Venezuela empleó su voto favorable a China, Cuba e Irán, en materia de derechos humanos, para dar una clara señal de la línea "soberana e independiente" que su diplomacia sostendrá frente a la de Estados Unidos.
También insinúa una barrera o un foco de distracción frente a Washington, al que se supone observador con lupa de la conducta del presidente Hugo Chávez, un ex oficial golpista de 44 años elegido con respaldo de la izquierda y al que analistas opositores atribuyen "ansias de liderazgo tercermundista".
El canciller José Vicente Rangel dijo que "razones de Estado, que responden a una política soberana e independiente y comprende también la promoción del respeto a los derechos humanos, llevaron a Venezuela a votar contra las propuestas de censura".
El día 23, cuando la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra consideró proyectos de censura sobre Cuba e Irán, y uno de no acción sobre China, Venezuela votó a favor de esos tres países, a diferencia de Estados Unidos.
Tradicionalmente, Venezuela se abstenía en esas votaciones.
La Comisión de la ONU recogió suficientes votos para aprobar censuras a Cuba e Irán, pero China consiguió una moción de no acción y, entre otros países considerados, Israel recibió una censura por su política en los territorios árabes ocupados.
La resolución contra Israel "fue aprobada por 31 votos, con 21 abstenciones y un voto en contra: el de Estados Unidos, país que nos ha hecho reclamaciones por nuestras posiciones, pero que en este caso votó de esa manera", recordó Rangel.
"Entendemos perfectamente ese voto, que se debe a la condición de aliado privilegiado de Estados Unidos, que Israel tiene en el Medio Oriente. Venezuela respeta esa posición pero exige el mismo respeto para la nuestra", agregó el canciller.
Rangel explicó que Caracas no está dispuesta a acompañar acciones de "embargos contra pueblos", y evocó la comunidad de intereses con Cuba "por su importante presencia en nuestra fachada caribeña", sin omitir que constantemente se ha interesado por la situación de los derechos humanos en la isla.
Respecto de Irán, evocó su condición de socio de Venezuela en la Organización de Países Exportadores de Petróleo, y acerca de China recordó que dentro de pocas semanas Chávez visitará ese país para negociar acuerdos sobre hidrocarburos y agriucltura.
Pero la decisión venezolana de cambiar su voto fue acompañada por un anuncio inusual: días antes de la reunión de Ginebra, Rangel declaró públicamente que recibía presiones de la embajada de Estados Unidos, y proclamó que su país las desatendería.
El embajador estadounidense John Maisto negó que efectuase presiones. "Mi trabajo y el de los funcionarios en Washington es abogar por los intereses de Estados Unidos en las relaciones bilaterales y multilaterales", dijo el diplomático.
Se trata, según el embajador, de "un diálogo fresco, franco, abierto y constructivo entre amigos democráticos, en el que intercambiamos puntos de vista". El semanario caraqueño Primicia recoge versiones de que la cancillería venezolana desearía el relevo de Maisto, al que Rangel califica de "locuaz"..
Más allá de las posiciones dispares en Ginebra, o las críticas venezolanas a la acción de la OTAN contra Yugoslavia, las relaciones Caracas-Washington han tenido otra fuente de fricción en el origen político de Chávez.
Cuando era teniente coronel del ejército, Chávez dirigió una cruenta y fallida rebelión en febrero de 1992, repudiada por Washington y demás miembros de la Organización de Estados Americanos.
Chávez se lanzó en 1998 a conquistar el poder mediante el voto de sus compatriotas, pero a todo lo largo de ese año Estados Unidos le negó visa, invocando el pasado golpista del candidato.
La negativa cambió una vez que Chávez fue democráticamente ungido en diciembre. Antes de asumir el 2 de febrero, Chávez visitó Washington y fue recibido por el presidente Bill Clinton.
Conductores de la diplomacia en Washington, como el subsecretario para asuntos hemisféricos Petre Romero, advirtieron que apoyarían los cambios que Chávez propuso para Venezuela siempre y cuando respetasen el orden constitucional.
La legalidad de la asamblea constituyente que propuso Chávez fue decidida por la Corte Suprema de Justicia y un referendo aprobó convocarla hace dos días.
El día 20, al recibir al nuevo embajador venezolano en Washignton, Alfredo Toro, Clinton dio un espaldarazo a las medidas políticas y económicas activadas por Chávez.
Clinton dijo que cuando se reunió con Chávez en enero "estuve impresionado por su evidente compromiso con el uso de mecanismos democráticos y constitucionales para el logro de las reformas institucionales que el pueblo de Venezuela claramente desea".
El mandatario estadounidense evocó la crisis económica subrayada en Venezuela por la caída de su ingreso petrolero: "Entendemos las dificultades que el nuevo gobierno está enfrentando y creemos, ahora más que nunca, que nuestra asociación económica pueda ayudar a mejorar la situación".
La diplomacia de Washington hacia Venezuela tendría así dos líneas: una "dura", cargada de advertencias del Departamento de Estado, y otra "blanda", de la Casa Blanca, comprensiva del proceso venezolano que Chávez quiere inscribir en la "tercera vía" de Clinton y el primer ministro británico Tony Blair.
Para comentaristas políticos como Fausto Masó, "mientras Chávez no toque a las compañías petroleras estadounidenses las cosas irán bien", y para Pablo Sánchez, profesor del Instituto de América Latina en la Universidad Simón Bolívar, el roce Caracas- Washington "sólo es pirotecnia verbal".
Pero otros internacionalistas advierten que el estilo del mandatario "pone en peligro los principios de la democracia de mercado. Chávez ha exhibido una fascinación por la retórica y las maneras castristas y tercermundistas", señala Vilma Petrásh, de la Universidad Central y de tendencia socialdemócrata.
Chávez, quien se define "bolivariano", aboga en sus largos discursos por rescatar la identidad y la unidad de América Latina, aúpa la integración económica regional y critica "el neoliberalismo salvaje", aunque, recuerdan sus críticos, reabrió negociaciones con el Fondo Monetario Internacional.
Simón Alberto Consalvi, quien en los años 70 y 80 fue canciller con los ex presidentes socialdemócratas Jaime Lusinchi y Carlos Andrés Pérez, dijo creer que "Chávez no tiene claro el sentido y la orientación de su relación con Estados Unidos".
Pero, por lo demás, lo ocurrido hasta ahora "no ha pasado de ser una tormenta en un vaso de agua", comentó Consalvi. (FIN/IPS/jz-eg/ip-la/99