Venezuela estrenará este sábado un inédito parlamento de transición, con las alas cortadas por la inminente convocatoria a una asamblea constituyente que se anuncia dotada de poderes para disolverlo.
También, por primera vez, los partidos Acción Democrática (AD, socialdemócrata) y Copei (socialcristiano) no pueden hacer mayoría, ni siquiera simple. Desde la legislatura saliente (1994- 1999) ya no reunían la mayoría calificada de dos tercios.
Aunque quienes adversaron al presidente electo Hugo Chávez en la campaña de 1998 suman casi dos tercios del parlamento, esa herramienta para hacer oposición aparece como un poder disminuido según la correlación de fuerzas imperante en el país.
Pero también la que impera dentro del propio parlamento, por las posiciones que alcanzaron fuerzas distintas a los partidos tradicionales, al punto de que el sábado, por vez primera desde 1959, es posible que presidan las dos cámaras figuras que no provienen ni de AD ni de Copei.
La situación también es en parte producto de la elección separada de parlamento y presidente, en 1998: en diciembre, Chávez consiguió 56,2 por ciento de los votos, su rival Henrique Salas 39,4 por ciento, y otros candidatos porcentajes minúsculos.
Pero las elecciones parlamentarias, que se habían efectuado en noviembre, dejaron un resultado diferente: la coalición chavista Polo Patriótico consiguió un tercio de los votos y quedó en minoría: tiene 19 de los 58 senadores y 73 de los 209 diputados.
AD y Copei pueden reunir más, pero no mayoría. AD cuenta 20 senadores y 62 diputados, y Copei siete senadores y 27 diputados.
Proyecto Venezuela, organización de Salas, consiguió cuatro senadores y 24 diputados. Otras 12 fuerzas, incluidas varias que fueron en alianza con las formaciones principales, se reparten el resto de los escaños. Una senaduría es ocupada por el ex presidente Carlos Andrés Pérez, fuera de AD desde 1996.
Otras figuras de renombre, experiencia política o liderazgo popular son escasas, en un declive que acompaña al de la impronta de las organizaciones políticas en la sociedad venezolana, aunque 43 por ciento de los nuevos parlamentarios tienen estudios de postgrado y otro 34 por ciento de pregrado universitario.
Hay 30 mujeres en el nuevo parlamento (11,5 por ciento), casi el doble de la participación femenina en la legislatura saliente (6,6 por ciento), en parte por una reforma legal que obligó a que fuesen de sexo femenino 30 por ciento de los candidatos.
Sin embargo, la norma se aplicó sólo a la elección por lista (no válida para el Senado y sólo para la mitad de los diputados) y no previó el lugar de las mujeres en la misma, lo que implicó que muchas diputadas debiesen luchar para ser elegidas de modo nominal (10), en tanto 15 llegaron con las listas.
Retrocesos experimentados por las maquinarias partidistas llevaron más jóvenes al nuevo parlamento, aunque el promedio de edad sigue alto: 49 años en Diputados (requisito mínimo 21) y 58 en el Senado (edad mínima 30), frente a un presidente de la República de 44 años.
En una encuesta del diario El Universal, dos senadores y siete diputados confesaron como profesión la de militar retirado: todos pertenecen al Movimiento Quinta República (MVR), creado por Chávez y principal del Polo Patriótico.
La composición política fragmentada ha llevado a una guerra de declaraciones entre los futuros actores parlamentarios, sobre el respaldo legislativo a Chávez, la integración de las directivas parlamentarias y el llamado a una asamblea constituyente.
Antes de que el Congreso se instalase para una "guerra regular", ya los partidos tradicionales atrincherados en su fortín parlamentario perdieron la primera batalla, al decidir contra sus tesis la Corte Suprema de Justicia.
La Corte decidió el martes que no es preciso que el Legislativo reforme la Constitución para convocar a una Constituyente, y dio la razón a Chávez en su tesis de que un referendo popular decida si quiere o no la nueva asamblea.
Más aún, la Corte facultó a la asamblea que redactará una nueva Carta Magna para que actúe como depositaria del poder constituyente originario, lo que significa que podrá rehacer los poderes constituidos. Con la amenaza de ser disuelto, el Congreso podrá marchar, siempre que lo haga de puntillas.
Sus alas además son cortadas por una opinión pública favorable al presidente electo, quien a pocos días de asumir, el 2 de febrero, tiene una aceptación cercana a 80 por ciento y nadie duda que podrá renuir rápidamente más de tres millones de firmas como respaldo popular para su propuesta de constituyente.
Las Fuerzas Armadas muestran cohesión en torno a quien será su comandante en jefe -un teniente coronel retirado que hace nueve años lideró una cruenta asonada- e incluso entusiasmo porque uno de los suyos dirija la nación y además bañado en popularidad.
"Chávez tiene los dos poderes reales, el ejército y el pueblo", destacó el escritor marxista Moisés Moleiro.
La Iglesia Católica se esfuerza por conservar la neutralidad, los empresarios rodean al nuevo gobernante con ofertas de acompañar sus proyectos, y los gobiernos de 10 países visitados por Chávez tras su elección han dado otros tantos espaldarazos.
Líderes de opinión que fueron críticos del chavismo han devenido en sus aliados, y oponentes como el ex presidente Pérez, a quien Chávez intentó derribar en 1992, reconocen sin ambages su condición de presidente de todos los venezolanos.
"Antes de ser elegido Chávez era un golpista, ahora es el presidente de todos", dijo Pérez, llamando a respaldar la constituyente y a participar en sus debates, tras recordar que propuso esa asamblea desde fines de los años 80.
En ese clima prospera la tesis de Chávez de "refundar la república", y quedan acorraladas las iniciativas del Congreso, posiblemente llevado a los debates y tareas legislativas de mero trámite, para posibilitar la labor del gobierno.
"Creo sólo en un Congreso de transición", dijo y repitió Chávez durante su campaña. La marcha de los acontecimientos parece ofrecerle una nueva y rápida victoria. (FIN/IPS/jz/eg/ ip la/99