AMERICA CENTRAL: Cien años de de la United Fruit

Hace 100 años, el 30 de marzo de 1899, nacía la empresa bananera United Fruit Company, cuya presencia en América Latina inauguró un período de tensiones sociales, efervescencia política y marcó la época de mayor expansión del "imperialismo yanqui" en la región.

Favorecida por enormes concesiones de tierra, privilegios, exenciones y mano de obra barata, la United consolidó en pocos años el monopolio de la fruta a través de los enclaves bananeros.

Su área de mayor influencia estuvo en cuatro países de América Central: Guatemala, Honduras, Costa Rica y Panamá.

En el Caribe, el siglo XIX terminó con el inicio de un paisaje de plantaciones de banano y con el germen de lo que sería en los años siguientes un nuevo tipo de relaciones sociales para miles de obreros.

La United Fruit Company, al igual que otras empresas bananeras, creció al amparo de la expansión del ferrocarril y su impacto social está narrado en múltiples obras literarias que fueron escritas con tinta de denuncia social.

"En ese momento se vivía la fase imperialista de la expansión del capitalismo", recuerda la historiadora Virginia Mora, de la Universidad de Costa Rica, quien señaló que la expansión de esta y otras compañías se vio ampliamente favorecida por las facilidades concedidas por los gobiernos locales.

Sólo en Costa Rica, la United obtuvo, al adquirir los negocios del empresario estadounidense Minor Keith, el arrendamiento de 148 kilómetros de ferrocarril y la concesión de propiedad de 334.000 hectáreas de tierra.

Al hacer un balance de estos 100 años de la United Fruit Company, Mora explica que la empresa bananera trajo a la región empleo y salarios comparativamente más altos, pero en el recuento final fueron más los perjuicios que los beneficios ocasionados a los países donde se instaló.

Ninguno de los ingresos que generaba la actividad iba a parar a la economía nacional.

"Los obreros recibían su paga, pero debían hacer sus compras en el comisariato, una especie de tienda de abarrotes ubicada dentro de la plantación y que le pertenecía a la misma compañía", indica Mora.

De tal forma, los grandes privilegios concedidos por gobierno a través de los llamados "contrato-ley" se vieron retribuidos muy parcialmente.

Honduras y Costa Rica cedieron a la United enormes cantidades de terreno a cambio de la construcción de vías férreas, mientras Guatemala y Panamá pretendían, simplemente, desarrollar la actividad bananera.

Entre los privilegios que recibió la compañía se encontraban amplios derechos para la extracción y uso de recursos naturales nacionales, la exención total de impuestos de importación y derechos aduaneros sobre la introducción de bienes de capital e intermedios.

Así lo documenta Frank Ellis en su libro "Las transnacionales del banano en Centroamérica" (1983), en el que señala que, a cambio de tales regalías, la United sólo pagó, entre 1910 y 1930 el impuesto de exportación por racimo, único gravamen que pudieron imponer los gobiernos a la actividad bananera.

En todos los países del istmo, ese tributo se mantuvo entre 1,5 y dos centavos de dólar por racimo.

Por el contrario, en ese mismo período los bienes de la empresa se multiplicaron.

En 1910 la empresa tenía, en el conjunto de los cuatro países del istmo, 601 kilómetros de vías férreas, 194.392 hectáreas de tierras y un área cultivada de banano de 30.544 hectáreas.

Para 1930 estos indicadores llegaron a 2.467 kilómetros en vías férreas, 1,4 millones de hectáreas de tierra y 76.553 hectáreas de tierra cultivadas.

La diferencia entre la cantidad de tierra disponible y el área cultivada permitía a la compañía desplazar sus plantaciones a otras zonas en el momento en que las tierras le resultaran improductivas.

En su libro "The United Fruit Company in Latin America", Stacy May documenta cómo esta empresa comenzó con un capital inicial de 20 millones de dólares, algo asombroso si se compara con el poder económico que alcanzó medio siglo más tarde.

En 1947 en Costa Rica, Guatemala, Honduras y Panamá sólo esa empresa aportaba 16,5, 22,7, 38 y 12,3 por ciento, respectivamente, del total del Producto Interno Bruto (PIB).

En el aspecto social, los enclaves bananeros dejaron una estela de alcoholismo, prostitución y choques étnicos que antes no existían.

"Las empresas bananeras supieron exacerbar las diferencias entre obreros negros y blancos", señala Virginia Mora. "Esa fue su estrategia para evitar que el movimiento sindical luchara en un frente unido", añade la historiadora.

A pesar de esa estrategia de división, las plantaciones bananeras fueron la cuna de fuertes movimientos sindicales y políticos, por ejemplo, en el caso de Costa Rica, del Partido Comunista.

El descontento de los obreros por sus condiciones de vida se expresó en muchas huelgas, pero las más sobresalientes fueron la de 1934, en Costa Rica, y la de 1954 en Honduras.

En la de Costa Rica participaron cerca de 10.000 obreros de plantaciones ubicadas en diversas partes del territorio, con reivindicaciones laborales y de sus condiciones de vida en general.

Ya para 1942 las cosas empezarían a cambiar, porque el gobierno estableció las garantías sociales, que debían cubrir a todos los trabajadores.

Los contratos-ley siguieron protegiendo los intereses de las compañías bananeras, pero en 1974 estalló la llamada "guerra del banano" entre los gobiernos y la United, debido a los bajos precios que ésta abonaba a los productores nacionales y a su negativa de pagar impuestos.

Esta situación dio origen a la Unión de Países Exportadores de Banano (UPEB) -actualmente inactiva- en septiembre de ese mismo año.

La organización está integrada por Costa Rica, Colombia, Guatemala, Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Venezuela y Panamá.

Además de proveer información sobre las ganancias de trasnacionales como United, Standard Fruit, Dole y Del Monte, la UPEB estableció un impuesto de un dólar por cada caja de banano exportada desde los países bananeros de la región, excepto Nicaragua y Colombia, cuyas ventas estaban en poder de compañías nacionales.

Hasta inicios de la década de 1990, las arcas de los Estados que aplicaron el impuesto recaudaron más de 1.200 millones de dólares por ese concepto, pero luego la mayoría de ellos suspendió la retención.

La United se conoce ahora como Chiquita Brands y, aunque tiene aún plantaciones de banano (en Panamá alrededor de 12.000 hectáreas sembradas), su mayor negocio es la exportación.

En muchos países el traslado de las compañías bananeras de la región atlántica al Pacífico, donde había mejores condiciones portuarias y tierras sanas, provocó grandes cicatrices sociales, pues los pueblos dependían casi exclusivamente de las fuentes de trabajo que generaban las plantaciones.

Al describir este éxodo empresarial en la provincia caribeña de Limón, de Costa Rica, el historiador Víctor Hugo Acuña escribió en cierta ocasión que "(el pueblo) se convirtió en un cementerio de bananos»"

Los vejámenes, la discriminación, la miseria y todo lo que fue la vida en los bananales de la United en Costa Rica quedaron plasmados en la obra del dirigente comunista Carlos Luis Fallas (Calufa).

"Los dólares de la United Fruit Company obraban milagros en Costa Rica", recuerda Calufa en su libro "Mamita Yunai".

"Los más destacados líderes políticos de la burguesía cantaban loas a la obra civilizadora de la United. Escritores y periodistas, con muy pocas excepciones, presentaban a la United como a la madre amorosa de los costarricenses", concluye. (FIN/IPS/nm/dg/if-pr/99)

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