YUGOSLAVIA: China y Rusia no trasladan su malestar a los negocios

China y Rusia no parecen dispuestas a interrumpir sus negocios con Occidente pese a su expresa condena de los ataques de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) contra Yugoslavia, que hoy entraron en su cuarta jornada.

Si bien el primer ministro ruso Yevgeny Primakov canceló esta semana en pleno vuelo un viaje a Washington en protesta por las acciones de la OTAN, pronto aceptó, por sugerencia de Estados Unidos, recibir al director del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Moscú para negociar un nuevo paquete de rescate.

Además, mientras Moscú denunciaba los ataques aéreos como una "agresión unilateral", el ministro de Energía Atómica, Viktor Yevgeny, firmaba nuevos convenios con Estados Unidos, entre ellos un acuerdo por 12.000 millones de dólares sobre un programa para convertir ojivas nucleares en combustible.

De manera similar, el gobierno de China, que el jueves lanzó un duro ataque verbal contra la acción de la OTAN, el viernes anunció junto con Estados Unidos la visita del primer ministro Zhu Rongji a Washington dentro de dos semanas, cuando los aviones de la alianza atlántica todavía podrían estar en acción.

Las negociaciones entre representantes chinos y estadounidenses también se intensificaron esta semana en un esfuerzo por alcanzar un acuerdo sobre la integración de China a la Organización Mundial del Comercio.

"El hecho es que la relación (de Beijing) con Occidente en este momento es mucho más importante que cualquier cosa que ocurra en Yugoslavia", señaló un funcionario de Washington.

Sin embargo, miembros del gobierno y analistas independientes concuerdan en que la decisión de la OTAN de bombardear Yugoslavia dificultará las relaciones de Occidente con Beijing y Moscú.

Los ataques aéreos para obligar al presidente yugoslavo Slobodan Milosevic a retirar sus fuerzas de la provincia separatista de Kosovo, de mayoría albanesa, y aceptar el acuerdo de paz propuesto por Occidente, fueron decididos sin la sanción del Consejo de Seguridad de la ONU, donde China y Rusia tienen poder de veto.

Tanto China como Rusia tienen minorías que, al igual que los albaneses de Kosovo, se concentran en regiones específicas y denuncian represión.

Las minorías chinas incluyen los tibetanos y los musulmanes de la provincia de Xinjiang.

Rusia tiene muchas más comunidades minoritarias, entre ellas la de los chechenos, una minoría musulmana contra la cual el gobierno de Boris Yeltsin libró una sangrienta guerra a mediados de esta década poco diferente del conflicto de Kosovo.

"Si la OTAN puede ayudar a los kosovares a separarse de Serbia, entonces puede ayudar a los chechenos a separarse de Rusia. Es por eso que Yevgeny Primakov debió dar media vuelta y volver a casa", escribió esta semana el columnista William Safire en el diario The New York Times.

Ese tipo de razonamiento, además de la humillación rusa de no poder evitar un ataque contra un país eslavo, podría estimular fuerzas antioccidentales, previno Dmitri Simes, director del Centro Nixon para la Paz y la Libertad, de Washington.

Esa preocupación estuvo por detrás de la decisión de Primakov de hacer retornar su avión a Moscú al ser informado por el vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, de que la OTAN podría empezar sus ataques durante la estadía del primer ministro ruso en Washington.

La cancelación de la visita dio lugar a una serie de medidas y denuncias de Moscú que fueron interpretadas por algunos observadores como un punto de inflexión en las relaciones posguerra fría de Rusia con Occidente, si no como el comienzo de una nueva guerra fría.

El propio Yeltsin hizo referencia al derecho de Rusia a tomar "medidas adecuadas", incluso algunas "de carácter militar" en respuesta a los ataques de la OTAN.

Rusia, al igual que Yugoslavia, es signataria de los tratados de la Organización para la Cooperación sobre Seguridad en Europa.

Pero tres días después del inicio de la acción militar contra Yugoslavia, la retórica de Moscú ya se había suavizado. La única acción específica fue la suspensión de sus relaciones con la OTAN y la expulsión de los diplomáticos de la alianza atlántica de la capital rusa.

"Era lo menos que podía hacer, dado su apoyo histórico hacia los serbios. Pero la verdad es que hasta Primakov está harto de Milosevic", afirmó el funcionario de Washington.

El gobierno de Estados Unidos trató inmediatamente de aliviar la tensión expresando aprecio por los esfuerzos de Rusia para negociar una solución pacífica sobre Kosovo y destacando la importancia de una relación bilateral fuerte.

"No permitiremos que esto dañe nuestras relaciones", declaró la secretaria de Estado Madeleine Albright.

Así mismo, Washington promovió el viaje a Moscú del director gerente del FMI, Michel Camdessus, para reanudar las negociaciones sobre un préstamo de 11.000 millones de dólares, que habían fracasado el pasado agosto.

"Guste o no, el nuevo acuerdo con el FMI es la máxima prioridad de Primakov y Yeltsin en este momento, y no lo pondrán en peligro", señaló un experto en asuntos rusos del Departamento de Estado.

En cuanto a China, no se espera otra cosa que palabras duras contra el ataque de la OTAN, dijeron funcionarios de Washington.

Mientras, Estados Unidos proyecta introducir una resolución de condena a Beijing en la próxima reunión anual de la Comisión de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, que se realizará en Ginebra en abril.

La medida podría afectar los vínculos con China mucho más que el ataque de la OTAN contra Yugoslavia.

Según funcionarios de Washington, China está mucho más preocupada por su integración a la Organización Mundial del Comercio y sus vínculos con Estados Unidos que por la cuestión de Kosovo o su próxima censura en Ginebra. (FIN/IPS/tra-en/jl/mlm/ip if/99

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