Empresarios de Italia aplaudieron la regularización de unos 250.000 inmigrantes ilegales, pues la inmensa mayoría de los cuales se desempeña en tareas que los naturales de este país se niegan a hacer.
La oposición de derecha criticó el decreto aprobado el martes por el Consejo de Ministros que legalizó a la inmensa mayoría de los inmigrantes que presentaron una solicitud especial al respecto, 250.000 de un total de 308.000.
Uno de ellos fue Belson Adjei, un ghanés de 35 años, delegado sindical y responsable de uno de los turnos en una fábrica metalmecánica donde trabajan 15 italianos y 15 extranjeros, 13 de Ghana, uno de Marruecos y otro de Albania.
Adjei estuvo su primer período en Italia de forma ilegal, como la inmensa mayoría de los 1,2 millones de inmigrantes, la mayoría procedente del mundo en desarrollo (54,8 por ciento) y de Europa oriental (23,6 por ciento).
"Fue el período más peligroso. Fueron muchas las tentaciones para caer en el mundo de la delincuencia", afirmó.
En 1997, fueron acusados de diversos delitos 47.792 inmigrantes, 8,7 por ciento del total de 546.591 imputados, según un informe oficial.
Los delitos relacionados con la prostitución constituyeron 41,4 por ciento de los casos de inmigrantes denunciados ante la ley, el 22,35 por ciento respondió a acusaciones sobre drogas y 15,4 por ciento a robos.
Del total de condenados, 13,2 por ciento fueron extranjeros, que constituyen, a su vez, 28,4 por ciento de la población carcelaria.
Amabile Carretti, dirigente de la Confederación Sindical General Italiana (CGIL), sostuvo que buena parte de las industrias del norte tendrían que cerrar si cerraran las fronteras.
El propietario de la fábrica donde trabaja Adjei, Alfredo Francia, contó que su pequeña empresa creció hasta lograr una facturación de diez millones de dólares anuales desde que ingresaron los inmigrantes a su plantel.
"Es una mentira que a más inmigración más desocupación, porque los jóvenes italianos no quieren trabajar en las fábricas, a pesar de que el trabajo no es tan pesado como lo era antes. Ahora parecen bibliotecas, con tantas computadoras", dijo Francia.
"Los padres, incluso, sienten vergüenza de que sus hijos trabajen en una fábrica. Prefieren que esté desocupado en lugar de mandarlo a estudiar algún oficio técnico", agregó.
"Muy bien, que cierren las fronteras. Pero que los diputados que voten eso me manden a sus hijos a trabajar en la fábrica", expresó Francia.
Adjey confirmó esa percepción. "El cansancio, el estatus social, el tener que levantarse temprano… la explicación puede ser cualquiera. Muchos italianos entran aquí y se van después de haber recibido el primer sueldo y haberse comprado el teléfono celular", explicó.
La mayoría de las solicitudes de legalización presentada por inmigrantes correspondió a los albaneses (40.000), seguidos por los rumanos (24.000), marroquíes (23.000), chinos (19.000), nigerianos (12.000) y senegaleses (11.000).
El decreto del gobierno de centroizquierda impuso cuatro condiciones a los aspirantes: poseer trabajo y morada, carecer de antecedentes penales y haber ingresado a Italia antes del 27 de marzo de 1998, cuando se aprobó la última ley sobre inmigración.
La Iglesia Católica consideró positiva la medida. En numerosas ocasiones, el papa Juan Pablo II intercedió en favor de los inmigrantes.
El gobierno anunció, al mismo tiempo, que aplicará mano dura contra los traficantes de inmigrantes clandestinos, en especial de Albania, desde donde casi a diario llegan personas que pagan más de 1.000 dólares y que apenas pisan tierra italiana son devueltos a su país.
A menudo, incluso, mueren ahogados en embarcaciones frágiles y que llenan más allá de su capacidad.
Italia ha adoptado una política de emigración contra la corriente europea. Dinamarca y Gran Bretaña consideran medidas severas y restrictivas contra la inmigración.
El gobierno de Tony Blair, del Partido Laborista, anunció el mismo martes la expulsión de 100.000 inmigrantes ilegales. Dinamarca prometió, por su parte, premios e incentivos para los inmigrantes que vuelvan a su país de origen.
Los inmigrantes representan 1,9 por ciento de la población italiana, uno de los porcentajes más bajos de Europa. (FIN/IPS/jp/mj/pr/99