América Latina ha progresado de manera sustancial en el combate a la violencia doméstica en los últimos años, pero la agresión contra la mujer todavía no es vista en la región como un tema específico.
Esa fue una de las conclusiones a las que se llegó en un seminario realizado en Montevideo con participación de especialistas de diversos países de la región.
El Segundo Taller sobre Violencia Intrafamiliar, organizado por el Programa de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior de Uruguay, reunió el fin de semana pasado a jueces, abogados, sociólogos, demógrafos, psicólogos, asistentes sociales y funcionarios de Estado de diversas naciones de América Latina.
La psicóloga venezolana Hanna Binstock señaló que la percepción de la violencia familiar como "un problema" de gravedad en América Latina data de hace un máximo de cinco años.
Desde ese momento se han adoptado en la región diversas legislaciones que coinciden en apuntar a "hacer justicia a las víctimas y disuadir a los agresores", agregó.
En América del Sur, la primera de las legislaciones en la materia fue aprobada en Perú en 1993.
Le siguieron a partir de 1994, año de la aprobación de la Convención de Belem do Pará referida a la violencia contra la mujer, Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
La mayoría de esos dispositivos legales prevé la constitución de un organismo estatal de seguimiento y responsabiliza a los poderes públicos.
Diversos expositores en el seminario coincidieron con Binstock en que el gran aporte de estas leyes es haber "hecho visible" el problema de la violencia familiar en la región y en legitimar las denuncias formuladas en la materia.
También ayudó a proteger a mujeres y niños de ambos sexos, que constituyen la inmensa mayoría de las víctimas de este fenómeno.
Una evaluación realizada en Chile sobre la aplicación de una ley nacional contra la violencia intrafamiliar demuestra que la sola denuncia de agresiones fue suficiente para que en 47 por ciento de los casos la víctima no fuera atacada nuevamente.
La psicóloga chilena Soledad Larraín dijo, sin embargo, que a menudo las mujeres denunciantes deben enfrentarse a obstáculos que les imponen los funcionarios encargados de recabar sus quejas.
En Venezuela y en Uruguay se prevén multas y sanciones que pueden llegar hasta la inhabilitación de los funcionarios que no faciliten las denuncias.
De acuerdo a Binstock, si bien se ha avanzado en América Latina en la"visualización" de la violencia doméstica no ha sucedido lo mismo en el terreno de la violencia específica contra la mujer.
"Lo más deseable sería que las legislaciones nacionales separaran la temática de la violencia doméstica de la de la violencia contra la mujer, ya que ésta corre por carriles propios", afirmó.
"Las agresiones contra la mujer es un problema que todavía no está legitimado en las sociedades latinoamericanas", señaló.
Puso como ejemplo el hecho que la aplicación efectiva de las leyes que sancionan la violencia doméstica a menudo falla, porque "textos cuya inspiración es claramente antidiscriminatoria son interpretados por los jueces de manera discriminatoria".
Larraín recordó, por su lado, que en América Latina los primeros estudios sobre violencia doméstica en general comienzan a fines de los años 80, una década después que en Estados Unidos, Canadá y Europa.
"La no existencia de estudios es una evidencia más del encubrimiento y de la subvaloración social del fenómeno", algo aún más patente en lo que concierne específicamente a las agresiones contra la mujer, consideró.
El abogado colombiano Ernesto Borda Medina, al igual que Binstock, sostiene que las únicas medidas reales que pueden erradicar la violencia contra la mujer son aquellas que tiendan a consagrar la igualdad de derechos entre ambos sexos.
Pero "de eso se está muy lejos todavía", indicó Binstock.
Para la abogada uruguaya Silvia Alvariza, coordinadora del seminario de Montevideo, más que leyes se necesitan nuevos comportamientos sociales "entre los humanos" que apunten a ir conformando "relaciones basadas en la solidaridad, la fraternidad y la pasión".
"Sólo tendiendo en ese sentido se puede pretender combatir de verdad el desamor producto de todas las violencias", dijo Alvariza a IPS. (FIN/IPS/dg/dm/pr-hd/99)