BRASIL: El "darwinismo" domina la economía nacional

Cuando Charles Darwin desarrolló su teoría de la evolución, jamás imaginó que los conceptos creados para explicar relaciones biológicas pudieran aplicarse a las relaciones económicas y sociales.

Sin embargo, Brasil trata los asuntos socioeconómicos de modo cada vez más "darwinista". O sea, sobrevive el más fuerte, lo que según un criterio absolutamente neoliberal significa el más capaz.

Se trata de un camino peligroso para una nación en vías de desarrollo.

Por ejemplo, un importante diario económico brasileño evita publicar artículos relacionados con la Organización de las Naciones Unidas simplemente porque se trata de una organización de países, y no de empresas privadas. O sea que, en su visión darwinista, un Estado bueno es un Estado inexistente.

También está en voga el mito de que todo los privado es bueno y todo lo público es malo. Ni tanto ni tan poco.

El Estado brasileño se agigantó durante los años de gobierno militar, que implementó grandes programas de infraestructura, entre ellos construcción de sistemas de telecomunicaciones, carreteras y represas hidroeléctricas.

En aquella época, ni se hablaba de empresas privadas interesadas en realizar las enormes inversiones necesarias.

El Estado también se involucró en áreas que no le incumbían, principalmente porque el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social comenzó a adquirir empresas morosas y a administrarlas directamente, entre ellas hoteles, fábricas y negocios de todo tipo.

En los años 90, prevaleció el concepto de "paraíso privado" y el país sufrió una fiebre de privatizaciones, olvidando que los gobiernos deben concentrarse en las funciones básicas del Estado: educación, salud, seguridad y justicia. Brasil no es un buen proveedor de esos servicios para su población.

Los programas brasileños de privatización se basaron en la capacidad del comprador de pagar el precio establecido por la empresa en venta, sin una evaluación de la capacidad de gestión presente y futura.

El ejemplo más claro de equivocación en la elección del gestor privado es el de la Telefónica de España, que administra la red fija de la ex compañía estatal Telesp.

La empresa realizó un desembolso importante para adquirir compañías telefónicas en Chile, Argentina y Brasil. Actualmente, sus ejecutivos de Madrid son cuestionados por la voracidad con que adquirieron firmas en América Latina y los problemas en la gestión de los servicios.

Pero no se trata de concentrar las críticas en una única empresa. El hecho es que la visión darwinista ignora que las compañías privadas pueden ser mal administradas y dar quiebra, además de negar la función del Estado como regulador de las relaciones sociales.

Siempre que el Estado deja de actuar como regulador y fiscalizador de las relaciones económicas y sociales, las empresas en general obtienen ganancias con más facilidad, pero la sociedad en su conjunto carga con el costo.

No es la intención de este artículo defender al Estado agigantado e ineficaz, sino al Estado representante de la sociedad, que preserve la calidad de vida como un bien precioso.

Las economías de todo el mundo están en proceso de transición, y la globalización es la locomotora. Algunos países consiguen ocupar espacios, mientras otros intentan abrirse paso entre mercados cada vez más competitivos.

¿Qué garantizará la equidad en la distribución del ingreso mundial? ¿Una "ética privada" todavía inexistente o la sensata actuación de los tres poderes?

Durante la reciente crisis económica de Asia y Rusia, que todavía tiene fuertes repercusiones en Brasil, pocos relacionaron la masiva fuga de capitales de las economías emergentes con la situación de pleno empleo en Estados Unidos.

Las economías emergentes cayeron como fichas de dominó mientras Estados Unidos, aun en plena discusión sobre la destitución del presidente Bill Clinton, vivía como ahora una época de pleno empleo y crecimiento económico.

Los economistas más conservadores llegaron a anunciar la victoria del modelo de capitalismo estadounidense sobre el japonés.

Nadie, sin embargo, cuestionó la relación entre ese gran crecimiento y los miles de millones de dólares que partieron de Asia, Rusia, México, Argentina y Brasil hacia los mercados de Wall Street.

Está claro que ese dinero se dirigió a Estados Unidos por una cuestión de seguridad. No obstante, no se puede atribuir el actual crecimiento exclusivamente a los méritos de la economía estadounidense.

También se lo debe relacionar con la crisis económica que puso miles de millones de dólares en fuga hacia los mercados centrales.

Este artículo es apenas una reflexión sobre cómo lo económico prevalece sobre lo social sin que se cuestione de qué manera las sociedades y los países en desarrollo podrán satisfacer las necesidades básicas de su gente.

El actual desinterés de las naciones industrializadas por los asuntos africanos es una señal de que el mundo tal vez se esté dirigiendo hacia un nuevo sistema de castas. —— (*) Adalberto Wodianer Marcondes es periodista, fue editor de economía de importantes publicaciones brasileñas y actualmente es editor de la versión brasileña de Tierramérica y free lancer en la agencia IPS. (FIN/IPS/awm/mlm/if dv/99

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