Sindicatos e industriales olvidaron la lucha de clases en Brasil para unirse en combate contra una política económica dominada por consideraciones exclusivamente financieras, una tendencia mundial.
Una manifestación conjunta de protesta contra la política económica vigente, que se celebrará este lunes en Sao Paulo, constituye uno de los indicios de la contradicción que se hizo más importante, cuando la crisis financiera obliga a una distribución desigual de los sacrificios.
Los 26.000 trabajadores de la Volkswagen aprobaron el 10 de diciembre un acuerdo con la empresa que refleja más claramente esa nueva fase de las relaciones entre patrones y empleados, por lo menos en el estado de Sao Paulo, que concentra la mitad de la producción industrial del país.
Por el acuerdo, los metalúrgicos, que crearon el nuevo sindicalismo brasileño y son considerados los trabajadores mejor organizados del país, aceptaron una reducción de 15 por ciento en sus salarios, trabajando un día menos por semana.
Es la primera vez que sindicatos de la Central Unica de Trabajadores (CUT) aceptan reducir salarios, rompiendo una cuestión de principios.
La concesión evita, en contrapartida, el despido de 7.500 obreros. Para la Volkswagen, líder de la industria automovilística en Brasil, representará un ahorro de 165 millones de dólares en 1999.
En una cadena de montaje vecina, en Sao Bernardo do Campo, la capital brasileña del automóvil, cerca de Sao Paulo, la respuesta a la crisis fue totalmente distinta. La Ford anunció el despido de 2.800 de sus 6.800 empleados de la planta local, el 4 de enero.
Son efectos de la crisis financiera internacional y de las medidas con que el gobierno brasileño trata de superarlos, encabezadas por el alza brutal de los intereses. La producción de vehículos en Brasil se redujo 22,5 por ciento este año.
Los industriales paulistas identificaron como su verdugo al Banco Central, especialmente a su presidente, Gustavo Franco, por insistir en la política que mantiene las tasas de interés en más de 29 por ciento, tras reducción gradual desde septiembre, cuando fueron elevadas a 42 por ciento.
La alianza entre industriales y sindicalistas procura defender la producción y el empleo destruidos por la orientación económica monetarista. Las críticas fueron acompañados de rumores de renuncia del presidente del Banco Central.
El presidente Fernando Henrique Cardoso salió en defensa de Franco. Asumió la responsabilidad final por la política económica de su gobierno y afirmó que la mantendrá, tal como a las autoridades monetarias.
Pero fue la decisión de Cardoso de crear un Ministerio de la Producción uno de los estímulos a la actual lucha de los industriales.
La nueva cartera, anunciada hace varios meses y ahora rebautizada de Desarrollo, fue encarada como la posibilidad de poner en marcha una política industrial, con mayor apoyo al sector productivo, al mercado interno y a las exportaciones, oponiéndose a la "tiranía" de las finanzas.
De hecho, el Ministerio del Desarrollo hizo emerger divergencias dentro del gobierno. El presidente del Senado, Antonio Carlos Magalhaes, hombre fuerte del Partido del Frente Liberal (PFL) y del oficialismo, condenó su creación.
El nuevo ministerio es un proyecto de un grupo de economistas vinculados al Partido de la Socialdemocracia Brasilea (PSDB), al que pertenece Cardoso. Su probable primer titular sería Luiz Carlos Mendonça de Barros, que renunció al Ministerio de las Comunicaciones el mes pasado como consecuencia de un escándalo.
Sus diálogos telefónicos en vísperas de la privatización del sistema de telecomunicaciones fueron difundidas, comprobando sus preferencias por un consorcio que disputaba la compra de varias telefónicas.
La mayor sospecha es que el escándalo haya sido provocado por gente interesada en abortar la cartera dedicada a la producción, que incorpora varios bancos de fomento al actual Ministerio de Industria y Comercio, agregándole mecanismos para impulsar el sector productivo.
Cardoso garantizó su creación, pero nacerá debilitado, sin el ex ministro de las Comunicaciones y su hermano Jos Roberto Mendonça de Barros, factótum del nuevo Ministerio que también dejó el gobierno, donde coordinaba la Cámara Interministerial de Comercio Exterior.
El PFL se opone a la nueva cartera, por considerar que le quita poder al ministro de Hacienda, Pedro Malán, considerado posible candidato de los liberales a la Presidencia del país en el 2002.
Con esa batalla dentro del gobierno, los industriales y sindicalistas de Sao Paulo creen contar con algunas condiciones para reclamar cambios en la economía, para ablandar la recesión y el desempleo que se anuncian feroces para 1999.
El sector industrial, sin embargo, se mostró dividido. El presidente de la Federación de las Industrias de Rio de Janeiro, Eduardo Eugenio Gouveia Vieira, criticó su colega paulista, Horacio Lafer Piva, por la "oposición infundada" a la política oficial. (FIN/IPS/mo/mj/if ip lb/98