Senegal prohibió la mutilación genital femenina o ablación, pero nada indica que la práctica, que consiste en extirpar total o parcialmente los órganos genitales de la mujer, vaya a desaparecer en este país africano.
Más de un millón de senegaleses irían presos si se aplicara el artículo 299 A del cógido penal. La enmienda, aprobada el mes pasado en el parlamento, prohibe violar "la integridad de los genitales femeninos", o "influir" a otros a que lo hagan.
Más de 130 millones de mujeres de 28 países de Africa fueron sometidas a la ablación. Muchas tienen problemas de salud, sobre todo cuando llega el momento de dar a luz.
"Prefiero morir antes que ser obligado a abandonar mis creencias", sentenció el máximo líder espiritual de los toucouleur, pueblo del norte de este país.
Otros líderes tradicionales anunciaron que tampoco obedecerán la prohibición. Un pueblo del sur sometió a 120 niñas a una ablación colectiva. La nueva ley atenta contra los esfuerzos hechos hasta el momento para detener la práctica.
Tostán, una organización de derechos humanos, se dedicó el año pasado a informar a cientos de pueblos sobre los riesgos de salud que implica la mutilación y propuso discutir el tema.
La labor del grupo logró que 31 de esos pueblos declararan en público que prohibirían la práctica, y otros pueblos anunciaron que acompañarían la iniciativa.
Pero Tostán tuvo que suspender sus actividades porque algunos pobladores dijeron que ya no podrán cumplir con su promesa porque la nueva ley convirtió a amigos y familiares de pueblos vecinos en criminales.
Las organizaciones internacionales pasan por alto estos problemas. La directora de Unicef (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia), Carol Bellamy, comentó que mujeres de los 31 pueblos viajaron a la capital para convencer al parlamento de "abolir la práctica".
En realidad, fueron hasta allí para explicar los motivos por los que penalizar la ablación no ayudará a su causa. Las legisladoras recomendaron retrasar por dos años la aplicación de la ley, a raíz de los argumentos que escucharon.
Varios parlamentarios del partido de gobierno manifestaron su desacuerdo con la legislación, en los términos en que fue planteada.
Algunos señalaron que contradice el primer párrafo de la Constitución, según el cual el gobierno debe respetar las creencias de todos sus ciudadanos. Pero finalmente acataron la decisión de sus partidos y firmaron su aprobación.
El gobierno intentó eliminar el disenso a través de la falta de información, es decir, no se le dijo a la población que una práctica que se realiza desde hace miles de años pasará a ser ilegal. Incluso los políticos afirmaron que no sabían nada de la ley hasta inmediatamente antes de su aprobación.
Muchos señalaron la ironía de que los derechos de los individuos sean dictados por fuerzas externas en lugar de surgir de las discusiones públicas.
El gobierno hizo conocer el proyecto de ley a las organizaciones internacionales presentes en Dakar, en particular a por Unicef y la Ayuda Estadounidense para el Desarrollo Internacional.
El proyecto de ley fue aceptado un mes antes de la publicación del informe sobre derechos humanos que realiza el Departamento de Estado de Estados Unidos cada año.
El informe enumera los países africanos que prohibieron la mutilación genital femenina y los que aún no lo hicieron, y tanto el Congreso de Estados Unidos como las agencias de ayuda humanitaria de ese país lo utilizan como guía cuando llega el momento de brindar asistencia financiera y militar.
Numerosos países de Africa prohibieron la ablación en los últimos tiempos pero ninguno se atrevió a poner en vigor la ley porque recordaron la época colonial, cuando la cuestión provocó cruentos disturbios.
Grupos de Kenia a favor de la mutilación genital femenina apoyaron el levantamiento de los mau mau en 1950. Como la ley colonial prohibía que el encargado de practicar la ablación llevara a cabo su oficio, las niñas practicaban el "ngaitana", que se traduce por "me corto yo misma".
"No se puede hacer penalizar una práctica cultural", sostuvo el analista político Gerry Mackie.
"La ley penal funciona cuando los criminales son minoría. No se puede acusar a la sociedad entera de criminalidad, o acusar a una minoría discreta e insular de la población, sin utilizar el método del terror", explicó.
La terapia del impacto también fracasa. En Uganda, el número de niñas sometidas a la ablación se duplicó luego de que los activistas por los derechos humanos mostraron una película impresionante sobre la práctica.
En algunos casos, sin embargo, los africanos suspendieron la práctica. Grupos de derechos humanos de Occidente insultaban a Aja Tounkara Diallo Fatimata, encargada de las ablaciones en la capital de Guinea, hasta que ella confesó hace unos años que jamás había mutilado a nadie.
"Sólo pellizcaba sus clítoris para hacerlas gritar, les echaba unas gotas de mercurio cromo y las vendaba para que caminaran como si les doliera", relató Fatimata.
Los activistas de la región explicaron que el éxito de sus intervenciones depende de los motivos que llevan a los pueblos a mantener la tradición. Las razones son tan diversas como los tipos de mutilación genital femenina.
La infibulación, la costura de los labios vaginales entre sí dejando apenas un orificio para que pueda salir el flujo menstrual, se considera tradicionalmente un método muy eficaz para garantizar la castidad.
Pero otras formas menos brutales como, por ejemplo, quitar la piel de la punta del clítoris, como lo recomienda un texto islámico, se supone que aumenta la sensibilidad genital.
Esta práctica se realiza a menudo en el mismo momento que la circuncisión masculina, y hay quienes dicen que es necesaria para despertar la sexualidad en la pubertad.
Los occidentales que se oponen a la práctica interpretan la ablación como la forma que tienen los hombres africanos de dominar y oprimir a las mujeres. "La misoginia no puede seguir encubriéndose bajo la rúbrica de 'práctica tradicional' ", sostuvo Belamy hace pocos días.
Sin embargo, los que tratan de detener la práctica informaron que las "guardianas" de la tradición son las mujeres y que ellas son las que más se resisten a suspenderla.
Opositores africanos a la ablación no usan la palabra "mutilación" e interpretan dicha práctica en términos de salud.
Un estudio hecho a mujeres de Sudán y Egipto que están en contra de la mutilación genital femenina reveló que la mayoría propondría educar a la población sobre las consecuencias de la misma, en lugar de convertirla en un acto penalizado.
Esos países decidieron permitir que sólo los médicos realicen la ablación, en lugar de prohibirla. Pero la presión internacional fue muy fuerte para el gobierno de Egipto, que cambió la ley.
"Ahora, la prohibición hizo que la ablación se convirtiera en una práctica clandestina, igual que sucedió con el aborto. Así que se lleva a cabo en peores condiciones higiénicas que antes", sostuvo un funcionario estatal. (FIN/IPS/tra-en/dh/mn/ceb/aq/hd-he/99