mujer adulta en los textos escolares últimos. De un modelo de mujer "ideal", que se repitió inmutable por más de siete décadas ignorando los cambios experimentados por su inserción social, se pasa a mostrar una mucho más "real".
Wainerman explicó a IPS que en los libros de los años 80, y más aún en los publicados en los 90, "cesó la letanía secular" sobre el papel exclusivamente doméstico de las mujeres y la responsabilidad del hombre, como sostén económico de la familia.
"Ahora hay muchos más padres y madres de carne y hueso" y una diversidad de grupos familiares, entre los cuales la forma nuclear (madre, padre e hijos) es sólo una de las variantes. "La brecha entre realidad social y libros de lectura se acortó", afirmó la experta.
La investigación comenzó con la inquietud de saber que razón cultural, además de económicas, empujaba cada vez más a las mujeres a ingresar al mercado laboral. La idea era descubrir cambios de valores, de ideas y de comportamientos.
Heredia y Wainerman comenzaron por analizar las instituciones difusoras de ideas, entre ellas la escuela. El libro de lectura emergió entonces como un material que ofrecía una profusa cantidad de mensajes ideológicos, valores morales y modelos de identificación.
Una de los mayores impactos que tuvieron al estudiar más de 140 textos de distintas editoriales fue la incontable reiteración de contenidos y lenguaje desde principios de siglo a la década de los años 70. "Sólo se destaca algún matiz en un núcleo monopólico de ideas", dicen las dos expertas.
En un libro editado en 1910 se lee: "con el juego de lavar, planchar y cocinar, las niñas aprenden y le toman cariño a muchos quehaceres domésticos, que les pueden ser útiles o necesarios más tarde".
Dos décadas después, otro texto indica que la niña "paciente y laboriosa como una hormiga, trabaja sin hacerse notar y no habla sino cuando la interrogan", muy distinta del pequeño "inquieto, movedizo" y "excelente alumno" de la misma lectura.
En los años 50, la ropa que visten los personajes en las ilustraciones está adaptada a la época, pero la situación y el discurso son casi un calco de los de principio de siglo. El padre lee el diario, la madre cose, la hija juega con una muñeca y el niño con un auto, cubos o un mecano.
Esos modelos "no tienen un efecto nulo" sobre niños y niñas, aseguran las autoras, pese a que no investigaron en que magnitud. Ni siquiera un mensaje diferente que circule en el hogar, puede resistir del todo esta transmisión, sostienen.
En "¿Mamá amasa la masa?" se señala que en la realidad social de las últimas dos décadas hay más mujeres que estudian y trabajan, y muchas de ellas lo hacen ejerciendo oficios o profesiones antes considerados "para varones", como ingeniería, medicina o periodismo.
En 1993, la ley Federal de Educación recomendó "superar estereotipos discriminatorios en los materiales didácticos", incluyendo los de género, lo cual obligó a la comunidad educativa a dejar de lado la reiteración y mirar la nueva realidad social.
Esa realidad, aunque no en su total magnitud, comenzó a reflejarse en los libros de lectura, que ya no están sujetos a un estricto control estatal, sino a políticas editoriales que compiten por ganar el favor de los maestros con lecturas más atractivas.
Así, las niñas juegan y manifiestan cualidades antes sólo atribuidas a los varones, como inteligencia, curiosidad, valentía, iniciativa y deseo de aventura. En tanto se muestra a más niños con temores y debilidades, que participan normalmente de las tareas de la casa.
En los nuevos libros ya no extraña ver a padres cambiando pañales, a niños cocinar y a varones y niñas compartir los mismos juegos, mientas existe además un estímulo mayor a la reflexión acerca del origen cultural (y no natural) de ciertos comportamientos.
No obstante este avance, la "doble jornada", que cumplen las mujeres que trabajan en quehaceres domésticos al regresar de su jornada laboral fuera de casa, sigue estando presente. Ese es un dato más sobre como reflejan los textos escolares la realidad sin ofrecer modelos.
Los hombres están hoy más involucrados que la anterior generación en la crianza de los hijos, y la mujer más incorporada al mundo laboral que sus madres, pero la responsabilidad de las tareas del hogar sigue recayendo más en ellas, dijo Wainerman.
Las autoras del estudio también encontraron que en los últimos años se abandonó la "moralina" que desbordaba los textos de escuela primaria. Ya no hay modelos de comportamiento individual, de civismo, ni abundan los próceres o las cualidades vinculadas a la moral y al trabajo.
Los niños ahora son "de carne y hueso" y no "adultos en miniatura", como se los pintaba antes. Los padres pueden aparecer en algunos casos prestando poca atención a los hijos, ocupados como están en el trabajo, preocupaciones o entretenimiento.
El libro señala, además, que ahora la psicología comenzó a predominar sobre la ideología, la diversidad sobre lo homogéneo, lo permitido sobre lo coercitivo, la felicidad sobre la obligación y el sentimiento sobre el deber, y eso se ve en los libros, sostienen Heredia y Wainerman.
"No me gusta hablar en términos de bueno o malo, pero creo que no es conducente quitar tanto énfasis al trabajo y al esfuerzo como valores y resaltar el entretenimiento", relegando por aburrido lo que cuesta mayor empeño, advirtió Wainerman.
En el prólogo del estudio, la licenciada en Educación Cecilia Braslavsky también lamenta ese vacío y advierte un cierto "renunciamiento" a ofrecer modelos que reemplacen a esos otros arcaicos de hombres y mujeres encasillados en un único papel durante décadas.
Para Wainermann, los cambios culturales son lentos pero los libros ya muestran que los niños y las niñas de los textos son bien diferentes de lo que imitaron sus padres. (FIN/IPS/mv/dm/ed/99