La Organización de las Naciones Unidas (ONU) tuvo razones concretas para festejar este año el cincuentenario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, aunque en 1999 le esperan múltiples problemas en la materia.
La ONU tuvo éxitos notables, entre ellos la condena por genocidio de varios líderes de las matanzas perpetradas en Ruanda en 1994, y el avance de los juicios en el tribunal sobre crímenes de guerra en la ex Yugoslavia, aunque pocos de los "peces gordos" del conflicto en Bosnia-Herzegovina fueron atrapados.
Mientras, el ex dictador chileno Augusto Pinochet se encuentra luchando una batalla jurídica para impedir su extradición de Gran Bretaña a España, donde el juez Baltasar Garzón pretende juzgarlo por genocidio y terrorismo cometidos durante su dictadura (1973- 1990).
Esta fue la primera señal desde la aprobación del estatuto del Tribunal Penal Internacional este año de que los países cooperarán para combatir las violaciones a los derechos humanos cometidas en otras partes del mundo.
Para organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, los acontecimientos de 1998 arrasaron con la impunidad de la elite gobernante, y por tanto se convirtieron en un regalo adecuado en el cincuentenario de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Pero mientras se aproxima 1999, aún quedan por resolver muchos problemas en materia de derechos humanos, como el aumento de las atrocidades en muchos países. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, advirtió que las crisis en lugares como Kosovo se podrían agravar en el año entrante.
El pronóstico más sombrío para 1999 se incluyó en un informe de la ONU en que Mahmoud Kassem, presidente de una misión investigadora en Ruanda, advirtió que las fuerzas responsables del genocidio perpetrado en 1994 se están reagrupando en República Democrática de Congo (ex Zaire).
Esas fuerzas, "otrora un residuo derrotado y disperso, ahora son un componente significativo de la alianza internacional contra los rebeldes congoleños" y contra los gobiernos de Ruanda y Uganda, señaló Kassem.
Cuanto más demora en concretarse el cese del fuego en Africa central, argumentan funcionarios de la ONU, mayor es la posibilidad de que se repitan las masacres de 1994 que provocaron la muerte de casi un millón de tutsis.
El panorama en Kosovo también parece complicado. El presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, respondió a la presión internacional este año al prometer el repliegue de sus fuerzas de la provincia rebelde y con mayoría musulmana.
Pero la ONU cree que Belgrado aumenta lentamente su presencia en Kosovo con el fin de lanzar una nueva ofensiva contra la insurgencia en la próxima primavera boreal.
En otros conflictos, funcionarios de la ONU se mantuvieron al margen mientras se acumulaban atrocidades en materia de derechos humanos. El foro mundial retiró la mayor parte de su personal en Afganistán, luego de que en agosto tuvo problemas con milicias del dominante movimiento fundamentalista musulmán Talibán.
De esta manera, la ONU no pudo ofrecer información directa sobre las masacres que luego de su retiro se perpetraron en el país contra la minoría hazara. Se calcula que miles de hazaras murieron a manos de Talibán en ciudades como Maza-e-Sharief y Bamyan.
La ONU tampoco tuvo mejor suerte en Angola, donde las fuerzas de la paz se alejaron de los combates en localidades centrales como Bailundo y Andulo, mientras renacía el conflicto entre el gobierno y la rebelde Unión Nacional por la Independencia Total de Angola.
Annan reconoció este mes que los combates renovados en Angola constituían de hecho una nueva guerra, una que la ONU calcula causó el desplazamiento de unas 400.000 personas.
Las denuncias de masacres y desplazamientos de población fueron una parte cotidiana de la actividad de la ONU en los últimos años, pero los activistas de derechos humanos aseguran que en 1998 también hubo una notable ola de buenas noticias.
En julio, 120 países aprobaron en Roma la creación del Tribunal Penal Internacional, habilitado para juzgar crímenes contra la humanidad, lo que envió el mensaje a los gobernantes del mundo, junto con la detención de Pinochet en Gran Bretaña, de que su impunidad finalmente será limitada.
El tribunal de la ONU que juzga las masacres de Ruanda en 1994 también condenó por genocidio al ex alcalde de la localidad de Taba Jean Paul Akayesu. Dos sospechosos más, el ex primer ministro Jean Kambanda y Omar Serushago, líder de las temidas milicias "interahamwes", también se declararon culpables de genocidio.
"He visto un verdadero cambio en la capacidad de la ONU para supervisar la situación de derechos humanos, las elecciones y las condiciones en distintos países", comentó Reed Brody, director de campaña de Human Rights Watch.
Brody precisó que la ONU destituyó al general chileno Sergio Espinoza Davies, líder de las fuerzas de paz del foro en Cachemira, quien estaba vinculado a crímenes cometidos durante la dictadura de Pinochet.
La ONU también prohibió que los menores de 18 años sirvan como fuerzas de paz del organismo.
Mary Robinson, Alta Comisionada de Derechos Humanos, recibió elogios al pronunciarse contra las masacres cometidas en Argelia y Colombia, luego del relativo silencio de su antecesor, José Ayala Lasso.
Pero Human Rights Watch agregó en su informe anual que "queda mucha labor por hacer para transformar la oficina de la Alta Comisionada en un vehículo efectivo de defensa de los derechos humanos".
Esa tarea puede resultar más difícil por la creciente oposición de Estados Unidos a algunas de las políticas de derechos humanos de la ONU.
En 1998, Washington fue uno de los siete gobiernos que votó contra el Tribunal Penal Internacional, junto a varios de sus enemigos como Iraq y Libia. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/aq/hd-ip/98