INDIA-PAKISTAN: Dos rivales unidos por el destino

India y Pakistán, rivales desde que nacieron como estados independientes hace 51 años, tienen destinos inseparables a pesar de sus divergencias políticas.

Las pruebas nucleares realizadas por ambas naciones en mayo y el consiguiente aumento de su rivalidad es sólo uno de los lazos que las unen.

Ambos estados ocupan posiciones casi idénticas en el índice de de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que los sitúa entre los 40 últimos del total de 174 países. Casi la mitad de sus poblaciones viven en condiciones de pobreza y cerca de dos tercios de las mujeres son analfabetas.

India y Pakistán asistieron en las últimas dos décadas a una explosión de prejuicios étnicos, fanatismo religioso y persecuciones. Los últimos ejemplos son las matanzas de cristianos en India y de musulmanes chiítas en Pakistán.

En India, la creciente intolerancia se debe, en parte, al proyecto de instauración de la supremacía hindú por parte del gobernante partido nacionalista religioso de derecha, el Bharatiya Janata (PBJ). En Pakistán, la intransigencia encuentra explicación en el fundamentalismo islámico.

La instauración de políticas basadas en dogmas religiosos se inició en Pakistán por Zulfiqar Ali Bhutto en la década del 70, y fue continuada por Gen Zia-ul-Haq en los años 80. Ambos intentaron islamizar la política paquistaní para recuperar su legitimidad en vías de desaparición.

Pero, desde 1988, la democratización paquistaní enlenteció el proceso y los votos fundamentalistas disminuyeron de 17 por ciento en 1986 a sólo 2 por ciento en 1997.

El nacionalismo hindú creció a partir del atentado contra la mezquita de Ayodhya, destruida en diciembre de 1992 por orden del líder fundamentalista hindú, Lalrishan Advani.

Los votos del PBJ se triplicaron entre 1984 y 1998, en toda India. Uno de los motivos de ese crecimiento es la caída del Partido del Congreso, que alguna vez dirigió Mahatma Gandhi, y que ocupó el poder durante largo tiempo.

El PBJ llegó al gobierno nacional en marzo a través de una inestable alianza con otros 19 partidos, algunos de ellos regionales y laicos.

La coalición está muy debilitada ya que hay grandes diferencias políticas y personales entre sus miembros. Los propios aliados del PBJ lo critican por su sectarismo y por no haber logrado controlar la violencia.

La controvertida destitución del comandante de la Armada, la falta de contención de la ola criminal que conmueve al país y la creciente intolerancia hacia el disenso, son síntomas de la mala salud política de la coalición.

El desencanto general con el PBJ se hizo evidente durante las elecciones realizadas en noviembre para los parlamentos de cuatro estados. El PBJ perdió en los cuatro.

La debacle electoral del PBJ se puede atribuir a la decepción provocada por sus posturas extremistas, su ineptitud en el manejo de la economía, el incumplimiento de las promesas hechas a los pobres y el resurgimiento de la violencia sectaria.

El mayor beneficiario de la pérdida del PBJ fue el Partido del Congreso, cuya victoria en las elecciones estaduales hace suponer que está en franco ascenso.

Las últimas encuestas pronostican que el Partido del Congreso obtendría más del doble de sus votos actuales si hubiera elecciones anticipadas, y que el PBJ y sus aliados obtendrían sólo 130 bancas de las 545 existentes en la cámara baja del Parlamento.

El Partido del Congreso no tendrá una tarea fácil si gana las próximas elecciones nacionales, a no ser que proponga soluciones creativas para los problemas que afligen a la mayoría de la población: empleo, alimentación, educación, acceso a servicios de salud y a los servicios públicos esenciales.

El Partido del Congreso deberá abandonar su actual orientación neoliberal y su plataforma. Tendrá también que comprometerse con el pluralismo, el laicismo y los derechos de las minorías.

Las cosas son diferentes en Pakistán, donde la crisis es aun peor. Durante la última década, tres primeros ministros fueron destituidos por el presidente, en complicidad con el ejército. La democracia está debilitada y el creciente vacío político podría ser colmado por los fundamentalistas.

La economía se encuentra en la cuerda floja, y el gobierno está a punto de no pagar su deuda externa de 32.000 millones de dólares.

El primer ministro, Nawaz Sharif, incapaz de gobernar por consenso, entregó al ejército algunos sectores de la administración civil: el cobro de los servicios de agua y electricidad, la administración de la autopista que va desde Lahore hasta Islamabad, y la administración sumaria de justicia.

El ejército fue investido de poderes para juzgar delitos civiles y dictar sentencias en un plazo perentorio de ocho días. Su primera víctima, un hombre acusado de matar a un policía, fue ejecutado el 31 de diciembre.

La región nuclearizada de India y Pakistán se encuentra bajo graves amenazas. Los gobiernos de ambos países podrían verse tentados a buscar soluciones rápidas a la crisis de gobernabilidad provocando tensiones en la frontera. (FIN/IPS/tra-en/pb/an/ceb/nc/aq/ip/99

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