Los estudiantes que mantienen en huelga desde la semana pasada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) arrinconan a las autoridades, que antes subestimaron su fuerza, y suman adeptos a su lucha por bloquear un pequeño pero emblemático aumento a las cuotas de inscripción.
Atrincherados en los edificios y áreas verdes de la universidad, que ocupa más de 100 hectáreas al sur de la capital, cientos de estudiantes organizan sus propios dormitorios, comedores y oficinas, desde donde preparan marchas, convocan a la prensa, recaudan dinero y promueven protestas por Internet.
Con la huelga, que agitó el debate sobre la gratuidad y calidad de la enseñaza superior en momentos en que el gobierno mexicano achica el tamaño del Estado, elimina subsidios sociales y promueve privatizaciones, 300.000 estudiantes quedaron sin clases.
En la UNAM, el más grande centro de estudios superiores de América Latina, menos de 60 por ciento de los estudiantes termina su carrera a tiempo y 40 por ciento mantiene calificaciones promedio de entre seis y ocho sobre 10.
La mitad de los estudiantes son hijos de madres que sólo cursaron la escuela primaria.
Los huelguistas, que mantienen paralizada la UNAM desde el día 20, procuran la eliminación del último aumento de las cuotas de inscripción, de menos de un dólar, que se mantienen en unos 200 dólares anuales por estudiante desde 1947.
Tras una semana de negar toda posibilidad de diálogo con los huelguistas, a quienes acusan de ser impulsados por agitadores, las autoridades universitarias llamaron el miércoles a negociar en privado y "sin protagonistas".
Los estudiantes rechazaron la propuesta y advirtieron que sólo habrá negociación si se invita a la prensa y se elimina el incremento a las cuotas de inscripción.
El aumento, que según las autoridades sólo pagarán quienes puedan hacerlo, fue decretado por el Consejo Universitario en marzo por iniciativa del rector Francisco Barnés, desoyendo las amenazas de la dirigencia estudiantil y advirtiendo que los alumnos disconformes podrían ser expulsados.
Lejos de amedrentarse, los líderes estudiantiles, para quienes el aumento viola normas de la Constitución, iniciaron la huelga el día 20 en parte de las facultades y escuelas de la UNAM. Para día el 23, los estudiantes ya habían tomado toda la universidad.
El rector invitó a los universitarios contrarios a la huelga a recibir clases en las calles y cumplir trámites administrativos en lugares alternos, pero no ha tenido mayor eco.
Los huelguistas en cambio recibieron apoyos solidartios de la guerrilla zapatista, de partidos de oposición y otras universidades públicas, cuyos sindicatos amenzaron con cerrar si la cuotas de la UNAM no regresan a su nivel anterior.
Para respaldar a los huelguistas, padres de familia, transeúntes y sindicatos entregan cada día dinero y alimentos a los universitarios que recorren la ciudad pidiendo apoyo económico.
Algunos analistas vaticinaron que el rector perderá su lucha por aumentar las cuotas en la UNAM y que incluso dejaría su cargo obligado por la huelga.
Adolfo Gilly, columnista del diario La Jornada, sostuvo que el rector inició una pelea que no puede ganar, pues tiene al frente a un movimiento estudiantil fuerte, con apoyo y "consciente".
Portavoces del gobierno de Ernesto Zedillo dicen ver el conflicto desde lejos por respeto a la autonomía universitaria. Sin embargo, reconocen que están a favor de un aumento en las cuotas.
El gobierno entrega anulmente a la UNAM alrededor de 300 millones de dólares en subsidios, mientras que la universidad obtiene por otras vías poco más de 22 millones.
La UNAM no puede seguir sobreviviendo sólo del subsidio oficial, pues necesita crecer y mejorar con el apoyo de los estudiantes y sus familias, advirtió el rector Barnés.
Las cámaras empresariales se quejan de que la UNAM ya no entrega profesionales de calidad como antes y aducen que eso se debe a la falta de dinero propio, lo que le impide mantener una planta de profesores calificada y destinar mayores recursos a la investigación.
Según datos oficiales, de cada 100 niños que se incriben en la escuela en México sólo uno logra ingresar a la universidad. Alrededor de 48 por ciento de la población nunca termina la educación primaria.
"El futuro de México no es halagueño y son temerarios los sueños de primermundismo en tanto no termine el rezago educativo", sostiene Pablo Latapi, investigador de la UNAM. (FIN/IPS/dc/mj/ip ed/99