Jennifer Apai Darroke y sus tres hijas de 12, nueve y cuatro años pasan la vida escapando desde que el gobierno y el rebelde Ejército Popular para la Liberación de Sudán (SPLA) arrasaron con su pueblo en 1994.
"Mis pesadillas empezaron cuando mi marido fue muerto en acción, a poco de unirse a las fuerzas rebeldes", relató la mujer.
Darroke huyó a Kenia y vive ahora en el campamento de refugiados de Dadaab, en una provincia nordestina limítrofe con Somalia.
El conflicto de Sudán estalló en 1983, cuando el SPLA inició una guerra contra el régimen islámico que causó, hasta ahora, la muerte de más de un millón de personas -la mayoría no combatientes- en el sur del país.
Los sureños, en su mayoría cristianos o practicantes de las religiones tradicionales africanas, suman cerca de 35 por ciento de la población total, calculada en 30 millones.
Darroke se quejó de lo "poco amistoso" de la atmósfera del campamento en cuestión de género. "Mis hijas eran constantemente hostigadas por sus compañeros. Finalmente, tuve que sacarlas de la escuela", relató.
Otras mujeres del campamento también se quejaron de haber sido acosadas sexualmente por bandidos que molestan o atacan a las mujeres que recolectan madera en el bosque.
"La violencia sexual contra mujeres adultas y niñas es una gran preocupación para los que asistimos a los refugiados de Kenia", dijo Yvette Stevens, representante de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Kenia.
Stevens explicó que los recortes presupuestales de su organismo obligaron a suspender el proyecto de alambrado de los campamentos, dejando a los refugiados en peligro.
La policía confirmó haber atendido "numerosos casos" de acoso sexual a las mujeres refugiadas.
Mientras, ACNUR construyó una estación de policía y un cuartel en el pueblo de Dadaab, para reducir el peligro.
Además, proveyó 27 patrullas para reforzar la seguridad del área, e instaló un sistema de radio para comunicar a la policía de Dadaab con Garissa y Liboi. Garissa es el cuartel provincial de la provincia nordestina, y Liboi es la principal ciudad de la frontera con Somalia, de donde se sospecha vienen los bandoleros.
Las cifras de ACNUR muestran que en Ifo, donde reside Darroke, se alojan 330 hombres sudaneses y 24 mujeres, desproporción que creó fricciones entre los refugiados. "La cifra incluye bebés, mayoría de la población femenina del campamento", dijo Napoleón Mabior, líder de los sudaneses.
Ifo tiene siete kilómetros de largo y cuatro de ancho, y una población de 39.818 refugiados sudaneses, etíopes, ugandeses y somalíes. Fue el primero de los tres campamentos que integran el Complejo de Refugiados de Dadaab. Los otros dos son Dagahaley y Hagadera.
Los tres campamentos ocupan un área total de 50 kilómetros cuadrados y se ubican en un radio de 18 kilómetros. El total de refugiados alojados era de 108.809 en octubre de este año.
Kenia aloja a 186.000 refugiados de Sudán, Uganda, Ruanda, Burundi, la República Democrática de Congo (RDC) y Somalia. Otros 295.000 refugiados han ido abandonando el país desde 1991.
Según Ebe Okwuchukwu, funcionaria de ACNUR en Dadaab, la población predominante del campamento procede de Somalia. "Los 15 kilómetros de distancia que separan a Liboi de la frontera explican el flujo de refugiados somalíes", afirmó.
Ifo aloja a más mujeres somalíes que hombres, lo cual causa más fricciones sociales. "El problema con los hombres somalíes es que son muy conservadores respecto de sus mujeres. En los últimos meses, apuñalaron a unos hombres sudaneses por acercarse a ellas", comentó Mabior, pero se negó a analizar el incidente.
Okwuchukwu afirmó que tales sucesos son habituales y que "enfrentamos problemas de esa clase casi a diario. Pero cuando la vida de alguno de los refugiados está en peligro, trasladamos a la víctima a un campamento más seguro". (FIN/IPS/tra-en/pn/mn/ceb-ml/pr-hd/98