Desapareció la Lima señorial descripta por el escritor Ricardo Palma a comienzos de siglo. La capital de Perú ya no es la ciudad de "balcones y azulejos y menudo paso de pie de moza", que vio en su infancia la cantante Chabuca Granda.
La colonial ciudad que Bertolt Brecht llamó "Lima, la dorada" ya no existe. Ahora es un magma social bullente y abigarrado, donde contrastan el estilo de vida tradicional y el de los ex campesinos andinos y sus hijos, que suman dos terceras partes de la población de la capital.
Todavía no termina de definirse el nuevo perfil cultural que tendrá esta ciudad de ocho millones de habitantes, pero es evidente que "lo limeño" tradicional ha sido sepultado y engullido por la marea de personas llegadas de otras regiones.
Es el fenómeno social y cultural que se conoce como "la cholificación (mestizaje) de Lima", un proceso que los nostálgicos lamentan, pero que despierta entusiasmo y optimismo en los analistas sociales, porque se está convirtiendo en un nuevo motor de desarrollo nacional.
Los inmigrantes han transformado el orden social que encontraron en la capital y convertido en insuficientes y precarios los servicios urbanos. Pero también generaron una economía informal que representa más de la mitad del producto bruto industrial del país.
La "industria informal", constituida por ex vendedores ambulantes convertidos en microempresarios (casi todos procedentes de la región andina) aporta alrededor de 90 por ciento de la producción textil, de confecciones, calzado y muebles.
Una masiva migración del campo a la ciudad y de los valles andinos hacia los tropicales bosques amazónicos, cambió el mapa humano del país en las últimas décadas, de modo silencioso y constante.
No sólo se ha transformado el paisaje social de Lima. Todo el Perú de hoy es muy distinto al de mediados de los años 50, cuando la sociedad era predominantemente rural y más de 65 por ciento de sus integrantes vivían en el campo. Ahora, 70 por ciento del total se concentra en las ciudades, especialmente en Lima.
Perú tiene 24 departamentos, con 194 provincias y 1.818 distritos. Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), 50 por ciento de la población se ha concentrado en 87 distritos.
El INEI registra una disminución de habitantes en casi la tercera parte de los distritos, lo que revela un alto índice de migración interna.
Diversos factores promueven esa migración en Perú, país de 25 millones de habitantes desigualmente distribuidos sobre una geografía muy quebrada y diversa. Los más importantes son la falta de tierras de cultivo, el desempleo y la violencia política.
La primera gran ola de migración se produjo a partir de 1940, cuando las autoridades dejaron de reprimir y expulsar a los "sin casa" que tomaban por asalto las laderas sin cultivar de los cerros que rodean a Lima, y se formaron las primeras barriadas, llamadas ahora "pueblos jóvenes".
Mientras no tocaran los cultivos de los terratenientes privados y se instalaran en los cerros, que según la Constitución pertenecían al Estado, la policía los dejaba asentarse y construir sus chozas, después de alguna represión mas simbólica que efectiva.
Cuando se acabaron los espacios disponibles en los cerros, los ocupantes empezaron a instalarse en los arenales adyacentes, extendiendo progresivamente la periferia de la ciudad.
Los migrantes no se arredraron por la falta de servicios de agua potable, saneamiento y energía eléctrica, ya que estaban acostumbrados a esas carencias en la región andina, y comenzaron a llegar en oleadas, en busca de empleo para ellos y oportunidades de educación para sus hijos.
Esos asentamientos transformaron el paisaje urbano a medida que los nuevos pobladores ganaron un espacio propio y se sumergieron en la cultura urbana.
"Luego de ser reconocidos por el Estado, los asentamientos y pueblos jóvenes se movilizaron por servicios de infraestructura básica. Los más dinámicos se convirtieron en distritos urbanos donde residen los sectores populares emergentes", dijo el sociólogo Ivan Degregori.
La búsqueda del empleo y el sueño de la casa propia en la ciudad, aunque sea una choza en un cerro o sobre el arenal periférico, llevaron grandes contingentes de campesinos andinos a Lima entre 1940 y los años 70. En los 80, la violencia política generó una nueva oleada de migraciones hacia la capital.
Entre 1980 y 1993, las guerrillas de Sendero Luminoso desestabilizaron la autoridad del gobierno central en las dos terceras partes del territorio nacional.
La población campesina quedó atrapada entre la exigencia de los guerrilleros de respaldo activo, bajo amenaza de muerte, y la violencia ciega de la represión del ejército. Su única salida fue la emigración, y los valles andinos se despoblaron.
Se calcula que alrededor de 600.000 campesinos se desplazaron masivamente en ese período hacia las ciudades de la costa, especialmente a Lima.
Cuando Sendero Luminoso fue derrotado militarmente en 1993, se inició el programa de Retorno de Desplazados, con apoyo y presupuesto oficial, que tuvo escaso resultado. La mayoría de los ex campesinos prefieren quedarse en las ciudades, aunque sea trabajando como vendedores ambulantes.
"Los jóvenes y adolescentes no quieren volver, no les interesa. Los adultos mayores se mueven constantemente entre sus tierras de cultivo y sus casas en las barriadas de Lima, con un pie en cada lugar. Sólo los muy viejos regresan en forma definitiva" al campo, comentó la socióloga Imelda Vega. (FIN/IPS/al/mp-ff/pr/99