El gobierno de China considera que el ingreso a la Organización Mundial del Comercio (OMC) sería un premio a sus reformas económicas, pero otros en este país piensan que la medida tendrá un precio demasiado alto.
Aunque el presidente estadounidense Bill Clinton no llegó a un acuerdo sobre el asunto con el primer ministro Zhu Rongji durante su visita a Washington este mes, el consenso en Beijing es que el mismo será firmado antes de noviembre.
En ese mes los 133 miembros de la OMC comenzarán las negociaciones para una nueva ronda de reformas comerciales.
Para China, el ingreso a la OMC significaría el reconocimiento de la última organización internacional a la que aún no pertenece. También sería el sello de aprobación a la gran transformación que emprendió el país de una economía centralizada a una regida por el mercado.
Pero aparte de la política, el ingreso a la OMC planteará al Partido Comunista uno de los mayores desafíos en su gobierno de 50 años y provocará un choque económico que ya alarma a algunos observadores de este país.
Sin embargo, muchos creen que la presión externa sobre las industrias estatales y sobre las prácticas comerciales proteccionistas es justo la meta que persigue Zhu, quien defiende enérgicamente la incorporación de Beijing a la organización.
"Zhu sólo se dio cuenta de que la OMC es la única forma que puede imponer todas las reformas que no logró aplicar internamente", dijo un diplomático occidental en Beijing.
"La introducción de la competencia internacional en gran forma hará lo que él no pudo conseguir después de un año de disputas con funcionarios proteccionistas y partidarios de la línea dura en la elite gobernante", agregó.
Cuando Zhu asumió el poder en 1998, prometió que en tres años las deficitarias industrias estatales serían redituables y que reformaría los sectores financiero y bancario según las condiciones del mercado.
Pero el gobierno no cerró las firmas estatales deficitarias por temor al gran desempleo y el descontento social.
Esta política ejerció gran presión sobre los bancos estatales, encargados de sostener a las deficitarias industrias. Los bancos tuvieron pocas posibilidades de ser competitivos porque tuvieron que inyectar dinero a las firmas estatales.
La combinación de estas presiones indica que, en muchos sentidos, China sigue siendo una potencia económica que aún no se desarrolló, aunque está más cerca que nunca de ingresar a la OMC, al que Beijing considera un paso esencial para convertirse en superpotencia.
"No se puede tener este tipo de sistema bancario indefinidamente. Algún día, pasará algo que cause la pérdida de confianza. Este tipo de economía puede cambiar de un día para el otro", advirtió Nicholas Lardy, experto en China del centro de investigación Brookings Institution, de Washington.
Lardy cree que el problema fundamental yace en la falta de iniciativa del gobierno para cerrar las firmas deficitarias. "Hasta que (Beijing) esté dispuesto a cerrar las compañías, seguirá con problemas en el sector bancario", pronosticó.
Analistas económicos sostienen que Zhu tomó el mayor riesgo de su carrera política al defender el ingreso a la OMC como forma de impedir o resolver la posible crisis.
Pero aunque Beijing pretende ingresar a la organización, en China hay gran resistencia a la medida, sobre todo bajo las condiciones ofrecidas por Zhu.
Las concesiones que el equipo de Zhu otorgó durante las últimas negociaciones en Washington son tan grandes que Beijing no se atreve a publicarlas en la prensa nacional.
Por ejemplo, los aranceles sobre cientos de productos industriales de Estados Unidos serán rebajados a 7,1 por ciento para el 2003. Así mismo, se levantaron las restricciones a la importación de trigo, citrus, carne y pollos.
Ahora las firmas estadounidenses pueden tener en propiedad hasta 30 por ciento de las empresas de riesgo compartido del sensible sector de las telecomunicaciones.
En su viaje a Estados Unidos este mes, Zhu reconoció varias veces ante la comunidad empresarial de ese país que puso su carrera en juego al ofrecer el paquete de la OMC, calificado por la prensa de Hong Kong de "gran regalo".
Quienes se oponen al ingreso a la OMC en este país argumentan que las industrias estatales, sobre todo las de automóviles, metalurgia, maquinaria, electrónica y acero, son demasiado débiles como para soportar la competencia externa sin la protección de altos aranceles.
La incorporación precipitará el cierre de las firmas estatales, provocando mayor desempleo, y abrirá la puerta a la propiedad extranjera de muchas de las industrias, afirman.
Además, esta situación amenazará la propiedad estatal y el control ejercido por el Partido Comunista, señalan.
Aunque el debate interno sobre la OMC se hizo en gran medida a espaldas del público, ya están apareciendo señales de una creciente resistencia política a la medida, incluso en los medios estatales.
Un editorial del Diario del Pueblo, el órgano del Partido Comunista, se refirió la semana pasada a las "ventajas a largo plazo" que generará para China el ingreso a la OMC, pero también sugirió que el futuro económico inmediato será sombrío.
Otros periódicos fueron más directos sobre el precio que el país tendrá que pagar para ingresar a la OMC. Un economista citado por uno de los diarios aseguró que "el ajuste después del ingreso de China a la OMC será muy difícil, a pesar del período de transición permitido" por la organización. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/aq/if-ip/99