(Arte y Cultura) ARGENTINA: Bioy Casares, otro escritor de reconocimiento tardío

La historia política argentina suele ensañarse con los escritores. Los más ilustres del siglo sufrieron una injusta falta de reconocimiento literario hasta sus ultimos días, cuando muren como Adolfo Bioy Casares sin comprender muy bien los motivos de ese protagonismo tardío.

Muchos escritores debieron aguardar muchos años para que la crítica y el público local se reivindicaran nada más que sus obras, escritas a veces hacía medio siglo o más.

"Así como antes desvalorizaban demasiado mi obra, creo que hoy la enaltecen exageradamente", decía Bioy Casares poco antes de morir. "Recién percibí que era un autor de cierto éxito cuando recibí el (premio) Cervantes" en 1990 en España, confesaba. La gente, entonces, lo abrazaba por la calle.

Algo similar le ocurrió a Jorge Luis Borges, que nunca entendió las causas de una caprichosa devoción que le llegó ya casi anciano.

Su rechazo al peronismo -el movimiento fundado por Juan Perón en la primera mitad del siglo- o su reunión con ex dictadores en pleno régimen en los años 70, le ganaron la antipatía de muchos conciudadanos que prefirieron ignorar su obra.

Bioy Casares fue considerado por muchos años como un escritor "aristocrático", sobre todo a partir del "boom" de la novela latinoamericana en los años 60, protagonizado de escritores comprometidos con la defensa de los sectores marginados.

Formaba parte de una clase de autores refinados, cultos, eruditos, alejados aparentemente de las causas políticas. Sin embargo, su literatura merecía estar -incluso ideológicamente- mucho más lejos de las posiciones políticas que ellos asumían, y más cerca del deseo de esos lectores que los ignoraban.

Pocos describieron como él los barrios periféricos de Buenos Aires, los duelos de los compadritos o el tango, cuando ese baile era maldita y casi prohibida. Bioy Casares había logrado escribir como hablaba el argentino de Buenos Aires, un mérito que dificultaba muchas veces su traducción.

Pocas novelas de amor en la historia de la literatura argentina trasuntaron la pasión que se respira a través de las páginas de "Dormir al Sol" de Bioy Casares. Sin embargo, muchos lectores, en nombre de una presunta lealtad a lo popular, evitaron al "frívolo" autor.

Bioy Casares, quien murió este mes en Buenos Aires a los 84 años, era uno de los últimos representantes de esta generación de narradores ilustres que no gozó en sus años de esplendor literario del sitial en el que fueron colocados al final de sus vidas.

Tanto es así que las entrevistas o la fama lo incomodaban a veces, o lo divertían como a un niño otras. En cualquier caso, lo sorprendían un poco como a Borges. Alguna prensa se empeñaba en destacarlo más por su éxito con las mujeres que por sus libros.

El autor de "El sueño de los héroes" nació en una familia de estancieros y nunca necesitó trabajar. Pero como comentaba el dramaturgo Alberto Ure, "con eso sólo no alcanza ni para empezar a escribir".

Se lo acusaba de frívolo o mujeriego, cuando en verdad, era un devoto de las mujeres.

"Las mujeres me revelaron que algunos lugares comunes, corrientemente aceptados entre hombres, son moneda falsa. Me educaron, ampliaron mi comprensión, me afinaron el tino y me ayudaron a distinguir lo que es auténtico de lo que no lo es", decía.

Un vecino de su estancia "El viejo rincón", el sitio más querido por el escritor y en el que se inspiraron muchas de sus obras, recordaba que el cercano pueblo de Pardo no tenía más de 400 personas que querían a aquel sencillo y callado hombre de campo, aún cuando ninguno conocía sus escritos.

El poeta Marcelo Pichon Riviere, autor de "La invención y la trama", que recoge y comenta las mejores páginas de Bioy Casares, recordaba que el autor de "La invención de Morel" y "Plan de Evasión", escritos en los años 40, comenzó a ser reconocido en los 80, en "un tardío acto de justicia".

Sin embargo, ese reconocimiento es retaceado aún hoy, según Pichon Riviere, por sectores que consideran que en su litertura hay una fuerte marca que deviene de su condición social y una preocupación excesiva por contar una historia, lo que lo coloca en un nivel inferior a Borges.

"El estigma de pertenecer a la clase alta y de ser conservador en lo político, le quita seguidores y, por momentos, como en 1945, o 1969 fue ignorado", recuerda Pichon Riviere.

En cualquier caso, a Bioy Casares no le preocupaba, al contrario. "Nada le resultaba más estimulante como el hecho de saber que nadie esperaba un próximo libro suyo", afirma.

Lo contrario le sucede a Ernesto Sábato. El autor de "Sobre héroes y tumbas", que goza hoy de un éxito editorial que no comprende por su último libro "Antes del fin", fue un militante comunista y luego anarquista, compromisos que lo alejaban y lo acercaban periódicamente de Borges o Bioy Casares.

Actualmente, Sábato sigue teniendo que dar explicaciones de sus gestos y declaraciones políticas, y resulta más reconocido y popular por sus posiciones sobre la defensa de los derechos humanos que por su obra, escrita y laureada hace tantos años.

Tampoco Julio Cortázar pudo escapar a los avatares de la tormentosa vida política argentina. El autor de "Rayuela" debió abandonar el país en 1951 cuando el peronismo lo "ensordeció" y partió rumbo a París. El golpe de Estado de 1976, hizo que su estadía se prolongara tanto que muchos lo creían francés.

Poco antes de su muerte reconoció que "llevaba puesta a Buenos Aires" y por eso describía sus calles, el boxeo o el tango, y su literatura: Borges, Roberto Arlt, Leopoldo Lugones o Leopoldo Marechal. (FIN/IPS/mv/ag/cr/99

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