Las ciudades de frontera de Paraguay y Uruguay, prósperas cuando la moneda de Brasil era fuerte, ahora sufren las consecuencias de la severa devaluación del real.
Decenas de comercios han cerrado o se ven amenazados tanto en la paraguaya Ciudad del Este como en las uruguayas Rivera, Chuy y Artigas.
Las autoridades municipales de esas ciudades ubicadas en la frontera con Brasil temen por las consecuencias sobre el nivel de desempleo, mientras los gobiernos centrales de sus respectivos países dejan de percibir cuantiosos ingresos generados por los impuestos pagados por los "free shops" de esas localidades.
En Uruguay, la ciudad noroccidental de Rivera, separada por una calle de la brasileña Livramento, es la que más ha sufrido los efectos de la devaluación del real el 13 de enero.
Sus "free shops" (locales que venden sin gravámenes artículos importados) habían crecido en los últimos años gracias a que los brasileños de Livramento se abastecían en ellos de todo tipo de productos, desde bebidas alcohólicas hasta alimentos.
Pero con la caída del real frente al dólar y la reevaluación consiguiente del peso uruguayo ante la moneda brasileña la tendencia se invirtió.
"Ahora son los riverenses los que compran del otro lado de la frontera", dijo el presidente de la asociación que nuclea a los 70 establecimientos de free shop de la ciudad, Antonio López, según el cual los artículos de perfumería, el whisky y los calzados son los rubros más afectados por la caída de las ventas.
"Cuando a Rivera le mal a Livramento le va bien y viceversa", señaló a su vez a la publicación brasileña Gazeta Mercantil Antonio Planella, vicepresidente de la Asociación Comercial e Industrial de Livramento.
En la ciudad fronteriza brasileña, que cuenta con 80.000 habitantes, al igual que Rivera, se vive un lento renacimiento del movimiento comercial, que revierte la fuerte caída registrada en los últimos años.
En 1985 Livramento contaba con 4.450 comercios, de los cuales sólo sobrevivieron 995 a fines de 1997.
Del lado uruguayo de la frontera, la preocupación por la pérdida de fuentes de trabajo va en aumento.
Sólo en enero más de 50 empleados de los free shops perdieron sus empleos. El sector ocupa en total a unas 1.100 personas.
Los comercios de la ciudad, que en 1998 ya habían visto declinar sus ventas 25 por ciento respecto a años anteriores, no previeron sin embargo la crisis brasileña y disponen aún de grandes stocks de mercaderías, indicó López.
En Chuy, en el extremo este de Uruguay, la caída de las ventas ha sido hasta ahora menor que en Rivera, porque si bien los turistas brasileños ya casi no acuden a sus free shops sí lo hacen los argentinos, que en la temporada de verano (diciembre-marzo) se agolpan en las playas de la zona costera cercana.
"La gran incógnita reside en saber qué va a ocurrir a partir de marzo, cuando volvamos a depender en 90 por ciento de los brasileños", afirmó Carlos Calabuig, presidente de la Asociación de Free Shops de la localidad, cuya economía depende por entero del comercio de frontera.
El fisco uruguayo ingresa unos 16 millones de dólares al año por los impuestos que pagan los free shops de Chuy y Rivera.
En Artigas, en el extremo norte del país, la situación no es menos dramática que en las otras dos ciudades.
"Es muy simple, el artiguense va a comprar a Brasil y el brasileño deja de comprar en Artigas", resume un informe publicado por el semanario uruguayo Brecha.
"Por la gran avalancha de préstamos al consumo que hubo en los últimos años, la población de Artigas debe además el crédito al consumo diario de pan, carne y leche", señala el reportaje periodístico.
"La crisis del comercio de la ciudad se produce tanto por la falta de venta" a los brasileños que ya no llegan como a que "los comerciantes ya no pueden cobrar las deudas anteriores", concluye.
Según Ricardo Xavier, un edil municipal de la zona, el departamento (provincia) de Artigas, cuya capital es la homónima ciudad, es el más "Brasildependiente" de Uruguay.
"Todo lo que Artigas vende lo coloca en el mercado brasileño, y cuando no puede vender en ese país su economía general sufre las consecuencias", afirmó.
En Paraguay, mientras tanto, los habitantes de Ciudad del Este cruzan ahora la frontera que los separa de Foz de Iguazú para abastecerse en productos que antes los brasileños encontraban en sus comercios.
Leche en polvo, azúcar, café soluble, fideos, arroz, lácteos, pollo, panificados se encuentran a precios 40 por ciento más baratos en Foz de Iguazú que en Ciudad del Este, lo que permite a los paraguayos ahorrar hasta 160 dólares al mes en un país en que el salario mínimo es de 200 dólares, señala Gazeta Mercantil.
El sector importador paraguayo, que tiene en Ciudad del Este una de sus bases más fuertes, pidió al gobierno de Raúl Cubas que tome medidas para recuperar competividad.
Lo mismo hizo el sector reexportador, cuyos aportes representan 27 por ciento de las sumas que el Estado central recaba anualmente por concepto de impuestos.
Ciudad del Este, que se había hecho "famosa" por la incesante afluencia de "sacoleiros" (contrabandistas) brasileños que allí compraban sobre todo cigarrillos, bebidas y electrodomésticos, actualmente es invadida por el contrabando de productos que le llegan de Foz de Iguazú.
Los empresarios azucareros paraguayos afirman que cada semana entran de contrabando al país unas mil toneladas del dulce, mientras los avícolas dicen que han perdido 20 por ciento del mercado interno de pollos por el ingreso de aves de contrabando.
En Brasil, la otra cara de la devaluación del real, que ha fortalecido el comercio de productos nacionales, la viven los comerciantes informales.
En Sao Paulo, los ambulantes, que hasta el momento vendían esencialmente productos ingresados de contrabando sobre todo de Paraguay y en menor medida de Uruguay, se quejan porque esos artículos ya no son competitivos frente a los nacionales ofrecidos en los comercios informales. (FIN/IPS/dg/mj/if/99