(Arte y Cultura) MUSICA: Navidad con calipso en Trinidad y Tobago

Owen Reyes Johnson, un cantante de Trinidad y Tobago conocido como "Scrunter el calipsero", estampó su sello en el mundo de la música del Caribe en el mismo momento en que grabó su primer gran éxito, en 1980.

Ese fue el año de su éxito arrollador "Woman on the bass" (La mujer que toca el bajo), canción con ritmo de calipso que hace referencia a un boicot de las bandas de percusión sobre metales, típicas del Caribe, y describe el deseo hacia una mujer que toca los tambores graves.

En 1980, Owen produjo otra composición que se ha vuelto clásica, "Take the number' (Anota el número), que aconseja a las jóvenes anotar el número de matrícula de los vehículos antes de viajar con extraños.

Estos fueron los primeros de una serie de éxitos que incluyeron "Crapaud revolution" (Revolución de los sapos), y "The will" (El testamento).

Esta última canción se refiere a la relación de Scrunter con otro artista, el legendario Lord Kitchener, a quien respeta enormemente y cuyo estilo influyó profundamente en su música.

Además de haber merecido muchas alabanzas, en los últimos 18 años, por sus contribuciones ya clásicas al calipso, Owen se forjó una nueva imagen a partir de 1991, con una serie de canciones que conmemoran la Navidad al estilo caribeño.

La Navidad caribeña refleja la integración de una gran diversidad de culturas. En Trinidad y Tobago, la influencia española está representada en el parang, una forma de música popular tradicional dominada por el cuatro (especie de guitarra pequeña con cuatro cuerdas) y las maracas.

Al igual que otros estilos musicales del país, el parang evolucionó hasta convertirse en un híbrido que incluye elementos de otros géneros, como el calipso, la soca y, últimamente, hasta los ritmos "chutney" del este de India. Se canta en una mezcla de inglés y español, hoy con predominio del primero.

El ingreso de Scrunter a ese género había comenzado en 1990, cuando decidió cultivar el parang y se sentó a escribir sobre una gran piedra, bajo un árbol de mango, en el gran patio de su bar de Trinidad, El bosque de Scrunter.

Allí compuso también "Piece-ah pork' (Una porción de cerdo), apelando a sus experiencias navideñas. Esa canción describe su gran deseo por comer una porción de carne de cerdo, el plato más típico de Navidad, y su texto contiene alusiones bastante procaces.

El día de Navidad, dice la canción, todos se quedaron en casa, pero a medianoche comenzó el movimiento, que fue cobrando fuerza a medida que los amigos iban casa por casa, tomando un trago, comiendo algo y aumentando el grupo en cada una. Y así el espíritu navideño fue creciendo hasta la noche siguiente.

Ese es el tipo de festejo navideño que Owen ama y ha realizado durante toda su vida. Cuando escribió la canción a la sombra del mango, pensó en el sentimiento de comunidad que evocaba en sus canciones Daisy Voisin, una leyenda del parang ya fallecida, y quiso trasmitirlo también.

"El cerdo es uno de los principales elementos navideños para nosotros. Mucho antes de Nochebuena, los hombres ya consiguieron sus tres leños, su carbón y su gran olla, y se preparan para matar a los cerdos antes de Navidad", explicó.

Scrunter cuenta que desde pequeño crió cerdos en su casa, donde cuidaba de ocho hermanos menores. Empezó con dos animales y llegó a tener unos 40, de los cuales mataba al menos siete cada Navidad. La preparación de los cerdos para obtener jamón, asados y guisos simbolizaba el comienzo de las fiestas navideñas.

La gente de Trinidad y Tobago se identificó alegremente con las imágenes invocadas por Owen en "Piece-ah pork", y el disco fue uno de los más vendidos esa Navidad.

Scrunter no está seguro de cuánto vendió hasta el momento ese disco. "Ese año no se conseguía cerdo por ningún lado. ¡El precio subió a 15 dólares el medio kilo!", recordó con regocijo.

Desde entonces, compone una canción de Navidad todos los años. Todas ellas evocan una atmósfera que conoció y amó durante toda su vida. Y aunque encierran una tremenda nostalgia, tienen un humor tan especial que quien las escucha no se ve invadido por la melancolía, sino por un espíritu de celebración.

Quien escucha las simples anécdotas que relatan las canciones de Scrunter no puede pasar por alto su doble sentido, a menudo obsceno.

Owen es un observador agudo desde su niñez, cuando merodeaba por los matorrales de Sangre Grande y en el bosque de Vega de Oropouche, observando la flora y la fauna, acechando criaturas y escuchando los sonidos de la naturaleza.

"Solíamos cantar todo tipo de villancicos de Navidad. ¡Y la brisa! El aire mismo era distinto entonces. Las madres cosían las cortinas y se sentía olor a barniz y pintura. Y con todas las tortas y panes que cocinaban en hornos grandes y sucios, afuera de las casas, nos hacía ruido el estómago", dijo.

El encanto de Scrunter proviene no sólo de la magia de las imágenes que utiliza, sino de su maravillosa voz pueblerina. Tiene la singular cualidad de sonar como si estuviera empapada en ron casero, y quizá sea así, pero su aspereza representa plenamente una noción de comunidad.

Todo ello se hace particularmente evidente en la calidad de las canciones navideñas que catapultaron a Owen hacia el éxito. Parte de la expectativa de cada temporada es descubrir cuál será la nueva oferta de Scrunte.

"Los habitantes de Trinidad y Tobago te etiquetan con mucha facilidad, y ahora soy el hombre de la Navidad", dice entre risas. (FIN/IPS/tra-en/vb/mk/mv/mp/mj/cr/98

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