(Arte y Cultura) /REPETICION/ GUATEMALA: Una tradición de coloridas alfombras y olor a incienso

La Semana Santa es en Guatemala una mezcla de aromas, colores y sonidos, una combinación de olor a incienso y de aserrín teñido y del sonido plañidero de las marchas fúnebres que acompañan cada procesión.

Las actividades que en Cuaresma y Semana Santa se realizan alrededor de templos católicos son la herencia cultural y religiosa del país. Desde el primer domingo de Cuaresma se forman largas colas de los denominados "cucuruchos" o "cargadores" ansiosos de llevar imágenes religiosas a hombros.

Los días de procesión, miles de fieles católicos se lanzan a las calles de las principales ciudades del país para conmoverse con imágenes de Cristos torturados que cargan su pesada cruz y coloridas alfombras de aserrín.

Algunas de ellas son verdaderas obras de arte cuya construcción ha llevado muchas horas de trabajo y que serán destruidas con el paso de la procesión.

Las pesadas estructuras de madera de cedro tallada en las que lentamente recorren las calles las centenarias imágenes son llevadas en hombros por los cucuruchos, vestidos de morado.

Las procesiones se establecieron en Guatemala casi al mismo tiempo que los colonizadores españoles fundaban la primeras ciudades de este territorio.

"El Concilio de Trento, en la segunda mitad del siglo XVI, impulsó las manifestaciones religiosas que enfatizaron la importancia ceremonial y litúrgica. Con esto, se le dio gran auge a los símbolos externos de devoción popular", dijo el historiador Luis Luján Muñoz.

Así, las procesiones se popularizaron no solo en España en esa época, sino también en las colonias de ultramar.

Según Luján, un elemento que popularizó la práctica de las procesiones en Guatemala y aumentó la devoción entre quienes la observaban fue "el paso de las imágenes de los Nazarenos, a los cuales solo se talla la cabeza, manos y pies".

"Como el aire hace que la túnica se mueva, pareciera ser como si Jesús caminara, lo cual impresionaba a muchos fieles", agregó.

En el siglo XVII, las procesiones guatemaltecas habían adquirido su máximo esplendor.

Las características del Barroco marcaron el arte sacramental de la época y por todos lados surgieron representaciones de Nazarenos, Cristos flagelados, crucificados, en agonía o yacentes, así como imágenes de la Virgen de Dolores o de la Piedad, explicó el historiador.

Pero la Cuaresma y Semana Santa en Guatemala no se caracteriza solo por el colorido de las alfombras y lo imponente de las estructuras que sostienen las imágenes, sino la música que acompaña a las procesiones.

El historiador y musicólogo Celso Lara dijo que "las marchas fúnebres ponen el toque de nostalgia y profundo dolor popular a los cortejos procesionales".

"Tan es así que cada procesión va acompañada de una banda de música que llena de profunda emoción a los cargadores y al público que observa", sostuvo.

El énfasis se pone sobre instrumentos de bronce (trompetas, helicones, cornos franceses y trombones). Las flautas y los clarinetes intervienen en la filigrana de la melodía clave.

"Hay que destacar el paso, el ritmo y dinámica de marcha, marcado especialmente por el redoblante, el bombo y los platillos", explicó Lara.

En las bandas de música participan entre 30 y 50 personas, la mayoría de las cuales llevan muchos años participando en las procesiones.

La Cuaresma y Semana Santa también tienen sus comidas tradicionales, que, como todas las tradiciones latinoamericanas, son una mezcla de costumbres prehispánicas e hispánicas.

Las recetas de las comidas son antiguas. Muchas se han trasmitido de generacion en generación con un celo enorme y a veces es difícil que salgan del seno de las familias que las poseen.

Algunas ya se han popularizado, como los molletes y las empanadas, y se pueden adquirir en los comercios, pero hay otras que solo se comen en el hogar, como las torrejas, el pescado a la vizcaína, los tamalitos de viaje, el mole y algunos refrescos.

Las procesiones de Semana Santa, en especial las que se celebran en el centro histórico de la capital y las de la ciudad colonial de Antigua Guatemala, son observadas no solo por fieles católicos, sino también por un gran número de turistas. (FIN/IPS/cz/mj/cr/99

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